miércoles, 28 de enero de 2015

Agustín Grillo, el cigarrero boquense

Allá por junio del año pasado dimos en subir una entrada relativa al descubrimiento de diez antiguas fábricas, lo cual fue posible gracias a su mención en viejos ejemplares del Boletín Oficial de la República Argentina. Entre tales hallazgos se encontraba la Manufactura de Tabacos de Agustín Grillo,   con domicilio declarado en  Pedro de Mendoza 1447 de la Ciudad de Buenos Aires, es decir, en pleno barrio de La Boca y muy cerca de la emblemática Vuelta de Rocha (1). Gracias al registro de la marca “Avaneti” supimos entonces que se trataba de cigarros Uso Italiano  con un precio de cinco centavos al público por unidad,   y   no dudamos en aseverar que éstos eran toscanos,  lo cual volveremos a verificar en esta ocasión. Todo lo señalado surgió de ese único testimonio histórico fechado el 19 de Mayo de   1908,  suficientemente claro  como  para  darnos  la seguridad  de  que  dicho establecimiento existía por aquel entonces dedicado a la actividad que nos convoca. Pero lo bueno de investigar el pasado es que siempre aparecen nuevos datos. Y así ocurrió en este caso, porque ahora sabemos además que este pequeño empresario del tabaco era de  origen italiano,   que llegó a la Argentina despuntando   la  década  de  1880,  que elaboraba  tanto toscanos  como cigarrillos,      que  trajo  al  mundo  una  abundante descendencia,  que su taller tuvo al menos un cambio de domicilio   (aunque  sin  mudar de  calle),   que posiblemente haya sido el primer manufacturero de toscanos  en  ese vecindario porteño y uno de los primeros en el país, y que su empresa perduró hasta la década de 1920.


La primera referencia sobre el personaje de marras aparece en la Guía Kraft del Comercio de 1885,   donde se lo ubica como Grigio, Agustín, con “cigarrería” en Pedro de Mendoza 107 de la antigua numeración. Lo volvemos a encontrar por la década siguiente  listado  en  la  Guía  descriptiva  de  los principales establecimientos  industriales  de  la  República Argentina de 1894,  ya  como Agustín Grillo,   Fábrica de Cigarros  y  Tabacos, en  la  misma  cuadra,  pero  con su numeración  nueva  de 1045. Las  siguientes  alusiones comparecen en el siglo XX como parte de varias solicitudes marcarias efectuadas por el susodicho entre  1903  y  1923 para los cigarrillos Alvear, Bosnia, Habanete, La Mercantil, Thames y Yo te quiero, entre otros, además de los mencionados puros italianos Avaneti, todo ello en su renovado domicilio de Pedro de Mendoza 1447 (2), a sólo cuatro cuadras de la dirección anterior.   Ahora  bien, aunque los datos precedentes hubieran bastado para confirmar la presencia del personaje en tiempo y espacio con alto grado de certeza, otro viejo documento nos acercó referencias mucho más concretas aún, incluyendo apuntes sobre su vida personal y su familia.


Se   trata   del   formulario   original   manuscrito correspondiente al Censo Nacional 1895. Allí, en la dirección de Pedro de Mendoza 1043 (recordemos que ya lo teníamos  en  el  1045  según  la  Guía Industrial de 1894),   fue censado  Agustín  Grillo, italiano, de 52 años y ocupación cigarrero, junto con su esposa Ángela P de Grillo (45) y sus hijos Stella (22), Ángela (14), Catalina (11), Agustín (8) y Juan (4). No debe extrañar que el emprendedor de marras viviera en el mismo lugar en que desarrollaba su ocupación, pues era algo extremadamente común por la época. En el mismo domicilio se encuentran apuntados otros dos hombres que declaran trabajar como cigarreros: Domingo Samson (29)  y  Pedro  Abbatángelo (17).   La  cantidad  de  datos  concretos,   conjeturas  e interrogantes que se desprenden de todos los apuntes visibles es enorme (3), pero nos enfocaremos en uno específico que es la edad y nacionalidad de sus hijos,  lo  que  nos permite saber que Grillo llegó a estas tierras entre 1880 y 1884. Se trata de algo bastante sencillo: sus dos primeras hijas manifiestan la nacionalidad italiana, mientras que el resto de la prole es de origen argentino.  El corte se produce entre Ángela, de 14, y Catalina, de 11, lo que nos indica que el traslado desde Italia se realizó en algún momento situado entre los respectivos nacimientos. Y eso se condice perfectamente con la primera aparición documentada de Grillo (4) y su cigarrería, que data de 1885.


Dijimos asimismo que íbamos a explicar por qué sus cigarros Avaneti presentados como “Uso Italiano” no podían ser otra cosa que toscanos, aunque el envase no lo dijera de modo explícito. ¿Por qué no Cavour, o Brissagos, que eran reconocidos como productos de la misma nacionalidad?  Por las siguientes razones:  la leyenda “fermentados”,  que se empleaba solamente para toscanos,  el precio unitario de cinco centavos,  propio  del producto en cuestión a comienzos de siglo, y la cantidad de 50 unidades, característica de los envases toscaneros al por mayor.  Podríamos agregar que para 1908 a nadie se le ocurría fabricar cigarros italianos sin tener en cuenta el toscano, que ya era entonces el puro más vendido de Argentina, y dado que Grillo declara una única marca, la deducción es prácticamente incontrovertible.


A partir esta nueva información hicimos las correspondientes actualizaciones en nuestro listado de fabricantes argentinos, especialmente sobre los comienzos de la actividad de Grillo en  1885.  No tenemos la certeza plena de que ya en ese entonces elaborara toscanos, pero las posibilidades de que así fuera son tantas como las de un cigarrero italiano afincado en Buenos  Aires,   donde una colectividad peninsular numerosa y creciente generaba un consumo monumental de sus productos tabacaleros más típicos. Por eso mismo es justo considerar a Agustín Grillo como un  precursor toscanero en el barrio de La Boca, en Buenos Aires, y en el país.

Notas:

(1) El nombre “vuelta” con que se conoce a los meandros del Riachuelo tiene su origen a comienzos del  siglo  XIX  como una denominación práctica aplicada  por los antiguos marinos que se veían obligados a realizar giros muy pronunciados durante la navegación. Aunque existen otras, sólo tres de estas curvas fluviales quedaron perpetuadas con sus antiguas denominaciones: la Vuelta de Rocha, la Vuelta de Badaracco y la Vuelta de Berisso.   La primera es sin dudas la más conocida,  cuyo nombre proviene de cierta barraca instalada en el lugar por el 1800, propiedad de Antonio Rocha. Posee una elipse de casi 180 grados e  inmediatamente de ella se encuentra la de Badaracco, dispuesta en un sentido de contra curva que “corrige” la desviación.   En el siguiente mapa están señaladas las dos, pero debemos tener en cuenta que el cauce original del Riachuelo fue rectificado en la década de 1880 hasta darle la configuración actual. Antes de eso, en el sector de nuestro interés, la costa sur corría paralela a la costa norte formando una especie de península  y no existía el gran espejo de agua que podemos ver hoy. Por ese motivo dibujé un agregado relativo a cómo se veía en los viejos tiempos (es la “lengua con  puntos”), cuando los navegantes debían sortearla sí o sí en toda su extensión.


(2) Por diferentes numeraciones declaradas en  todo ese período podemos inferir que el frente iba desde el 1433 hasta el 1455.
(3) Por ejemplo, el muy probable vínculo entre el primero de los cigarreros que aparecen al final (Samson, de 29 años) con la hija mayor de Grillo (Stella, de 22), quien expresa llevar dos años de matrimonio y tener un hijo, que bien puede ser la allí presente Julia Samson, de un año de edad. Ello indicaría que se trataba de una empresa básicamente familiar. También llama la atención que la esposa de Grillo declara haber tenido 14 hijos en sus 30 años de matrimonio (el número que se lee al respecto es 39, pero me cuesta creer que se haya casado a los 6 años), aunque en la ocasión  sólo aparecen censados cinco. ¿Hijos mayores que se quedaron en Italia? ¿Hijos fallecidos al nacer o durante la infancia, lo cual era tristemente frecuente en esos días? En fin, algunas de las preguntas que uno puede hacerse, entre tantas otras.
(4) Esa primera vez con  el apellido Grigio, como vimos. Más allá de que puede ser un error, también es posible que haya decidido modificar su gracia, lo cual era legal y aceptado en esos tiempos.

viernes, 16 de enero de 2015

¿Qué fue primero: el Cavour, el Brissago o el Toscano? I

Con bastante frecuencia nos hemos referido a dos tipos de cigarros que bien pueden ser definidos como “primos hermanos” del toscano, al punto de haber conocido sus historias  y  degustado sus ejemplares (1),  tanto aquí como en  Consumos del Ayer.   También   apuntamos tangencialmente la sospecha de que, en nuestro país, esos otros dos productos fueron más célebres que el propio toscano  desde  1861   (año  de  la  primera importación documentada de tabacos italianos) hasta 1890, y que recién entonces nuestro leitmotiv alcanzó el grado de popularidad y éxito que lo acompañaría por los siguientes ochenta años. Esta entrada está enfocada en el análisis de dicha circunstancia,  aunque su título puede llevar a confusiones con las respectivas épocas de creación.    Queda claro que frente a esto último no hay dudas posibles: el toscano antecede holgadamente a los otros dos, puesto que su origen se remonta a 1818,  mientras que el Brissago apareció por 1840  y  el Cavour recién hacia 1860.  Pero,  como dijimos, nuestro interés de hoy es establecer una línea cronológica sobre la celebridad y superioridad comercial de cada uno en el activo mercado argentino del siglo XIX. En esta primera entrada intentaremos verificarlo mediante algunas huellas documentales de la época, para luego, en una segunda y última, explicar las razones del fenómeno.


No hay mucho para decir de la comparecencia testimonial durante los primeros diez años del tabaco itálico en estas tierras (2), con toda seguridad porque sus prototipos aún eran artículos exóticos cuyo consumo estaba acotado a una masa  minoritaria  de  inmigrantes.   Recién a finales de la década de 1870 hallamos las primeras señales de cigarros italianos nombrados con todas las letras (3), más precisamente en una ley de impuestos al tabaco de la Provincia de Buenos Aires sancionada el 14 de diciembre de 1878.  El artículo sexto no deja dudas de que Brissago y Cavour ya habían obtenido un cierto renombre, mientras que el toscano brilla notoriamente por su ausencia. Es obvio que se lo incluía entre los “otros que se importan del extranjero”, pero lo que intentamos remarcar es esa diferencia de celebridades:    mientras  unos  sirven  para ejemplificar la categoría,   otro queda oculto dentro de un pelotón genérico, innominado, anónimo. El documento tiene asimismo un gran valor por su carácter oficial y por la presencia de figuras históricas entre algunos de sus firmantes, especialmente tres que llegaron a ser gobernadores provinciales:   Carlos Tejedor,  José María Moreno y Carlos D’Amico.


Si seguimos buscando documentación fidedigna en el decenio siguiente, podemos encontrar una nueva muestra de lo que venimos señalando en el Censo de Buenos Aires de 1887. Su autor Antonio Fresco dedica unas breves palabras a la industria y el comercio del tabaco en la ciudad, pero lo interesante  es que  allí  queda  plasmada  una  frase  de significado incontrovertible:  “se consume también una cantidad inmensa de cigarros alemanes, suizos, italianos y brasileros…” (4)  No obstante,  a la hora de listar el precio mayorista de diversos artículos del ramo, vemos al Cavour como  único  y  solitario representante  de  su  tipo  y nacionalidad.  Tampoco hay menciones al respecto en la sección de precios minoristas,  ni en ninguna otra parte del censo.  Así de pobre es la presencia testimonial de los puros italianos en general, y del toscano en particular, hasta 1890. Pero eso cambiaría muy pronto…


En la próxima entrada veremos cómo el toscano logró abandonar esa existencia indocumentada para convertirse vertiginosamente en la figura más famosa del firmamento cigarrero  argentino.    También intentaremos esclarecer  los interrogantes que surgen  luego de haber visto el  modesto sitio que ocupó durante tres décadas: ¿por qué motivo era mucho menos conocido que el Cavour y el Brissago? ¿Y qué fue lo que hizo estallar tan súbitamente su popularidad  hacia finales del siglo?

                                                            CONTINUARÁ…
  
Notas:

(1) Es justo señalar que no fue así tal cual en el caso del Cavour,    ya que  dejó  de producirse hace mucho tiempo y no conozco ninguna posibilidad de conseguir prototipos añejos. Para efectuar su cata seleccionamos un tipo de puro español típico de Valencia llamado Caliqueño por considerarlo lo más parecido a lo que debió haber sido el Cavour legítimo en sus buenos tiempos. Las explicaciones del caso se pueden encontrar en las dos entradas relativas al tema que subimos con anterioridad:  http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2013/12/cavour-el-cigarro-patriotico-italiano.html y http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2014/03/cavour-el-cigarro-patriotico-italiano.html
(2) Nunca abandono la esperanza de localizar algo al respecto, no en diarios nacionales (eso es muy poco probable), pero sí en algunas publicaciones de antaño dirigidas a la embrionaria colectividad italiana radicada en nuestro país.  Lamentablemente,  tales ejemplares aparecen en los catálogos de varias bibliotecas públicas argentinas, pero siempre se encuentran “fuera de consulta”. Si acaso algún día descubriera una sola referencia tabacalera de la década de 1860 impresa en nuestro país con la palabra “toscano”  bien clara e inequívoca, sería algo así como el Santo Grial de este blog.


(3) Lógicamente que hablamos sólo de nuestro territorio. En el Viejo Continente ya eran todos perfectamente conocidos, tal cual lo demuestra el siguiente párrafo de la Guía del Viajero editada en Alemania en 1877 por Karl Baedeker. El texto pertenece a la edición en francés, pero creo que no necesita mayores traducciones. Nótese que existían dos versiones de Brissago (citado como Virginia, su nombre más conocido en el centro y norte de Europa) y también de Cavour: una más grande y una más pequeña.


(4) Como observamos  luego en la imagen tomada del texto,   Fresco  magnifica  el dispendio de tabacos cubanos, pero estoy convencido de que ya para 1887 el consumo nacional  de cigarros  italianos  superaba  numéricamente  a  los  de  cualquier  otra nacionalidad. Es fácil demostrarlo algunos años más tarde: en 1894 y 1895, por ejemplo, esa  supremacía  resulta abrumadora.  Pero lo cierto es que no tengo estadísticas comparativas de los años ochenta del siglo XIX, así que por ahora se trata de una teoría.