martes, 7 de febrero de 2017

Cifras reveladoras III: el ocaso

Los años posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial marcaron un período de profundas transformaciones en las sociedades del mundo libre. Para la Argentina también fue una época de importantes sucesos económicos, sociales y políticos que modificaron para siempre la manera de vivir de sus habitantes. En su obra Historia del tabaco, publicada en 1940, Juan Domenech ya advertía los cambios producidos por las modas de la época que llevaban a la gente a inclinarse cada vez más por el cigarrillo de tabaco rubio,  manufacturado a imagen y semejanza de aquellos prototipos popularizados en las escenas del cine. Nos guste o no, la sociedad de consumo (en un porcentaje ampliamente mayoritario) se vuelca siempre hacia los hábitos considerados novedosos. Y Hollywood era, en ese tiempo, el lugar desde donde surgían muchas tendencias recogidas luego en todos los rincones del planeta.


Habría infinidad de ejemplos para graficarlo en diversos ámbitos, pero basta un puñado de ellos. Verbigracia, mientras el plástico reemplazaba a materiales seculares como el cartón, la madera y la tela, el transporte automotor hacía lo propio con los vetustos ferrocarriles y el vino suelto en cascos dejaba lugar a las botellas. Paralelamente, los cigarrillos suaves desplazaban a los cigarros puros tan generalizados durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. Comenzando el decenio de 1950 dio inicio una agresiva política de promoción publicitaria por parte de las grandes empresas del tabaco, que en los años anteriores se habían concentrado en pocas manos bajo el paraguas de los poderosos trust norteamericanos.  Mediante imágenes que estimulaban su consumo como parte de un modo de vida activo, inteligente, moderno y bien conectado con las últimas corrientes internacionales, los rubios con filtro coparon rápidamente la plaza en detrimento de las otrora célebres tagarninas de tabaco negro, los puros y, por supuesto, los toscanos.


Un género musical que padecía su propia debacle cronológica a manos del rock and roll y el twist dio origen a una pieza cuya letra explica bastante bien la imagen de los cigarros italianos de acuerdo con el ideario social de la posguerra. Se trata del tango Un boliche, de Cabano y Acuña, cuya estrofa inicial dice lo siguiente (1):

Un boliche como tantos, una esquina como hay muchas,
un borracho que serrucha su sueño de copetín.
Hay un tira que se asoma, una copa sin monedas,
un punga que se las toma y una caña sin servir.
Una partida de tute entre cuatro veteranos,
que entre naipes y toscanos despilfarran su pensión.
Y acodado sobre el mármol, agarrado con un broche,
un curda que noche a noche, se manda su confesión.



En  tiempos donde todo era modernidad y nueva ola, ¿qué futuro comercial podía caberle a un producto vinculado con sombríos bodegones frecuentados por ancianos, borrachos y marginales? Las estadísticas de fabricación y venta de toscanos que nos ofrece la Memoria del Ministerio de Hacienda a partir de 1963 son terriblemente expresivas al respecto.

AÑO               UNIDADES

1963                136.012.843
1964                  99.038.887
1965                  81.857.280
1966                  82.617.180
1967                  68.346.240
1968                  62.337.673
1969                  49.775.150
1970                        s/d
1971                        s/d
1972                  34.468.425
1973                  25.722.562
1974                  29.067.975
1975                  36.666.000
1976                  32.766.120          

Más que convincentes o significativas, tamañas cifras bien pueden ser calificadas como cataclísmicas y demoledoras respecto al derrumbe de los puros que nos ocupan entre las preferencias del público fumador argentino. La matemática es incuestionable: un 81% de disminución en los diez años transcurridos desde 1963 hasta 1973. ¿Acaso alguna industria puede soportar una caída semejante sin sufrir la paralización o el cierre definitivo de sus empresas más destacadas? Desde luego que no. En efecto, para 1973 ya era historia el dueto de grandes factorías toscaneras de los tiempos dorados y el apogeo productivo. Más allá de los respectivos hitos que demuestran el comienzo de la decadencia, coincidentes ambos en 1958 (ese año la SATI dejó de pertenecer al gobierno italiano y quedó en manos de sus trabajadores a modo de cooperativa, mientras que Avanti trasladó sus operaciones a una planta mucho más pequeña en Posadas), fue en las fatídicas décadas de los sesenta y los setenta  que tanto una como otra abandonaron la actividad de modo definitivo (2).


Promediando los 70 el cigarro toscano era algo del pasado, en vías de extinción. Por suerte para quienes lo amamos nunca llegó a desaparecer del todo. Incluso hoy se verifica un revival de consumo que le otorga alguna prosperidad al par de empresas que aún se dedican a su manufactura (3). Por supuesto, ello no se acerca ni remotamente a sus tiempos de oro, cuando la probabilidad de cruzarse con alguien fumando un ejemplar en  calles, bares, fábricas,  muelles, estaciones  y casi todos los ámbitos  públicos era altísima. Entonces, en vista de lo analizado durante las tres entradas precedentes, ¿cuál fue esa época dorada en términos numéricos incontrovertibles? ¿Hay alguna manera de establecerlo estadísticamente? Hacia allí nos enfocaremos muy pronto, en la cuarta y última nota de la serie.

                                                        CONTINUARÁ…

Notas:

(1) Debido a que este blog suele ser visitado por extranjeros hispano parlantes, van las siguientes traducciones al lenguaje formal para eventuales legos en lunfardo y demás terminologías populares porteñas. Tira: policía. Punga: hurtador, ratero. Tute: juego de cartas españolas. Curda: ebrio, borracho.
(2) En manos de sus empleados, la SATI subsistió en la ubicación tradicional del barrio porteño  de Villa Real hasta 1965. Luego se trasladó a un galpón de la calle Tinogasta por poco meses, y finalmente cerró para siempre. Avanti pasó a manos de otra empresa en 1971 (EMATEC) y se mantuvo así por algún tiempo para luego trasladarse nuevamente a Buenos Aires de la mano de la Tabacalera Sudamericana y, más tarde, de la Tabacalera Sarandí, que es la actual poseedora de la marca.
(3) Siempre hablando de Argentina, claro está. En Italia sucede un fenómeno paralelo pero mucho más marcado, con la importante diferencia de que allí los toscanos han pasado a ser considerados un hábito chic, elegante, muy relacionado al mundo gourmet. 

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