domingo, 20 de diciembre de 2015

Antología de degustaciones: un viaje sensorial por los humos remotos de la historia argentina

Así como la fotografía y el cine nos permiten revivir escenas acontecidas mucho tiempo atrás,  nuestros sentidos del olfato y el gusto son capaces de hacer lo propio en sus respectivos ámbitos. En el caso del tabaco, y  muy especialmente el de los cigarros  “secos”   (que prácticamente no sufren degradación alguna con el paso de los años), la cata de ejemplares antiguos resulta casi una máquina del tiempo instantánea, capaz de retrotraer nuestro cuerpo   y   nuestra  mente  a   las   mismas percepciones experimentadas hace cuarenta, cincuenta o sesenta años atrás.  Los toscanos y demás cigarros otrora denominados genéricamente “italianos” cuentan con esa ventaja de la durabilidad casi ilimitada, sin bien, desde luego, no es nada fácil conseguirlos en sus versiones pretéritas.  Cada vez se hace más difícil adquirir algún veterano y auténtico paquete de los buenos tiempos toscaneros, aunque nuestro espíritu investigativo y perseverante nos ha permitido disfrutar numerosas  joyas de la época de oro en reiteradas ocasiones.



Como no podía ser de otra manera, tomamos abundantes notas e imágenes en cada uno de esos momentos únicos, que fueron puntillosamente volcadas en nuestros espacios virtuales. Contando concretamente lo que concierne a los puros de ascendencia italiana, fueron nueve las ceremonias realizadas con dicho propósito, que no fue otro que sentir, analizar y compartir todo lo que surge frente al encendido y posterior fumada de semejantes portentos.  Por supuesto que la cosa no se agotó en los artículos de tipo vintage,  sino que también incluimos catas de cigarros de producción actual,  pero siempre con el mismo propósito de sondeo histórico.    Dicho  en  otros  términos,  además  de  las averiguaciones bibliográficas,  los testimonios pasados y las viejas estadísticas,  jamás olvidamos la siguiente pregunta fundamental: ¿qué era lo que sentían aquellos olvidados fumadores del toscano, el Cavour o el Brissago? ¿Qué impresiones captaban los millones de inmigrantes y compatriotas que los consumieron tan profusamente en el pasado lejano?


Nuestras degustaciones nos permitieron tener lo que consideramos una buena aproximación al respecto. Aquí las presentamos sintéticamente, con los correspondientes links a las notas completas.

Los últimos Avanti de la CIBA
Cuando este blog aún no existía, realizamos nuestra primera cata de ejemplares antiguos en Consumos del Ayer. Esa primera ocasión tuvo como protagonistas a unos legendarios Avanti (nada más y nada menos) manufacturados por la  Compañía Introductora de Buenos  Aires  en la vieja planta porteña del barrio de Villa Urquiza.     Su   datado corresponde a los últimos años de aquellas instalaciones, a fines del decenio de 1950. http://goo.gl/Zy38gS
Los toscanos ítalo argentinos de la SATI
Apenas un par de meses después volvimos a despuntar el vicio haciendo lo propio con la otra marca mítica del pasado toscanero argentino: Regia Italiana. A la historia de por sí curiosa de estos especímenes se suma su época de fabricación, ubicada en la segunda mitad de los años cuarenta. En efecto, la posguerra europea subsiguiente a 1945 representó el inicio de la elaboración masiva en la fábrica SATI de Villa Real. http://goo.gl/EMHhnm
Los toscanos rosarinos de Fernández y Sust
Todavía en el blog hermano Consumos del Ayer  nos propusimos incursionar en la rica historia de  los  toscanos  que  se  confeccionaban  en  la  ciudad  de  Rosario,  más precisamente los de la marca  Génova  hechos por el establecimiento  Tabacos  Colón,  de Fernández y Sust. Un período de elaboración sito entre 1964 y 1967 fue el marco temporal para disfrutar estos humos provenientes de tabacos y quehaceres 100% argentinos. http://goo.gl/bNZlIA


Sondeando el “vero toscano” del 1900
No fue sino hasta septiembre de 2013 que Tras las Huellas del Toscano inició la saga de crónicas sobre degustaciones. Esta vez no se trató de viejas marcas argentinas, sino de la búsqueda de aromas análogos a los del genuino toscano italiano que nuestro país importó durante casi un siglo, desde 1861 hasta 1945. Para ello recurrimos al Originale, uno de los módulos más selectos dentro de la línea tradicional italiana de hoy. http://goo.gl/NjH9sw
Cavour, el cigarro patriótico italiano que llegó a ser más célebre que el toscano
Siempre afirmamos que el cigarro más popular en la Argentina de nuestros antepasados estuvo asociado a otros puros itálicos que alguna vez fueron tan famosos como él. El Cavour era un producto típico en la Italia decimonónica y su fama se extendió entre la inmigración arribada hasta comienzos del siglo XX. Como ya no se fabrica, recurrimos a unos puros españoles de elaboración bastante similar:  los  Caliqueños  valencianos. Parte 1: http://goo.gl/zqv7R4  Parte 2: http://goo.gl/TOXBpc
Brissago, el curioso cigarro que fue moda en la Argentina de antaño
Si bien es oriundo de Suiza y Austria, el cigarro conocido como Brissago, Virginia o simplemente de la paja tuvo su época de esplendor en las regiones del noreste italiano, como el Véneto. Desde allí llegó a nuestros puertos y pronto alcanzó un renombre similar al del toscano o el Cavour. El inesperado paso por Viena me brindó la oportunidad de adquirir algunos ejemplares que analizamos en Consumos del Ayer.


 










Humo histórico: degustando unos añejos toscanos Flor de Mayo
Volvimos a la urbe rosarina de la mano de otra etiqueta de contraseña para los viejos fumadores patrios. Con una  historia bastante compleja en términos de su manufactura (la marca fue confeccionada simultáneamente por dos fábricas distintas), los toscanos Flor de Mayo hicieron las delicias de muchos aficionados. Por nuestra parte, fumamos unos veteranos  prototipos que se remontan a los comienzos de la década de 1960. http://goo.gl/c2k5Ri
Luchadores y Puntanitos: los herederos el toscano argentino
A pesar de la debacle paulatina que sufrió durante los últimos treinta años del siglo XX, el toscano nacional nunca desapareció.  Bien  al  contrario,  hoy vive una especie de resurgimiento gracias a las dos únicas fábricas que continúan en ese ramo específico. Como homenaje a más de 150 años de consumo toscanero vernáculo, catamos dos de sus respectivas marcas: Luchadores (Heraldo Zenobi) y Puntanitos (Tabacalera Sarandí). http://goo.gl/LtjKmE
Toscanos aromatizados: el reflejo moderno de una tradición antigua
Durante la última etapa del proceso unificador de Italia fueron varios los autores técnicos enfocados en el tema del tabaco. Dos textos, uno de 1862 y otro de 1866, nos muestran viejas recetas para aromatizar y oscurecer las capas de los cigarros típicos de la época. Como reflejo de aquella vieja usanza, degustamos dos modelos de la actual línea italiana de toscanos aromatizados: Toscanello Caffe y Toscanello Grappa. http://goo.gl/dtmA05

 

Finalmente, hace apenas unas cuantas semanas, incluimos un análisis del toscano classico italiano, el rótulo actual de mayor popularidad en ese país y en toda Europa. La lectura de dicha reseña puede observarse un par de entradas más abajo.  De tal manera, con ésta y todas las anteriores nos adentramos en las remotas nubes que poblaban los más diversos ámbitos de la vieja Argentina, desde los comercios gastronómicos hasta los talleres, los barcos, los tranvías, los mercados y los hogares. Y lo seguiremos haciendo, tal como reza el título de este mismo blog.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Actualizando la nómina de antiguas fábricas

Más de dieciséis meses han pasado desde nuestra última actualización del listado de fabricantes de toscanos  en la Argentina entre 1880  y  1970.  Buena  parte  de  ese tiempo  fue empleado para la investigación sobre cigarreros  italianos en el  siglo  XIX que subimos a  lo  largo  de  cuatro  entradas hace pocos meses. En dicha oportunidad señalamos el hallazgo de un par de casos especiales lo suficientemente cargados de evidencias como para incluirlos sin demora en la nómina de manufacturas chequeadas, es decir,  aquellas cuya existencia en el ámbito de los cigarros itálicos comprobamos de modo fehaciente (1). La presente actualización no se agota allí, ya que a ellos se suma  otra manufactura mucho más cercana en el  tiempo  y  también algunos reajustes menores correspondientes a fechas de apertura o cierre, domicilios y demás datos accesorios. Con todo eso alcanzamos un total de 41 establecimientos de existencia histórica irrebatible y actividad toscanera evidente, que sumados a los 41 talleres del censo 1895 (posibles fabricantes, pero no probados al 100%) generan un total de 82 puntos de producción dispuestos a lo largo del pasado nacional, divididos en mitades exactas: seguros y potenciales.
                                            
                                    Hacer click sobre la imagen para visualizar

Los dos casos más antiguos tienen el mismo origen documental  basado  en  fuentes  que  han   sido mencionadas con frecuencia en este espacio, a saber: el sonado juicio de 1898  sobre falsificación e imitación de marcas de fábrica y el censo 1895 en sus versiones industrial  y  poblacional.   El  primer  elaborador  en cuestión es Francisco Quaranta, que aparece dentro del Boletín  Industrial  del  censo  1895  con  su establecimiento sito en la sección 15° de la Capital Federal.   Si tomamos esa única referencia,  la  cosa  no difiere de los otros 40 cigarreros peninsulares encontrados en idéntica situación y que decidimos volcar en un listado aparte por no estar absolutamente chequeados como fabricantes de toscanos, pero hete aquí que el susodicho también aparece en la causa iniciada a finales del siglo XIX por el importador de los toscanos legítimos de Italia (W Paats Roche y Cía) contra la factoría tabacalera La Suiza, de Rosario (2). Aquel litigio tenía como núcleo la falsificación e imitación del toscano italiano genuino, por lo que todos los manufactureros de tabaco involucrados en sus fojas (como  acusados  o  como  testigos)  tienen una inequívoca relación con la actividad de nuestro interés. Y así sucede con Quaranta, que además afrontó su propia querella con idéntico litigante y por motivos similares, tal cual pudimos verificar en una vieja compilación de fallos judiciales cuyas primeras líneas reproducimos en la imagen al costado de este párrafo. Si acaso faltaba alguna prueba más para comprobar su existencia real,  nos topamos otra vez con el personaje en el censo de población de 1895.  Además del nombre  y  la profesión,  todo coincide con lo visto previamente: vivía en la sección 15° junto a su esposa y cinco hijos pequeños. En el mismo domicilio (sin duda adyacente a la fábrica) aparecen varias personas, incluyendo otros tres cigarreros italianos que podrían ser sus empleados  (en  el  Boletín Industrial declara tener sólo dos personas a cargo, pero hay infinidad de argumentos lógicos para explicar esa diferencia). De un modo u otro, no hay lugar para incertidumbres: queda muy claro que Quaranta fabricaba toscanos.


El otro establecimiento pretérito es Didiego Hermanos, mucho más importante a juzgar por los 43 operarios informados en Boletín Industrial 1895 y por el carácter ilustre del apellido,  ya que don Donato Didiego fue uno de los primeros especialistas locales en confección de cigarros italianos  (de hecho, el segundo de acuerdo con nuestra información al día de hoy). Su legendaria fábrica La Virginia fue reseñada aquí hace un par de años (3) y en esa ocasión dimos cuenta de un dato no menor, que es la venta de la firma a los Cónyuges Brambilla en 1894.  Por  lo  tanto, al momento del censo, la familia Didiego no comandaba   los   destinos   de   La  Virginia,   pero evidentemente seguía en la actividad con otra razón social y un nuevo domicilio en la sección 5ª de la ciudad de Buenos Aires. La confirmación final de los datos nos llegó otra vez mediante el censo de población, en el cual aparecen  los hermanos Didiego viviendo en la misma residencia como parte de una familia bien numerosa:  vemos así al propio Donato en compañía de Cleonice y Alfonso, a los que se agrega Santiago Mattia, posible cuñado.  Desde  luego  que  hay  otros  (más hermanos,  hijos,  esposas),   pero   los mencionados son quienes aparecen como titulares de la fábrica en la ficha de industria. Documentos accesorios permitieron además situar la cronología del emprendimiento con bastante precisión entre 1894 y 1925 (4)


La tercera incorporación al listado corresponde a la marca Caminito, producida en la ciudad bonaerense de Campana por La Internacional, de J Harte y A Spano. Cuando visitamos la fábrica Luchador, en el año 2013, Heraldo Zenobi nos habló de esa razón social,  pero no tuvimos más noticias de ella hasta que encontramos varias imágenes de sus marquillas en la web del   C.P.C.C.A.   (Cigar Pack Collectors Club of Argentina). Reproducimos la más antigua (1967) considerando que se trata de una de las últimas fábricas del ramo en desaparecer, más precisamente hacia 1992.


El contraste de épocas entre los establecimientos que mencionamos hoy no deja de ser un signo del éxito del cigarro toscano en la Argentina:  fábricas de fines del siglo XIX  y fábricas de fines del siglo XX. Una centuria  de diferencia, pero con el mismo espíritu del puro potente y aromático, el más exitoso que haya conocido la costumbre nacional de fumar.

Notas:

(1) Además de los medios de comprobación más inmediatos y evidentes (hallazgo de marquillas, publicidades antiguas, menciones en catálogos industriales, etcétera), otros indicios también son útiles para lograr el necesario grado de certeza.  Los casos de Quaranta y Didiego Hnos. representan perfectamente un modo menos directo -pero igualmente válido- de encontrar antiguas fábricas y considerarlas 100% verificadas.
(2) Hace un par de años hicimos una entrada sobre el tema en Consumos del Ayer bajo el título “Cigarros en tela de juicio”: http://consumosdelayer.blogspot.com.ar/2012/12/cigarros-en-tela-de-juicio.html
(4) La web del CPCCA ofrece abundante prueba documental sobre la permanencia posterior de la familia en el negocio con distintas razones sociales  y  domicilios. Posiblemente,  la confección de toscanos haya sido abandonada a comienzos de los años 1900 para continuar exclusivamente con los cigarrillos. http://www.cpcca.com.ar/cma/fab/FAB.HTM

jueves, 19 de noviembre de 2015

Classico, el toscano popular italiano desde 1930

Además de las variantes típicas al estilo Classico, Extra Vecchio o Antico,  el toscano italiano de nuestros días está representado por  un  número  de  prototipos   y etiquetas que ha venido creciendo geométricamente durante los últimos años. Hoy por hoy pueden contarse más de treinta presentaciones diferentes para el mismo producto genérico, que  incluyen  partidas  limitadas, elaboraciones   especiales,   nuevas   esencias   del segmento aroma (1) e incluso algunos tipos francamente estrambóticos,    como cierta  línea  enfocada  en  la combinación del tradicional relleno de tabaco Kentucky con capas de orígenes foráneos tipo Brasil o Sumatra. No obstante, tal cual señalamos en alguna oportunidad, el toscano peninsular supo ser un artículo indivisible desde su creación a comienzos del siglo XIX hasta bien entrada la centuria siguiente.  Dicho  de modo  sencillo, pedir un sigaro toscano en la vieja Italia implicaba pedir algo muy concreto, sin jerarquías de calidad, elaboración, añejamiento o precio, ya que se lo fabricaba, vendía y consumía en un único modelo.


Pero el frenesí mercantil tan propio de la modernidad hizo que    el Monopolio di Stato decidiera relanzar el producto en 1930, renovando la imagen con un packaging específico y uniforme. Bajo la sencilla marca Toscani (plural de toscano), la acción tuvo un buen suceso y logró aunar la conciencia de consumo en un producto estandarizado.   En las décadas siguientes se fueron sumando nuevos rótulos, empezando en 1948 por el Toscanelli (el mismo toscano cortado al medio), el Extra Vecchio en 1953 y el AnticoToscano en 1973. Como vemos, pasaba bastante tiempo entre un lanzamiento y otro, pero el advenimiento del siglo XXI y una serie de cambios que sería largo enumerar (especialmente el proceso privatizador del monopolio iniciado en 1999)   hicieron estallar el firmamento toscanero con  la avalancha de nuevas marcas que mencionamos al principio. Frente a ello y para evitar confusiones, también se decidió rebautizar al modelo tradicional con el nombre de Toscano Classico.


Este clásico se constituye actualmente como el puro italiano  más simple, popular, económico y asequible en cualquier comercio callejero de ese país, tal cual era el  tradicional toscano de los viejos tiempos.   Desde el punto de vista técnico, se trata de un cigarro hecho a máquina con tabaco Kentucky  de origen  100%  peninsular  que  incluye  el consuetudinario curato a fuoco (ahumado con leña) y un posterior añejamiento de 4 meses previo a su envasado final. Más allá de los antecedentes históricos señalados, se trata de un genuino representante de la tradición tabacalera mediterránea por derecho propio, toda vez que se mantiene fiel al estilo directo y potente del toscano primigenio,   bien alejado de las ínfulas habaneras de los nuevos modelos más elegantes y complejos, pero también menos consustanciados con el pasado del producto.  Por  todos  los  motivos apuntados, decidí volcar en estas páginas las impresiones de una degustación analítica.


Como resulta lógico suponer,  mis  existencias  tabacaleras de origen europeo tienen al Clássico en una amplia mayoría numérica   que   me   permiten    fumarlo   con   bastante habitualidad, aunque sin ningún tipo de acostumbramiento. De hecho,  le  presté  toda  la  atención  debida  para  la oportunidad de  marras.  No  hay  mucho  para  decir  del encendido, el tiraje y la consistencia de la ceniza, porque sería reiterativo: excelentes, como siempre.  Los aromas y sabores se intuyen algo duros al principio con un dominio claro  del  borde ahumado, pero   se   van   integrando paulatinamente a los elementos especiados,   enmaderados  y minerales a medida que avanza la fumada hasta lograr un buen equilibrio, siempre dentro de los valores propios de un puro que se sitúa entre los de mayor vigor gustativo del mundo. Al finalizar deja ese sabor difícil de definir, con algo de fogata de leños y frutos secos: quizás el sello que lo distingue desde que comenzó su estrella en el antiguo Granducato di Toscana, allá por 1815.  Y también en la Argentina desde 1861, cuando llegó por primera vez a nuestros puertos.


Después de todo, la intención de siempre sigue siendo revivir el pasado de esos humos que poblaron la vida de nuestros ancestros en hogares, bares, fondas y todo ámbito cotidiano imaginable.

Notas:

(1) A los reseñados y mencionados en la entrada del 18 de julio pasado, se han sumado recientemente Mokha, Nocciola (avellana) y Limoncello. 

viernes, 30 de octubre de 2015

Un nuevo espacio verde en cierto lugar emblemático del pasado toscanero

Bastante hemos hablado sobre la S.A.T.I. (Societá Anónima Tabacchi Italiani) durante los casi tres años de vida de este blog, y también nos hemos referido a ella en Consumos del Ayer. No es para menos, ya que se trata de una fábrica de toscanos que marcó su época en el dispendio  cigarrero más  popular  entre  nuestros antepasados.  Junto con la no menos célebre marca Avanti,  los toscanos Regia Italiana de la SATI hicieron las delicias de millones de personas a lo largo de varias décadas.  Entre otras cosas referidas oportunamente, sabemos que dicho rótulo correspondió a los genuinos cigarros italianos hasta finales de la Segunda Guerra Mundial. Pero sabemos también que en 1933 el gobierno de la península decidió abrir una gran fábrica propia en Buenos Aires para complementar la importación de sus puros y cigarrillos con una abundante producción local. Para 1945, los toscanos Regia Italiana consumidos en estas latitudes ya eran íntegramente manufacturados en la susodicha planta del barrio de Villa Real, usando a tal efecto un mix de tabacos nacionales y extranjeros.


Para el vecindario porteño en cuestión, la gran SATI representó durante mucho tiempo el núcleo de su vida laboral. Llegaron a trabajar allí más de 1.200 personas, especialmente mujeres que tenían a su cargo la delicada  y  minuciosa labor de armar  y envasar las piezas finales de un modo absolutamente manual. A ellas se las conocía como “las toscaneras de la SATI”,  todo un símbolo de ese hito barrial desaparecido hace más de cincuenta años.   En efecto, en 1958,  luego del retiro del estado de Italia de la sociedad,  sus  viejos empleados aceptaron hacerse cargo de la factoría para asegurar la continuidad laboral, manteniendo el mismo nombre pero trastocando el significado de las siglas a Sociedad Anónima de Tabacos Industrializados (tal como puede apreciarse en la imagen al costado de este párrafo). Con los altibajos e incertidumbres propios de un mercado declinante, la cosa se mantuvo así hasta 1965, cuando debieron mudarse a un pequeño galpón situado sobre la calle Tinogasta. Poco tiempo después, esta última localización también bajó su cortina y los toscanos Regia Italiana pasaron definitivamente a formar parte de la historia tabacalera nacional.


El inmueble -que ocupaba casi íntegramente la manzana comprendida entre las calles José Pedro Varela,  Moliere,  Virgilio  y  Ramón Lista-   fue  alternando  la  condición deshabitada con la presencia de diferentes empresas hasta 1996, cuando un incendio destruyó el viejo edificio casi por completo.  Hasta hace un par de años era un baldío en el sentido más extenso de la palabra (1),  pero  a  mediados  de  2013  las  autoridades porteñas decidieron emplazar allí una plaza para solaz y esparcimiento de los vecinos. Convocados éstos a fin de elegir la denominación del futuro espacio verde,   supieron seleccionar un acertado nombre histórico que recuerda y honra la memoria del lugar y de su gente: Las Toscaneras de Villa Real. Así comenzó la cosa y así parece terminar con un final feliz, casi al mismo instante de subir esta entrada, puesto que la inauguración oficial se encuentra prevista para el sábado 31 de octubre de 2015 (2).  Los vecinos podrán disfrutar entonces del verde, los juegos, los bancos y todo aquello que le da sentido a estos ambientes urbanos donde se respira un aire algo más puro.


La SATI ya no está, pero al menos nos queda el recuerdo de su paso por Villa Real, tan acertadamente evocado por decisión de sus vecinos.  Quién sabe, tal vez uno de estos días me dé una vuelta por la plaza para fumarme uno de esos Regia Italiana de la década de 1940 que alguna vez tuve la oportunidad de degustar,  y de los cuales conservo un puñado. A lo mejor, entre humos y reflexiones, llegue a escuchar las voces y los sonidos de antaño, como un eco lejano de aquella noble tradición laboral.


Notas:

(1) Documentado gráficamente en la entrada de agosto de 2013 “Sombras del pasado”: http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2013/08/sombras-del-pasado.html
(2) Una página de Facebook viene siguiendo las alternativas de las obras desde su inicio, y seguramente seguirá informando sobre el devenir de la nueva plaza: https://www.facebook.com/plazalastoscanas/

viernes, 9 de octubre de 2015

El primer nombre

Hace algunos meses subimos un dueto de entradas referidas al papel que jugaba el toscano dentro del comercio tabacalero argentino en los primeros tiempos de la importación. Dijimos entonces que las menciones fehacientes,   específicas   e inequívocas sobre su presencia en el país aparecen recién en a comienzos del decenio de 1890, treinta años después llegar a nuestras  tierras.  Incluso presentamos evidencias bastante anteriores sobre  dos “primos” peninsulares  (una del Brissago en 1878 y otra del Cavour en 1887), pero nada sobre el cigarro que nos ocupa aquí. Si bien no tenemos duda de que los tres arribaron juntos en los embarques originales (1), debemos reconocer que no hallamos hasta ahora ningún documento o testimonio argentino de índole tabaquística con la palabra toscano expresada así tal cual entre 1861 y 1892 (2). Sin embargo, el paso del tiempo y la experiencia acumulada en la investigación de antiguos vestigios periodísticos y bibliográficos europeos nos generaron un nuevo tipo de interrogantes: ¿no estarían los toscanos asentados con alguna otra denominación? ¿Puede ser posible que en su período iniciático se los citara de un modo diferente al de su apelativo más conocido en nuestros días? En esta entrada veremos que hay una posibilidad histórica bastante probable en ese sentido,   al   punto  de replantearnos el núcleo terminológico de aquello que nos proponemos indagar en los amarillentos y misteriosos folios del pasado.


Felizmente son muchos los textos italianos asequibles en internet que se remontan a los años pre y post unificación (1850 a 1880) con citas sobre sus cigarros nacionales, en especial los de naturaleza técnica,  oficial  o  práctica: monografías enfocadas  en  la  industria  del  tabaco, compendios de leyes tributarias, descripciones técnicas de algunas fábricas, catálogos de expositores tabacaleros en ferias industriales,  guías de viajero,  etcétera. Durante bastante tiempo hemos venido rastreando,  ubicando  y examinando ese tipo de obras, y en todas ellas detectamos un rasgo común:   los cigarros más célebres de Italia no siempre eran nombrados con las mismas designaciones que serían famosas medio siglo después. Verbigracia, en aquel tiempo era menos común hablar del cigarro Cavour que del cigarro Foggia Svizzera (3), aunque en la práctica fueran sinónimos. Lo mismo sucedía con el Brissago, más renombrado entonces como Virginia o como Alla Paglia, e idéntica usanza recaía sobre el toscano, cuyo apelativo frecuente era fermentati, vocablo que define cierta característica de su elaboración y que no sería olvidado en las décadas posteriores.


Pero en la época contemporánea a Giuseppe Garibaldi y Vittorio Emanuele II, dicho rótulo de fermentati   -que significa “fermentados” (4)-  resultaba algo más que un simple término descriptivo. De hecho, se percibe como un nombre en sí mismo, casi como una marca de uso corriente para definir al toscano, tanto así que aparece excluyentemente en las etiquetas de la    Direzione Generale delle Privative  que vestían las cajas de 50 cigarros durante casi todo el siglo XIX.    Entre   las imágenes que adornan esta entrada podemos ubicar algunos de los precintos en cuestión, tanto de toscanos (Fermentati) como de Cavour (Foggia Svizzera), a los que se suman antiguas portadas de libros y catálogos del género técnico/legal/práctico antes señalado. En uno de ellos queremos poner nuestra mirada: la Guida di Milano del año 1871, donde pudimos localizar una perfecta representación de la manera en que los cigarros itálicos se conocían, se pedían y se vendían promediando la decimonovena centuria de nuestra era.


En efecto, una página que expone parte del listado de artículos del fumar asequibles en esa ciudad nos indica  claramente   la   división   en   jerarquías cualitativas de  y  para los puros italianos, que se extendían a tres y hasta cuatro en el caso de los Avana  (habanos) y los Spagnoletto  (cigarrillos de papel).    Luego,  dentro del segmento  que  nos interesa, observamos varios especímenes apuntados como Virginia  o  Alla  Paglia (Brissago), como Alla Foggia  Svizzera  (Cavour)  y como  Fermentati (toscanos). El punto remarcable es que en los tres casos se omite por completo la designación que acabamos de aclarar respectivamente entre paréntesis.  La conclusión  derivada de ello, y reforzada por muchos otros testimonios de la época, es que en los registros escritos previos a 1890 resulta tanto o más fácil encontrar menciones sobre cigarros fermentati que sobre cigarros toscanos. Un análisis cronológico más detallado (que sería engorroso volcar aquí) revela incluso el paso paulatino de un nombre hacia otro a medida que la mitad de siglo se iba alejando mientras el mundo se modernizaba y las costumbres cambiaban. Queda entonces bien claro que el celebérrimo “toscano” de fines del XIX y principios del XX era el “fermentati” de 1860 y 1870 (5).


Así fue que aprendimos algo más acerca de este humeante emblema de la vieja Italia. Y, sobre todo, sabemos ahora que las futuras búsquedas de referencias toscaneras en la Argentina de la época bien pueden estar allí con prescindencia absoluta de la última palabra que constituye el título de este blog.

Notas:

(1) Las razones que nos llevan a asegurarlo fueron analizadas en la entrada del 25/9/2013 bajo el título “El dato que tanto buscábamos: la primera importación argentina de cigarros italianos” http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2013/09/el-dato-que-tanto-buscabamos-la-primera.html
(2) Ese último año, el economista Dimas Helguera publicó un trabajo sobre las diferentes industrias de nuestro país. En el capítulo del tabaco analiza el importante desarrollo de los puros tipo italiano y menciona concretamente al toscano, entre otros modelos. Esa es la alusión toscanera más antigua publicada en el país que logramos ubicar hasta ahora.
(3) Traducible como Formato Suizo o  Uso Suizo. Todo indica que el Cavour se elaboró en Suiza antes que en la propia Italia, lo cual tiene una enorme lógica geográfica, puesto que se trataba de un artículo típico del Piamonte, región limítrofe con el país helvético. El término alla paglia del Brissago significa “a la paja” y se condice perfectamente con de la paja, su popular mote en la Argentina finisecular del XIX.
(4) Trasladada al español, la inscripción también supo figurar en los antiguos envases de la manufactura argentina durante buena parte del siglo XX, aunque siempre como una leyenda complementaria del rótulo principal toscanos.


(5) El uso del nombre era compartido por el cigarro napolitano, un tipo muy similar al toscano que hemos mencionado alguna vez.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Cigarreros italianos en 1895 IV

Con esta entrada se cumplen  cuatro  ocasiones consecutivas enfocadas en un mismo tema, lo cual no tiene antecedentes en nuestro blog. El motivo de semejante  énfasis  se  relaciona  con  uno  de  los objetivos esenciales que nos trazamos hace poco menos de tres años:   la  búsqueda  (y en lo posible el hallazgo)   de antiguos fabricantes de cigarros italianos en la Argentina del ayer. Sabíamos que eso no iba a ser fácil,  y que seguramente no faltarían oportunidades en las que descubriríamos certezas  “a medias”, o sea, registros tan convincentes sobre la actividad tabacalera en general como poco específicos en cuanto a las elaboraciones que nos interesan. Con una mirada crítica (mea culpa) eso mismo se podría decir de las evidencias que hemos presentado hasta ahora para demostrar la supuesta confección de toscanos por parte de los 41 cigarreros italianos y sus talleres ubicados en la Ciudad de Buenos Aires.


Bien o mal, nuestra argumentación se viene sosteniendo en tres cuestiones:

1-  La nacionalidad italiana de los titulares, remarcable pero poco reveladora en sí misma.  No obstante, debemos considerar los lazos patrióticos espirituales que unían a los inmigrantes,  quienes preferían consumir productos propios de su país, más aún si estaban elaborados por gente de la colectividad. Por aquel tiempo, los emprendedores italianos afincados en estas tierras que fabricaban artículos  específicos  para sus  compatriotas constituían una postal cotidiana  y masiva.  Al respecto, vale la pena apuntar un dato significativo: de  los  nueve  establecimientos  que tenemos debidamente chequeados como fábricas de toscanos en el siglo XIX, siete tienen dueños italianos. Esa característica incluso se aprecia entre los trabajadores en relación de dependencia que logramos ubicar incidentalmente en el censo poblacional,  con excepción de algún solitario español o de argentinos descendientes de italianos.  La imagen a continuación de este párrafo es una muestra de ello: la cigarrería de Nicolás Bassi en el barrio de La Boca, que primero hallamos en el censo industrial y luego en el de población, con su dueño y dos cigarreros argentinos llamados Novella y Pappolla.
2-  Una importante mayoría de los apellidos de la nómina proviene del norte (Piamonte, Liguria, Véneto, Lombardía), donde se concentraba la tradicional y poderosa industria de los puros típicos peninsulares,  como el Cavour y el Brissago.  Esto suma abundantes puntos en favor de nuestra teoría porque sabemos bien que ese tipo de fabricación  estaba invariablemente ligada a la de los toscanos.
3-  El carácter familiar casi íntimo comprobable en muchos casos (mayormente parecen trabajar en sus propias casas), decididamente más proclive a la elaboración acotada de puros que a la manufactura  industrial de cigarrillos por obvias limitaciones de personal, tiempo, volumen y competencia en el mercado.


Pero hay además algunos otros puntos para reflexionar, que son los siguientes:

- El contexto del sector en 1895: ya desde comienzos de esa década el toscano se fortalece como el puro más fumado del país, lo que equivale a decir que era el artículo tabacalero con mayores ventas después de los cigarrillos de papel.   La industria del cigarro de hoja gozaba de un apogeo que no iba a durar mucho, aunque el toscano se mantendría con éxito durante al menos seis décadas más.
- Las alusiones a la vastedad de su elaboración: incontables fuentes de la época señalan que los cigarros italianos (especialmente los toscanos) eran profusamente elaborados, o importados, o falsificados, o incluso contrabandeados, pero siempre en gran número y por mucha gente diferente. Además de evidenciar una enorme demanda, eso implica que la industria nacional estaba fuertemente atomizada entre pequeños fabricantes.
- El misterioso origen de los cigarreros que trabajaron en “Avanti” pocos años después:  la apertura de la gran fábrica Avanti entre 1902 y 1904 en el barrio de Villa Urquiza es quizás el dato más conocido en la historiografía del toscano argentino. En sus comienzos, esa colosal planta (la primera de semejante envergadura abocada exclusivamente al toscano)  contrataba cigarreros italianos de manera exceptiva,  dado que tenían la destreza para hacer su labor en forma rápida  y  eficaz.  Si hasta entonces no existía ninguna factoría especializada con semejante magnitud,   ¿de dónde pudieron haber salido los centenares de operarios, capataces y jefes de producción que calificaban sólo si tenían experiencia en la materia, y que fueron contratados prácticamente al unísono? ¿Qué hacían todos ellos en los años anteriores?  La presencia de estos pequeños talleres y cigarrerías con elaboración propia en la década previa proporciona una respuesta tan lógica que parece casi incontrovertible.


Sin embargo, lo único incontrovertible es aquello que se comprueba al ciento por ciento. Por más que todo lo visto en las últimas cuatro entradas le da un poderoso sustento a nuestra hipótesis (según la cual,  la gran mayoría -por no decir la totalidad- de los 41 cigarreros italianos que encontramos establecidos en la Capital Federal de acuerdo al Boletín Industrial del Censo 1895 producía toscanos), no vamos a considerarlos como fabricantes chequeados, con excepción de dos casos que hemos separado para nuestro listado principal de establecimientos cotejados históricamente, y que explicaremos en un futuro cercano.  En todo caso,  a partir de ahora llevaremos un listado aparte con los posibles manufactureros de toscanos, que dimos en comenzar por la Ciudad de Buenos Aires y que algún día ampliaremos a las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, donde seguramente existían otros.


Lo bueno, en definitiva, es mantener en alto el espíritu de investigación y recordar a esas miles de personas (mujeres y hombres) que forjaron la fama legendaria del producto ítalo argentino más emblemático de nuestra historia.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Cigarreros italianos en 1895 III

El personal ocupado en cada establecimiento es quizás el más significativo de los datos apuntados en la lista de cigarreros italianos  que venimos analizando desde las últimas dos entradas,  ya que nos permite vislumbrar el grado más o menos modesto,  artesanal y familiar de cada establecimiento.  De todos modos,  no tenemos dudas sobre el común denominador de “micro-empresa” que envuelve a la inmensa mayoría.  En el repertorio de 41 talleres notamos que 20  declaran tener 1 o 2 empleados, mientras  que  otros  17 cuentan con 3, 4 o 5 personas ocupadas. Dos de los cuatro restantes apenas superan la media decena, con 6 y 7 empleados, y finalmente nos queda la única dupla de firmas con un plantel de cierta consideración: Cayetano Sturla (11) y Caligaris y Terzano (25). Este último número sobresale del resto y nos dio la excusa para investigarlo de manera particularmente puntillosa, cosa que hicimos con los resultados que siguen.


Como dijimos en la entrada anterior, la segunda fuente de información  para verificar datos es la parte poblacional  del  mismo  censo  1895,  felizmente digitalizada  en  internet.  En  el  caso  Caligaris  y Terzano, la ficha del Boletín Industrial  indicaba la sección 7ª, y allí nos adentramos con mucha suerte, al punto de hallarlos  habitando en el mismo domicilio y descubrir que eran parientes.  Eso nos permitió además sumar  un  indicio  geográfico  de  cierta especificidad: la calle Corrientes. Por desgracia no se llega a leer el número,  pero tratándose de la mencionada sección 7ª tiene que ser algún punto entre las actuales José Evaristo Uriburu y Rodríguez Peña.  Yendo a la información concreta,  el primer apuntado es Giuseppe Caligaris,  italiano de 36 años y profesión comerciante, junto a su esposa Teresa Terzano, de 31 años e igual nacionalidad, y sus hijos Aída, Carmen, Alfonso y Adolfo, todos nacidos en Argentina.  Luego sigue el otro grupo familiar encabezado por Carlo Terzano, también italiano y comerciante,  de 32 años, unido en matrimonio con Giovanna Bianco, italiana de 26,  y su descendencia argentina encarnada por los pequeños Josefa,  Giovanna y Federico.  Seguidamente aparecen Juan Marelleno, cigarrero español (22), Francesco Amerio, carpintero italiano viudo (55),  y las que parecen ser hijas de este último:  Emma (26) y Giuseppina (20), ambas cigarreras de oficio. No hay después de esto otras referencias de nuestro interés.


No caben dudas de que los Caligaris y Terzano registrados en el Boletín Industrial son los mismos que hallamos luego en el censo de población. Tenemos, en el primero, a dos socios que declaran ser italianos y conjugan sus nombres a modo de razón social,  y luego, en el segundo,  a  dos individuos con idénticos apellidos y nacionalidades, domiciliados en la misma sección, que viven juntos, que parecen ser cuñados y que se definen como comerciantes, o sea que sobre ese punto no hay dudas. Ahora bien, ¿por qué comerciantes y no cigarreros? En realidad, los dos rótulos son correctos si una persona elabora cigarros y también los vende, ya que es indistintamente una cosa o la otra y puede elegir la que guste al manifestar su profesión. Un panadero de oficio con  local propio de venta al público bien puede indicar que es panadero, pero también puede decir que es comerciante, sin mentir en ninguno de los dos casos.  De  todas maneras, la presencia de otros cigarreros en el lugar confirma nuestra hipótesis, aunque genera una nueva pregunta relativa a notorias diferencias numéricas: si en la compulsa de población fueron censados nada más que tres cigarreros y un carpintero, ¿dónde están los otros 21 empleados? Si bien no tenemos la certeza de que fábrica y casa sean  exactamente lo mismo -espacialmente hablando- sabemos que por aquel tiempo la gente buscaba tener su domicilio aledaño al trabajo e incluso,  si  era  posible,  en el mismo inmueble,  en piezas situadas al fondo,  arriba  o  al  costado,   pero casi siempre en la inmediata cercanía.  Quizás la cigarrería estaba muy cerca  y  sólo fueron censados los cigarreros que vivían allí mismo, mientras que otros se domiciliaban algo más alejados. Esa es una de varias posibles explicaciones (1), pero lo que nos interesa aquí es que hasta ahora todo huele a tabaco, por decirlo de alguna manera, y si hilamos un poco más fino huele a cigarro puro (2).


La vez pasada destacamos el ingrediente septentrional de los apellidos comparecientes en nuestra lista, de neta mayoría piamontesa, ligur, lombarda y véneta, es decir, donde existía la mayor tradición itálica de cigarros puros. Y en este caso es aplastante: una búsqueda muy minuciosa en sitios especializados nos indicó que de los 339 Caligaris existentes hoy en la península,  309 (90%) corresponden al Piamonte,  la Liguria y la Lombardía. En el mismo sentido, los Terzano son 174 en total, de los cuales 122 (70%) pertenecen a las susodichas regiones del norte. También revisamos el apellido Amerio de las dos jóvenes cigarreras presentes en el lugar. La distribución gráfica de esa gracia en el territorio italiano, que podemos ver a continuación, habla por sí sola.


Hemos verificado así, a modo de muestra representativa, uno de los establecimientos en tiempo, forma  y  lugar,  conocido a sus titulares,  sus familias  y  a algunos de sus empleados, todo reforzado por indicios que apuntan a la producción de cigarros puros italianos sin descartar al resto de los artículos tabacaleros. Es casi seguro que en las cigarrerías de nuestra lista se confeccionaban,  además del Cavour,  el Brissago y el toscano, otro tipo de cigarros de hoja e incluso, quizás, cigarrillos. No obstante parecería que nada indica de manera inequívoca una cosa o la otra con excepción de algunas conjeturas, ciertas suposiciones y determinados  hechos circunstanciales ocurridos hace 120 años.  Pero, ¿qué pasa si unimos todas  las pistas obtenidas  hasta ahora con otras reflexiones sobre la industria toscanera de la época, muchas de las cuales vimos hace tiempo en este blog, y las confrontamos conjuntamente? Eso mismo vamos a hacer, a  modo de epílogo, en la próxima entrada de la serie.

                                                            CONTINUARÁ…

Notas:

(1) Tal vez el censo se hizo un domingo (que en ese entonces se trabajaba medio día) y solamente estaban presentes algunos de los operarios. También es posible que la cifra de 25 empleados incluyera a personas que elaboraban cigarros en sus propias casas y luego los llevaban a la fábrica, donde se efectuaba un control y se  pagaba por cantidad y calidad entregada. Esa práctica era muy común dentro de la industria tabacalera.
(2) La presencia de carpinteros,  como el apuntado Francesco Amerio,  resultaba imprescindible en las manufacturas de cigarros puros, ya que éstos solían ser envasados en cajas de madera conteniendo 20,  25  o  50 unidades,  según el modelo. Las reseñas de establecimientos célebres como La Argentina  o  La Virginia,  que hemos repasado oportunamente, hablan de sectores propios y específicos de carpintería destinados a dicha labor.