jueves, 9 de octubre de 2014

Humo histórico: degustando unos añejos toscanos Flor de Mayo

A esta altura de nuestro saber, queda claro que la ciudad de Rosario llegó a contar con un gran número de factorías  y  talleres tabacaleros dedicados a la confección del cigarro toscano. Y entre las marcas más populares que de allí surgieron se cuenta Flor de Mayo, cuya época de oro supo extenderse desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial hasta bien entrada la década de 1960. Sin embargo, el rótulo que nos ocupa tiene un pasado  no  exento  de  ciertos vericuetos históricos relacionados a una manufactura compartida por más de una fábrica, algo que parece haber sido bastante común en el acontecer industrial de los puros argentinos a lo largo del siglo XX (1). Pero lo bueno de todo, más allá de esos enredos pretéritos que tanto nos gusta investigar, es que otra vez pudimos hacernos de algunos viejos envases cerrados con todos sus ejemplares intactos,  a partir de los cuales realizamos una degustación destinada a compartir nuestras experiencias sensoriales con  los aficionados toscaneros que de tanto en tanto visitan este blog.



Los paquetes en nuestro poder pueden ser datados sin ningún margen de error entre los años 1962 y 1967, dado que a su conservación impecable se sumó el feliz hecho de tener pegadas y bien legibles las estampillas fiscales. En ellas se lee la leyenda Dto. 8667/62, lo cual nos indica que forzosamente son posteriores al año de promulgación de esa norma (1962). Luego, sabemos que la siguiente modificación se produjo en 1967 con el decreto 6934/67 y que todos los timbres impositivos fueron reimpresos para adecuarse a la nueva pauta. Ergo, la fecha se establece entre tales años de manera  incontrovertible, a lo que se suman otros datos como el precio, también coincidente con la época de marras. Referencias de interés son asimismo la inscripción bien clara de su fabricante, E y M Durán y Cía SRL, y su domicilio rosarino de San Martín 2138/60. Dado que existen vestigios sobre la misma marca elaborada por Tabacos Colón, de Fernández y Sust, hacemos algunas aclaraciones complementarias en una nota al pie (2).




















Yendo a nuestros toscanos cronológicamente remotos, digamos que la ceremonia organoléptica fue desarrollada al término de un excelente asado con la presencia contemplativa de un buen grupo de amigos. Ante la ausencia con aviso de Enrique Devito, quien generalmente nos acompaña en estas ocasiones, la posta recayó en Sebastián Nazábal, otro aficionado a los buenos cigarros puros que aceptó de buen grado el desafío de experimentar las percepciones provocadas por especímenes tabacaleros con  medio siglo de antigüedad.  Pero la suerte estuvo una vez más de nuestro lado: los medios toscanos probados se mostraron íntegros, fáciles de encender y aún más simples de fumar. Entre sus efluvios detectamos los tradicionales rasgos de cuero, café y resinas sumados al infaltable matiz mineral, todo ello en el marco de un sabor que conserva un cierto acento “agreste” propio del tabaco misionero (de los tipos Criollo y Kentucky) con el que seguramente estaban elaborados estos veteranos toscanos patrios.


Volvimos así a probar añejos prototipos del cigarro más fumado en la Argentina de antaño, y nuevamente encontramos  esa nobleza palpable en la presentación, la confección, la combustión, el aroma y el sabor de lo catado.  Por lo tanto,  no es redundante ratificar que la actividad tabacalera nacional  hacía las cosas muy bien por entonces, y que de su excelencia disfrutaron varias generaciones. ¿Cómo no imaginarse a algún personaje saboreando su Flor de Mayo -café, ginebra o grappa mediante- en algún olvidado bar cercano al puerto de Rosario? Nosotros pudimos hacerlo, ayudados por tan singular y humífero túnel del tiempo.

Notas:

(1) En efecto, todo indica que semejante proceder era habitual cuando algún establecimiento veía excedida su capacidad productiva por aumento de la demanda u otros imprevistos, lo que la obligaba a derivar parte de su manufactura a algún taller “colega”. En esos casos, lo común era que la fábrica contratante enviara el tabaco a la fábrica contratista, que realizaba el trabajo de armado y empaquetado de los cigarros. No obstante, es difícil asegurar que éste sea el caso, dados los indicios que analizamos en la nota que sigue.
(2) El rótulo “Flor de Mayo” fue creado y registrado por AndrésDurán, fundador de la fábrica y cigarrería homónima. Así lo confirman numerosas apariciones en el registro de marcas publicadas por el Boletín Oficial de la República Argentina desde la década de 1910 hasta el año 1939, cuando el establecimiento ya se llamaba del modo que encontramos en nuestros paquetes: E y M Durán y Cía.


Con todo, también queda claro que en algún momento de su existencia los toscanos Flor de Mayo fueron hechos por Tabacos Colón, el legendario establecimiento de Fernádez y Sust, como figura en ciertas marquillas de los decenios de 1940 y 1950. Un detalle es ciertamente llamativo: aunque sigue apareciendo el logo de Durán, las inscripciones dejan claro que el fabricante es Tabacos Colón, incluyendo su dirección de Felipe Moré 929.  Las preguntas son obvias:  ¿fue un cambio de propiedad de la marca que se extendió por algunas décadas, o simplemente una elaboración hecha por Fernández y Sust para Durán? El tema da para mucho más, ya que ambas firmas tienen registradas compras y ventas de marcas a lo largo de su historia,  así  como  la  práctica  de manufacturar por cuenta y orden de terceros. Hoy sólo queremos señalarlo a modo de aclaración, pero tal vez algún día tengamos las ganas y el tiempo para investigar y llegar al fondo del entuerto.


1 comentario:

  1. Los fume,mas como espanta vecinos que como un placer...en las carreras de cafeteras en San Andrés De giles prendía uno y conseguía un buen espacio en la alambrada..

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