Así como podemos afirmar categóricamente que la primera
importación argentina de cigarros italianos fue realizada en 1861, somos muy
cautelosos al momento de hacer lo propio con el año exacto en que se inició la
manufactura nacional de dicha especialidad, unas dos décadas después. Las dudas
del caso involucran un período realmente acotado en términos cronológicos (1), pero el verdadero interrogante que nos
desvela en esta ocasión no pasa por cuándo, sino por quién. Hasta hace poco creíamos que el pionero del puro itálico en
este país era Juan Otero, fundador del establecimiento La Argentina, pero una serie de hallazgos vinieron a ponerlo seriamente
en duda. En efecto, el acceso a nuevos datos bibliográficos advierten que hubo
un industrial de la vieja guardia con tantos méritos como Otero para ser
considerado el primer fabricante de tabacos peninsulares afincado en el Río de la Plata.
Sabemos que las actividades tabacaleras de Otero se remontan
a 1878, según subrayan numerosas leyendas impresas muchos años después en los
envases de sus productos. Sin embargo, las señales concretas de su inclinación
por el segmento del sigaro italiano aparecen recién en una guía industrial de 1893
y luego en el Censo 1895. Todo indica que para entonces llevaba tiempo dedicado
a las labores de nuestro interés , pero estamos hablando de una simple
hipótesis en un período que abarca quince años. Considerando que La Argentina producía toda clase de
puros, cigarrillos y tabacos sueltos, es tan factible que haya empezado a
confeccionar toscanos, cavours y brissagos desde el momento mismo de su
fundación en 1878, como que lo haya hecho en 1881, en 1885 o en 1890. No
obstante y así las cosas, nadie parecía disputarle a Juan Otero la cucarda histórica
de precursor fabril toscanero en territorio patrio. Pero el sondeo metódico del
pasado siempre recompensa al investigador persistente, y nos topamos con una
sorpresa.
Hete aquí que en una rutinaria y casi desinteresada búsqueda
googlera vine a dar con fragmentos de
un pequeño libro titulado La industria
argentina y la Exposición del Paraná, cuyo contenido está íntegramente
dedicado a dicho evento del año 1886.
Allí encontramos cierto párrafo sobre la
empresa Enrique Didiego e Hijo que
presenta una serie de productos de reconocida ascendencia itálica (2). Queda
claro que el emprendimiento en cuestión fabricaba cigarros peninsulares, pero
lo que realmente me intrigaba era el apellido Didiego, muy bien conocido por los seguidores consuetudinarios de
este espacio virtual. ¿Tendría algo que ver Enrique
Didiego con Donato Didiego,
titular de La Virginia, o sea, la que
hasta ahora asumíamos como segunda fábrica constituida del toscano nacional? ¿Sería
Donato hijo de Enrique? El proceso de búsqueda y comprobación posterior en
guías, publicidades, catálogos y textos oficiales antiguos fue largo y
engorroso, por lo cual voy a resumir simplemente sus resultados finales: en
efecto, Enrique era padre de Donato, y fue el progenitor quien inició
la saga de la firma, no en 1883 (como creíamos hasta ahora) sino en 1878.
Muchas publicaciones editadas posteriormente citan las actividades tabacaleras
de la familia, el año de fundación de la casa, sus diferentes razones sociales
y sus cambios de domicilio hasta por lo menos 1920. Todo ello nos brinda una
certeza absoluta: la primitiva Enrique
Didiego e Hijo no es otra que La
Virginia de la calle San José 1556, en el barrio porteño de Constitución. Las
imágenes arriba y debajo de este párrafo forman parte del abundante y
concluyente repertorio de pruebas.
Más allá de todas sus implicaciones adicionales, el hallazgo
corrió cinco años hacia atrás la fundación de La Virginia, ocurrida en 1878, el mismo año que La Argentina. Esto coloca a Enrique
Didiego a la par de Juan Otero en cuanto a sus probabilidades de ser el primer
manufacturero local de cigarros italianos en general, y de toscanos en
particular (3). Desde nuestro punto de vista investigativo, lo visto se ve
reforzado por todos los testimonios posteriores, ya que ambas firmas son
señaladas excluyentemente como prestigiosos e inveterados paradigmas de
actividad toscanera por Juan Domenech en
su Historia del tabaco y por la Guía Descriptiva de los principales
establecimientos industriales de la República Argentina de 1895. Nada de lo que hemos visto en cinco años de
sondeos documentales contradice el carácter adelantado de las factorías en
cuestión.
¿Podremos llegar aún más lejos en el futuro? Quién sabe: determinar
si Otero comenzó antes que Didiego o viceversa es algo verdaderamente difícil,
pero la modesta experiencia de este blog demuestra que cada información “imposible de conseguir” termina apareciendo, así como así, el día
menos pensado.
Notas:
(1) La respuesta al interrogante de cuándo se sitúa en algún punto indeterminado entre 1878 y 1881. Es
posible que nunca arribemos a tanto grado de certeza, aunque hay buenos motivos
para inclinarse por la segunda referencia. Veamos: 1878 tiene su lógica en el
hito fundacional coincidente de La
Argentina y La Virginia, pero no
hallamos registro alguno como para aseverar inequívocamente que las tales
factorías (conocidas ambas por elaborar múltiples derivados del tabaco)
iniciaran ese mismo año el armado de cigarros italianos, que bien pudo haber
sido una diversificación productiva posterior. La data de 1881, en cambio,
proviene de una fuente que podemos estimar seria y atendible: el libro La Producción Argentina en 1892, del
economista Dimas Helguera. Sus considerandos incluyen cierta frase
incontrovertible sobre la elaboración de cigarros tipo suizo e italiano, que
reza textualmente: “iniciada esa
industria desde el año 81”. Resulta llamativa la precisión y rigurosidad
de una fecha volcada sin ningún atisbo de duda (bien podría haber dicho “a
comienzos de la década del 80”), lo cual
nos lleva pensar que el autor sabía de lo que hablaba. Por ese motivo tomamos esta valoración
cronológica como la más confiable, de acuerdo con los alcances actuales de
nuestras investigaciones.
(2) Además de los antaño famosos Cavour y Brissago (este
último escrito al modo local, con una sola s),
vemos también un modelo que aparece esporádicamente en los viejos
registros: el Chiaravalle -apuntado
burdamente como Cheravale- que
representa otra de las intrigas históricas de los cigarros italianos en el
siglo XIX. Por lo pronto sabemos que existió y existe todavía una legendaria
fábrica de tabacos en la localidad homónima de la provincia de Ancona, que entre 1860 y 1910 elaboró
cierto tipo de puros bien reconocibles en su época, aunque desvanecidos con el
correr del tiempo. Actualmente la fábrica Chiaravalle
produce cigarrillos y tabacos sueltos de cierto renombre.
(3) Hay sólo dos fabricantes que se acercan cronológicamente.
Uno es Agustín Grillo, que arribó al país entre 1880 - 1884 y ya estaba establecido con cigarrería propia
hacia 1885. El otro es Ángel Toleruti, quien tenía una fábrica de cigarros italianos con todas las letras en 1886, aunque
ese es prácticamente el único dato que hemos podido ubicar sobre él.