domingo, 19 de febrero de 2017

Cifras reveladoras IV: toscanos per cápita

Munidos de incuestionables registros estadísticos oficiales pudimos efectuar, a lo largo de tres entradas, un breve análisis sobre la importación,  la producción y el consumo de cigarros italianos en la Argentina del siglo veinte. Ahora bien, en la primera de estas ocasiones anunciamos nuestra intención de finalizar la serie explicando un poco los motivos que nos llevaron a denominar cada nota con un breve aditamento complementario de su número de orden. Así, comenzamos llamando edad de oro a las dos primeras décadas de la centuria, luego tiempo de cambios al lapso  histórico comprendido entre la pre y la post Segunda Guerra Mundial, y finalmente el ocaso a la época más reciente que abarca los decenios de 1960 y 1970. No creo que haya dificultad para comprender dichas frases en los dos últimos contextos históricos mencionados: tiempo de cambios se refiere al fin de la importación y al consecuente apogeo productivo de las manufacturas nacionales (1939-1945), mientras que el ocaso tiene una clarísima concomitancia con la debacle del toscano como producto de consumo masivo (1963-1976).


Pero tal vez no se entienda muy bien la designación de edad de oro adjudicada a los años sitos entre 1908 y 1915. ¿Acaso no dijimos que el récord numérico absoluto de consumo se verificó en 1945, con casi 350 millones de unidades vendidas, según los datos disponibles en la Memoria del Departamento de Hacienda? ¿Qué clase de arbitrariedad  nos llevó a contradecir tanta contundencia aritmética? En resumen, ¿cuándo se fumaban más toscanos, en los años diez o en los años cuarenta? La cosa daría para una discusión amplia entre expertos en estadística, pero el autor de este blog considera que el tema de nuestro interés debe ser abordado desde un criterio que incorpore el factor humano. En tal sentido, cuando se trata de escudriñar matemáticamente las costumbres y preferencias de la gente, valen más los guarismos relativos que los guarismos absolutos. Y no me jacto de haber descubierto nada, ya que para  ello se inventó hace mucho una fórmula mundialmente aceptada como indicador válido: el consumo per cápita.


Esta expresión  latina (per cápita = por cabeza) surge cuando se estima la cantidad promedio de consumo anual de cualquier bien, producto o servicio tomando como base un cierto grupo poblacional (por ejemplo, los habitantes de un país) (1). Siguiendo el razonamiento  realicé dicha estimación para medir el consumo de toscanos en distintos momentos históricos. No fue difícil: el dato de los habitantes se puede obtener mediante los resultados finales de los siete censos de población realizados por nuestro país entre 1869 y 1980, mientras que las cantidades de toscanos comercializados en el mercado nacional constan en distintos registros públicos de época (2). Este cruce de números entre personas censadas y cigarros vendidos corresponde a idéntico período anual en los tres primeros renglones de la tabla presentada más abajo. En los otros cuatro, al no tener las cifras del mismo año que los censos, apunté las más cercanas disponibles: para confrontar con el censo de 1947 tomé los toscanos comercializados en 1945, para el de 1960 los de 1963, para el de 1970 los de 1969 y para el de 1980 los de 1976.


No hay mucho más por decir, excepto algunos detalles que puntualizamos en notas al pie (3) (4). La columna año es siempre la del censo. Como dijimos,  las unidades de los cuatro últimos renglones difieren por poco de los años exactos de compulsa demográfica, y se aclaran entre paréntesis.

Año              Población                  Unidades                              CPC

1869             1.877.490                  6.219.000                             3,31
1895             4.044.911                 42.000.000                          10,38
1914             7.903.662               216.922.316                          27,44
1947            15.893.811              347.145.660    (1945)            21,84
1960            20.013.793             136.012.843    (1963)              6,79
1970            23.364.431               49.775.150    (1969)              2,13
1980            27.947.446               32.766.120    (1976)              1,17

Creo que la data de marras explica bastante el asunto. Ahora sí se entiende bien el rótulo “edad de oro” aplicado a los tiempos del centenario. Aunque resulta claro que los toscanos gozaron de enorme popularidad en todo el período que abarca desde finales del siglo XIX hasta pasada la mitad del XX, y que las cifras de los años cuarenta son  igualmente elevadas (como lo fueron también en los veinte y los treinta), es obvio que durante los años diez se dio el mayor grado de consumo tomando el acertado parámetro per cápita. Quien esto escribe recuerda lejana pero vivamente la gran cantidad de personas que veía (y olía) fumando toscanos en las etapas de su primera y segunda infancia, allá por 1969-1974, que es precisamente cuando las estadísticas nos marcan el piso histórico. Me pregunto, ¿cuántas se verían cincuenta o sesenta años antes?


Quizás la respuesta se obtenga analizando minuciosamente  muchas fotos antiguas atesoradas por reservorios públicos y coleccionistas, en las que suele detectarse el cigarro en cuestión con muchísima frecuencia (si uno busca ese detalle, rara vez perceptible a primera vista). Para ejemplo va la estampa porteña sita aquí arriba. ¿Qué se imaginan  que está fumando el carrero ubicado hacia el extremo superior derecho (ampliado en recuadro), sobre su vehículo inmortalizado en el Mercado de Abasto, donde fue sacada esta instantánea circa 1900? Ya lo hemos dicho antes: en aquel entonces, los toscanos eran algo tan común y frecuente como el vino, el mate o los tallarines…

Notas:

(1) Del modo más simple, dividiendo las cantidades consumidas por los habitanes.
(2) A saber: Estadística de la Aduana de Buenos Aires (1869), Anuario de la Dirección General de Estadística (1895) y Memoria del Departamento de Hacienda  (1914 a 1976).
(3) Las cifras de 1869 son íntegramente importadas, puesto que no había entonces fabricación nacional en el ramo del tabaco estilo itálico. En 1895 está registrada una importación de 37.000.000 de unidades, a las que añadí un estimativo de 5.000.000 elaboradas por la modesta, incipiente y aun indocumentada (estadísticamente hablando) industria toscanera vernácula. Como corresponde, los números de 1914 suman importación y elaboración doméstica, tal cual se puede observar en la primera entrada de la serie. A partir de 1947 el origen es criollo al ciento por ciento, dado que en 1940 cesó definitivamente el arribo de toscanos importados.
(4) También vale aclarar que sólo podemos hablar excluyentemente de “toscanos” desde 1914 en adelante. En el siglo XIX había puros peninsulares más famosos y consumidos, como el Cavour y el Brisssago, por lo cual sería correcto tomar las cifras de 1869 y 1895 dentro de la etiqueta más genérica “cigarros italianos”.

martes, 7 de febrero de 2017

Cifras reveladoras III: el ocaso

Los años posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial marcaron un período de profundas transformaciones en las sociedades del mundo libre. Para la Argentina también fue una época de importantes sucesos económicos, sociales y políticos que modificaron para siempre la manera de vivir de sus habitantes. En su obra Historia del tabaco, publicada en 1940, Juan Domenech ya advertía los cambios producidos por las modas de la época que llevaban a la gente a inclinarse cada vez más por el cigarrillo de tabaco rubio,  manufacturado a imagen y semejanza de aquellos prototipos popularizados en las escenas del cine. Nos guste o no, la sociedad de consumo (en un porcentaje ampliamente mayoritario) se vuelca siempre hacia los hábitos considerados novedosos. Y Hollywood era, en ese tiempo, el lugar desde donde surgían muchas tendencias recogidas luego en todos los rincones del planeta.


Habría infinidad de ejemplos para graficarlo en diversos ámbitos, pero basta un puñado de ellos. Verbigracia, mientras el plástico reemplazaba a materiales seculares como el cartón, la madera y la tela, el transporte automotor hacía lo propio con los vetustos ferrocarriles y el vino suelto en cascos dejaba lugar a las botellas. Paralelamente, los cigarrillos suaves desplazaban a los cigarros puros tan generalizados durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Comenzando el decenio de 1950 dio inicio una agresiva política de promoción publicitaria por parte de las grandes empresas del tabaco, que en los años anteriores se habían concentrado en pocas manos bajo el paraguas de los poderosos trust norteamericanos.  Mediante imágenes que estimulaban su consumo como parte de un modo de vida activo, inteligente, moderno y bien conectado con las últimas corrientes internacionales, los rubios con filtro coparon rápidamente la plaza en detrimento de las otrora célebres tagarninas de tabaco negro, los puros y, por supuesto, los toscanos.


Un género musical que padecía su propia debacle cronológica a manos del rock and roll y el twist dio origen a una pieza cuya letra explica bastante bien la imagen de los cigarros italianos de acuerdo con el ideario social de la posguerra. Se trata del tango Un boliche, de Cabano y Acuña, cuya estrofa inicial dice lo siguiente (1):

Un boliche como tantos, una esquina como hay muchas,
un borracho que serrucha su sueño de copetín.
Hay un tira que se asoma, una copa sin monedas,
un punga que se las toma y una caña sin servir.
Una partida de tute entre cuatro veteranos,
que entre naipes y toscanos despilfarran su pensión.
Y acodado sobre el mármol, agarrado con un broche,
un curda que noche a noche, se manda su confesión.



En  tiempos donde todo era modernidad y nueva ola, ¿qué futuro comercial podía caberle a un producto vinculado con sombríos bodegones frecuentados por ancianos, borrachos y marginales? Las estadísticas de fabricación y venta de toscanos que nos ofrece la Memoria del Ministerio de Hacienda a partir de 1963 son terriblemente expresivas al respecto.

AÑO               UNIDADES

1963                136.012.843
1964                  99.038.887
1965                  81.857.280
1966                  82.617.180
1967                  68.346.240
1968                  62.337.673
1969                  49.775.150
1970                        s/d
1971                        s/d
1972                  34.468.425
1973                  25.722.562
1974                  29.067.975
1975                  36.666.000
1976                  32.766.120          

Más que convincentes o significativas, tamañas cifras bien pueden ser calificadas como cataclísmicas y demoledoras respecto al derrumbe de los puros que nos ocupan entre las preferencias del público fumador argentino. La matemática es incuestionable: un 81% de disminución en los diez años transcurridos desde 1963 hasta 1973. ¿Acaso alguna industria puede soportar una caída semejante sin sufrir la paralización o el cierre definitivo de sus empresas más destacadas? Desde luego que no. En efecto, para 1973 ya era historia el dueto de grandes factorías toscaneras de los tiempos dorados y el apogeo productivo. Más allá de los respectivos hitos que demuestran el comienzo de la decadencia, coincidentes ambos en 1958 (ese año la SATI dejó de pertenecer al gobierno italiano y quedó en manos de sus trabajadores a modo de cooperativa, mientras que Avanti trasladó sus operaciones a una planta mucho más pequeña en Posadas), fue en las fatídicas décadas de los sesenta y los setenta  que tanto una como otra abandonaron la actividad de modo definitivo (2).


Promediando los 70 el cigarro toscano era algo del pasado, en vías de extinción. Por suerte para quienes lo amamos nunca llegó a desaparecer del todo. Incluso hoy se verifica un revival de consumo que le otorga alguna prosperidad al par de empresas que aún se dedican a su manufactura (3). Por supuesto, ello no se acerca ni remotamente a sus tiempos de oro, cuando la probabilidad de cruzarse con alguien fumando un ejemplar en  calles, bares, fábricas,  muelles, estaciones  y casi todos los ámbitos  públicos era altísima. Entonces, en vista de lo analizado durante las tres entradas precedentes, ¿cuál fue esa época dorada en términos numéricos incontrovertibles? ¿Hay alguna manera de establecerlo estadísticamente? Hacia allí nos enfocaremos muy pronto, en la cuarta y última nota de la serie.

                                                        CONTINUARÁ…

Notas:

(1) Debido a que este blog suele ser visitado por extranjeros hispano parlantes, van las siguientes traducciones al lenguaje formal para eventuales legos en lunfardo y demás terminologías populares porteñas. Tira: policía. Punga: hurtador, ratero. Tute: juego de cartas españolas. Curda: ebrio, borracho.
(2) En manos de sus empleados, la SATI subsistió en la ubicación tradicional del barrio porteño  de Villa Real hasta 1965. Luego se trasladó a un galpón de la calle Tinogasta por poco meses, y finalmente cerró para siempre. Avanti pasó a manos de otra empresa en 1971 (EMATEC) y se mantuvo así por algún tiempo para luego trasladarse nuevamente a Buenos Aires de la mano de la Tabacalera Sudamericana y, más tarde, de la Tabacalera Sarandí, que es la actual poseedora de la marca.
(3) Siempre hablando de Argentina, claro está. En Italia sucede un fenómeno paralelo pero mucho más marcado, con la importante diferencia de que allí los toscanos han pasado a ser considerados un hábito chic, elegante, muy relacionado al mundo gourmet.