jueves, 23 de mayo de 2013

Los toscanos "Luchador": casi un siglo de producción artesanal y familiar

Suele ser frecuente que las cosas importantes pasen desapercibidas a los ojos de la mayoría de la gente. Eso también sucede dentro del ámbito que nos convoca en este blog, es decir, el de la historia del cigarro toscano en Argentina. Y así pasa que una fábrica del ramo con más de 90 años de existencia ininterrumpida, en manos de la misma familia fundadora y única en la actualidad que manufactura sus productos de manera manual sea, de hecho, muy poco conocida. Por eso, bien vale una entrada para referirnos al establecimiento de la familia Zenobi, productor desde 1920 de los toscanos “Luchador”. La cronología familiar comienza a principios del siglo XX, cuando los hermanos Constantino y Juan Zenobi llegaron desde la Italia natal (Iesi, en Ancona). Su conocimiento del ramo tabacalero les facilitó el ingreso a la entonces naciente fábrica Avanti de Villa Urquiza, hasta que los despidos masivos  producidos por una gran huelga a fines de la década de 1910 los dejó nuevamente sin ocupación fija. Tal situación hizo que se lanzaran a la fabricación de cigarros toscanos en una vivienda del barrio de Villa Pueyrredón. Con los años, cada uno alcanzó a tener su propio taller en fincas lindantes: mientras Constantino avanzaba con su manufactura Luchador, en la calle Griveo 2370, Juan hacía lo propio con Firpo y César, en Griveo 2378.   Este último cesó sus actividades alrededor del año 1950, mientras que los descendientes de Constantino permanecieron en la actividad hasta nuestros días.


Al fundador de la saga le siguieron Nelio, Heraldo y Pablo, que componen cuatro generaciones de cigarreros y marcan un récord en la historia tabacalera nacional. De la mano de Heraldo Zenobi recorrimos el establecimiento mientras charlábamos sobre el pasado toscanero argentino. Bien recuerda él los tiempos en que los Luchador se confeccionaban con tabaco 100% Kentucky importado de los Estados Unidos. Como testimonio de aquello aún pervive una vieja barrica de madera en la que llegaba la mercadería desde ese país, así como la sala que hace las veces de gran horno y que continúa en servicio con un potente calefactor a gas. En sus buenas épocas, esa tarea se llevaba a cabo con leña, lo que le daba a los cigarros el característico aroma y sabor ahumado tan apreciado por los viejos fumadores.


No obstante, los Zenobi siguen aferrados a un concepto de calidad que no se negocia, pero con la lógica adaptación al gusto moderno, cada vez menos inclinado por los sabores intensos de antaño (1). Hoy en día la fábrica utiliza exclusivamente tabaco Burley de Tucumán, convertido en buenos cigarros a través de un grupo de torcedoras que produce, en conjunto, unos 2500 toscanos diarios (2). Luego de la confección  artesanal y el secado en la antigua cámara de ladrillos, los puros de impronta italiana son envasados y despachados al mercado. Luchador es una de las dos  marcas de cigarros toscanos que quedan en el país, y la única, repito, que  los hace a mano. Sin olvidar, claro está, su presencia de más de 90 años en las estanterías de los kioscos y comercios especializados.


Así concluye nuestra reseña de un establecimiento que no tiene parangón en el pasado de la industria argentina, por continuidad y perseverancia. Afortunadamente, el recambio generacional de la familia Zenobi está bien asegurado, así que tendremos toscanos “Luchador” por muchos años más.

Notas:

(1) Puede sonar como un fundamentalismo, pero la opinión del autor de este blog es que ya casi no quedan fumadores de toscanos en el sentido original del concepto, capaces de apreciar aquel gusto fuerte y profundo. Lo que hoy existe es una nueva generación de fumadores de puros que aprecian al toscano como lo que precisamente  no es: un cigarro relativamente suave.
(2) La fábrica también elabora cigarros del tipo habano y tabaco para pipa.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Manufacturas pioneras del toscano nacional: La Virginia, de Donato Didiego

La fabricación local de cigarros del tipo italiano, iniciada a mediados de la década de 1870, comenzó a ganar terreno de manera lenta pero progresiva en el espíritu de los industriales tabacaleros. El crecimiento de la masa inmigratoria de origen peninsular fue, seguramente, el factor determinante para el gran desarrollo experimentado en el consumo de ese tipo de productos. Así lo entendieron algunos precursores de la actividad, como el reconocido industrial Donato Didiego, que fundó su manufactura La Virginia en 1883. Por ahora, esa fecha nos dice que se trata de la segunda casa especializada en las llamadas “imitaciones” de los artículos de nuestro interés que existió en el país. Ello incluía no sólo a los toscanos, sino también a otros módulos tradicionales como los brisagos y los cavour. La edición 1895 de la Guía descriptiva de los principales establecimientos industriales de la República Argentina ofrece una completa reseña sobre las características del negocio.


Dicha descripción comienza brindándonos una importante data acerca del origen cronológico de la firma, ya que señala su fundación “de 12 años a esta parte”. Luego comienza a enumerar las diferentes dependencias del amplio local (22 metros de frente por 85 de fondo) citando algunas de las más comunes a cualquier establecimiento del ramo: clasificación, expedición, carpintería (donde se armaban las cajas para los puros), depósitos, etcétera. Nos detendremos entonces en cierto sector de la planta señalado como un espacioso salón en el que numerosos operarios se están ocupando en la confección de cigarros de la paja y cavours (1), que forman la especialidad de La Virginia, conquistándole merecidos créditos gracias a su exquisita elaboración. El relato técnico se enfoca después en algunas maquinarias, como las mezcladoras de tabaco, picadoras, tostadoras y el secador automático “de nueve metros de longitud”, todas ellas movidas por un motor de diez caballos de fuerza. Particularmente interesante es la mención de la cámara a fuego directo para el secado de los cigarros de estilo italiano.


Pero hay un detalle que no podemos pasar por alto: en 1895, año de edición de la guía, los dueños de la empresa son los Cónyuges Brambilla, tal cual consta en el texto descriptivo y en un espacio de publicidad adjunto. Sabemos que el fundador de la casa fue don Donato Didiego, gracias a muchos  muchos documentos de la época y a otras publicidades de principios del decenio  de  1890 (2).  Entonces,  ¿cuándo  se  realizó  la transferencia del comercio? Hubiera sido imposible saberlo con certeza si no fuera por aquel pleito entre W Paats, Roche & Cía y “La Suiza”, que analizamos en una entrada de Consumos del Ayer el 3/12/2012. En esa oportunidad  no lo mencionamos porque no venía al caso, pero el escrito en cuestión también involucra a Didiego y a los Brambilla como testigos de la causa. Sin entrar otra vez en los vericuetos legales de referencia, digamos simplemente que  el texto judicial ofrece una respuesta por partida doble: don Donato Didiego transfirió todas sus marcas a los Cónyugues Brambilla en diciembre de 1894, y éstos liquidaron definitivamente La Virginia en el mismo mes de 1898, o sea que sólo la dirigieron por cuatro años (3). Tenemos ahora la certidumbre sobre la fundación y el cierre de  una antigua y prestigiosa manufactura de cigarros, cuya vida se desarrolló desde 1883 hasta 1898, así como los nombres de quienes dirigieron su destino en ese período.


En dos entradas conocimos a  La Argentina y La Virginia, probablemente las dos primeras fábricas de toscanos emplazadas en el territorio nacional, que iniciaron la saga productiva del cigarro más popular de nuestro país a lo largo de su historia.

Notas:

(1) Ya son varios los testimonios de fines del siglo XIX en los que resulta  frecuente la mención del Cavour y el Brisago (o “de la paja”) en detrimento del toscano, a pesar de que en esa época se vendía y fumaba mucho más este último. Tal vez (sólo es una teoría), se debe a que el toscano era un cigarro asociado a los sectores de bajos recursos del centro y el sur de Italia, en contraposición con sus distinguidos competidores del Piamonte (Cavour) y el Trentino (Brisago).
(2) En diferentes documentos aparece como De Diego o como Didiego. Creo más en la segunda opción por ser el apellido plasmado en las fojas del juicio. Imagino que, como testigo del mismo, Didiego habrá tenido que presentar allí algún tipo de documentación que acreditara su identidad.
(3) ¿Cuál pudo haber sido el motivo del cierre? Difícil saberlo a ciencia cierta, por ahora, pero es bien factible que haya sido una de las tantas fábricas de cigarros puros que vieron  fuertemente comprometida su rentabilidad luego de la entrada en vigencia de los impuestos internos, en 1895. A eso debe sumársele una dura crisis en las plantaciones de tabaco ese mismo año y la creciente presión de los artículos similares importados.