viernes, 24 de octubre de 2014

¿Amezzato o maremmana? La vieja encrucijada, también en Argentina

La apariencia es una característica saliente del producto que aquí nos ocupa, su sello inconfundible,   el signo que lo distingue de cualquier otro,   ya   que   todo   cigarro troncocónico con sus dos extremos abiertos, idénticos y aptos para pitar sólo puede ser un toscano, genuino o imitación. Ello también le proporciona al consumidor opciones poco frecuentes entre otros productos del mismo género. Una es la alternativa de generar dos unidades pequeñas a partir de un mismo puro, y otra -en función de ello-  es  la dualidad de maneras para fumarlo: cortado al medio (amezzato o mezzo toscano) o entero (alla maremmana). Ahora bien, para los que nos interesa la historia de este emblema de la italianidad  existe una gran incógnita  relativa al modo en que lo abordaba durante sus primeros tiempos. En este blog, que estudia específicamente la historia del toscano en la Argentina, semejante dilema es un motivo adicional de investigación. ¿Cómo se fumaba antiguamente el toscano en nuestro país, cortado o entero?


Si le planteamos el interrogante a cualquier persona mayor de hoy es  obvio  que  la  respuesta  será  siempre  la  primera alternativa, dado que ese es el recuerdo de los tiempos que pueden ser evocados actualmente, es decir, lo ocurrido hace cincuenta, sesenta o setenta años. Y la añoranza es correcta: salvo excepciones puntuales, el grueso de los consumidores del siglo XX seguía la práctica del medio toscano. Para sostenerlo sobran  indicios escritos, fílmicos y fotográficos, además de la memoria colectiva.     Pero también sabemos que la historia toscanera nacional arranca mucho antes, en 1861, cuando se realizó la primera importación de cigarros italianos. Bien podría ser factible que el transcurso de los años haya producido un lento cambio al respecto,  desde  un  origen  maremmana  hasta  la  supremacía  del  ammezzato a partir del novecientos. Hay varias razones para esbozar esa duda, de las cuales las dos siguientes son las más interesantes:

1- En el siglo XIX existía una moda por los cigarros largos y delgados, como las panetelas cubanas y los brissagos del centro de Europa, que se fue apagando hacia el final de dicha centuria. Tiene mucho sentido pensar que el toscano, fumado entero, formaba parte de esa corriente de consumo.
2- No hay registros de presentaciones al consumidor en paquetes de “medios toscanos” (1) que sean anteriores a los años treinta del siglo XX, por lo que es razonable inferir que hasta entonces las fábricas los producían, envasaban y comercializaban siempre enteros.


Desde ya debe quedar claro que la precisión histórica comienza a desvanecerse a media que nos remontamos hacia el pasado,  y  que  eso  es significativamente marcado en el caso del toscano, cuya cotidianeidad  masiva  entre  el  consumo tabacalero es tan evidente como difícil de ubicar en términos documentales o testimoniales.  Incluso resulta más sencillo el hallazgo de antiguos textos que mencionan a los otros dos puros típicos de la península (el Cavour y el Brissago), pero las citas explícitas del toscano son harto escasas antes de la década de 1890.   ¿Cómo podemos discernir, entonces, si se lo fumaba entero o cortado en sus primeros tiempos, cuando era un artículo propio de la incipiente inmigración? No lo sabemos, de hecho, y quizás nunca tengamos ese conocimiento, pero los dos puntos mencionados antes son suficientes para sospechar que no siempre se lo fumó al estilo ammezato, tan popular en las épocas más recientes. Tal vez algún día podamos avanzar más sobre esta cuestión, pero por ahora dejamos planteada la duda y reafirmamos el compromiso de seguir investigando. Para terminar, vemos lo que dicen los propios italianos sobre las diferencias entre las modalidades  ammezato y maremmana (2):


“El toscano  nació como un cigarro para pobres, para el pueblo,   y en ese sentido se afirma como un símbolo de la civilización, del trabajo humilde (…). Por estas razones históricas y culturales, y también puramente económicas, el estereotipo del toscano siempre se ha representado como el ammezzato. Hoy en día, sin duda, somos más ricos que nuestros antepasados ​​y por lo tanto podemos darnos el lujo de fumarlo en ambas formas (3).    El   modo maremmana se deriva de la costumbre de los vaqueros (4) de montar un caballo durante la mayor parte del día y tener que sujetar firmemente las riendas;  por  lo  tanto  no  tenían  la oportunidad de cortarlo en dos.  Fumar el toscano entero  nos permite no sólo el tiempo para saborear desde la primera pitada todas sus características, sino también obtener un humo más fresco. La duplicación de la longitud de la ruta incrementa las características del sabor del humo mientras que le da la oportunidad de refrescarse (5). Además, el doble de tiempo nos permite apreciar las diferencias que existen entre la primera calada, el corazón del cigarro -que es también la parte más ancha- y el segmento final.  La segunda forma, cortado al medio,  obedece más a menudo a la practicidad que a la parsimonia  (…).   El  mezzo  toscano  es  un hijo malicioso del humo de los tiempos modernos, frenético, y  ante la falta de tiempo disponible preferimos una fumada breve pero intensa (6). De hecho, el ammezato resulta ser más fuerte que todo el cigarro, y por lo tanto menos adecuado para los principiantes o las primeras horas del día, cuando usted está con el estómago vacío”.


Notas:

(1) El lenguaje popular argentino acuñó un término que luego fue adoptado y utilizado por la propia industria, consistente en llamarlos simplemente por el diminutivo de “toscanitos”. Con esa denominación se presentaron los paquetes de medios toscanos (generalmente de 4 unidades) a partir de la década de 1940.
(2) El párrafo pertenece a un libro virtual escrito por un grupo de aficionados que participan del foro Accademia del fumo lento http://accademiafumolento.forumfree.it/
(3) Se refiere, claro está, a que fumar amezzato tenía motivaciones de escala social, puesto que permitía a los más pobres disfrutar de dos fumadas independientes y completas a partir de un único toscano.
(4) Desde luego que no está hablando de los cowboys del oeste norteamericano, sino de los butteri (vaqueros) de la región de la Maremma, en Toscana, donde la tradición ganadera tiene siglos de antigüedad. De allí precisamente proviene la denominación  alla maremmana.


x) Desde luego que no se refiere
(5) Es decir, de no llegar tan caliente a la boca.
(6) Tal consideración es absolutamente acertada e históricamente correcta. Sobre el tema hicimos una entrada hace algunos meses bajo el título “El triunfo del cigarro urbano”

jueves, 9 de octubre de 2014

Humo histórico: degustando unos añejos toscanos Flor de Mayo

A esta altura de nuestro saber, queda claro que la ciudad de Rosario llegó a contar con un gran número de factorías  y  talleres tabacaleros dedicados a la confección del cigarro toscano. Y entre las marcas más populares que de allí surgieron se cuenta Flor de Mayo, cuya época de oro supo extenderse desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial hasta bien entrada la década de 1960. Sin embargo, el rótulo que nos ocupa tiene un pasado  no  exento  de  ciertos vericuetos históricos relacionados a una manufactura compartida por más de una fábrica, algo que parece haber sido bastante común en el acontecer industrial de los puros argentinos a lo largo del siglo XX (1). Pero lo bueno de todo, más allá de esos enredos pretéritos que tanto nos gusta investigar, es que otra vez pudimos hacernos de algunos viejos envases cerrados con todos sus ejemplares intactos,  a partir de los cuales realizamos una degustación destinada a compartir nuestras experiencias sensoriales con  los aficionados toscaneros que de tanto en tanto visitan este blog.



Los paquetes en nuestro poder pueden ser datados sin ningún margen de error entre los años 1962 y 1967, dado que a su conservación impecable se sumó el feliz hecho de tener pegadas y bien legibles las estampillas fiscales. En ellas se lee la leyenda Dto. 8667/62, lo cual nos indica que forzosamente son posteriores al año de promulgación de esa norma (1962). Luego, sabemos que la siguiente modificación se produjo en 1967 con el decreto 6934/67 y que todos los timbres impositivos fueron reimpresos para adecuarse a la nueva pauta. Ergo, la fecha se establece entre tales años de manera  incontrovertible, a lo que se suman otros datos como el precio, también coincidente con la época de marras. Referencias de interés son asimismo la inscripción bien clara de su fabricante, E y M Durán y Cía SRL, y su domicilio rosarino de San Martín 2138/60. Dado que existen vestigios sobre la misma marca elaborada por Tabacos Colón, de Fernández y Sust, hacemos algunas aclaraciones complementarias en una nota al pie (2).




















Yendo a nuestros toscanos cronológicamente remotos, digamos que la ceremonia organoléptica fue desarrollada al término de un excelente asado con la presencia contemplativa de un buen grupo de amigos. Ante la ausencia con aviso de Enrique Devito, quien generalmente nos acompaña en estas ocasiones, la posta recayó en Sebastián Nazábal, otro aficionado a los buenos cigarros puros que aceptó de buen grado el desafío de experimentar las percepciones provocadas por especímenes tabacaleros con  medio siglo de antigüedad.  Pero la suerte estuvo una vez más de nuestro lado: los medios toscanos probados se mostraron íntegros, fáciles de encender y aún más simples de fumar. Entre sus efluvios detectamos los tradicionales rasgos de cuero, café y resinas sumados al infaltable matiz mineral, todo ello en el marco de un sabor que conserva un cierto acento “agreste” propio del tabaco misionero (de los tipos Criollo y Kentucky) con el que seguramente estaban elaborados estos veteranos toscanos patrios.


Volvimos así a probar añejos prototipos del cigarro más fumado en la Argentina de antaño, y nuevamente encontramos  esa nobleza palpable en la presentación, la confección, la combustión, el aroma y el sabor de lo catado.  Por lo tanto,  no es redundante ratificar que la actividad tabacalera nacional  hacía las cosas muy bien por entonces, y que de su excelencia disfrutaron varias generaciones. ¿Cómo no imaginarse a algún personaje saboreando su Flor de Mayo -café, ginebra o grappa mediante- en algún olvidado bar cercano al puerto de Rosario? Nosotros pudimos hacerlo, ayudados por tan singular y humífero túnel del tiempo.

Notas:

(1) En efecto, todo indica que semejante proceder era habitual cuando algún establecimiento veía excedida su capacidad productiva por aumento de la demanda u otros imprevistos, lo que la obligaba a derivar parte de su manufactura a algún taller “colega”. En esos casos, lo común era que la fábrica contratante enviara el tabaco a la fábrica contratista, que realizaba el trabajo de armado y empaquetado de los cigarros. No obstante, es difícil asegurar que éste sea el caso, dados los indicios que analizamos en la nota que sigue.
(2) El rótulo “Flor de Mayo” fue creado y registrado por AndrésDurán, fundador de la fábrica y cigarrería homónima. Así lo confirman numerosas apariciones en el registro de marcas publicadas por el Boletín Oficial de la República Argentina desde la década de 1910 hasta el año 1939, cuando el establecimiento ya se llamaba del modo que encontramos en nuestros paquetes: E y M Durán y Cía.


Con todo, también queda claro que en algún momento de su existencia los toscanos Flor de Mayo fueron hechos por Tabacos Colón, el legendario establecimiento de Fernádez y Sust, como figura en ciertas marquillas de los decenios de 1940 y 1950. Un detalle es ciertamente llamativo: aunque sigue apareciendo el logo de Durán, las inscripciones dejan claro que el fabricante es Tabacos Colón, incluyendo su dirección de Felipe Moré 929.  Las preguntas son obvias:  ¿fue un cambio de propiedad de la marca que se extendió por algunas décadas, o simplemente una elaboración hecha por Fernández y Sust para Durán? El tema da para mucho más, ya que ambas firmas tienen registradas compras y ventas de marcas a lo largo de su historia,  así  como  la  práctica  de manufacturar por cuenta y orden de terceros. Hoy sólo queremos señalarlo a modo de aclaración, pero tal vez algún día tengamos las ganas y el tiempo para investigar y llegar al fondo del entuerto.