La fabricación local de cigarros del tipo italiano, iniciada
a mediados de la década de 1870, comenzó a ganar terreno de manera lenta pero
progresiva en el espíritu de los industriales tabacaleros. El crecimiento de la
masa inmigratoria de origen peninsular fue, seguramente, el factor determinante
para el gran desarrollo experimentado en el consumo de ese tipo de productos.
Así lo entendieron algunos precursores de la actividad, como el reconocido
industrial Donato Didiego, que fundó su manufactura
La Virginia en 1883. Por ahora, esa fecha nos dice que se trata de
la segunda casa especializada en las llamadas “imitaciones” de los artículos de
nuestro interés que existió en el país. Ello incluía no sólo a los toscanos,
sino también a otros módulos tradicionales como los brisagos y los cavour. La
edición 1895 de la
Guía descriptiva de
los principales establecimientos industriales de la República Argentina ofrece
una completa reseña sobre las características del negocio.


Dicha descripción comienza brindándonos una importante data
acerca del origen cronológico de la firma, ya que señala su fundación “de 12
años a esta parte”. Luego comienza a
enumerar las diferentes dependencias del amplio local (22 metros de frente por
85 de fondo) citando algunas de las más comunes a cualquier establecimiento del
ramo: clasificación, expedición, carpintería (donde se armaban las cajas para
los puros), depósitos, etcétera. Nos detendremos entonces en cierto sector de la
planta señalado como un espacioso salón
en el que numerosos operarios se están ocupando en la confección de cigarros de
la paja y cavours (1), que forman la
especialidad de La Virginia, conquistándole merecidos créditos gracias a su
exquisita elaboración. El relato técnico se enfoca después en algunas
maquinarias, como las mezcladoras de tabaco, picadoras, tostadoras y el secador
automático “de nueve metros de longitud”, todas ellas movidas por un motor de
diez caballos de fuerza. Particularmente interesante es la mención de la cámara
a fuego directo para el secado de los cigarros de estilo italiano.


Pero hay un detalle que no podemos pasar por alto: en 1895,
año de edición de la guía, los dueños de la empresa son los Cónyuges Brambilla,
tal cual consta en el texto descriptivo y en un espacio de publicidad adjunto.
Sabemos que el fundador de la casa fue don Donato Didiego, gracias a
muchos muchos documentos de la época y a
otras publicidades de principios del decenio de 1890 (2). Entonces, ¿cuándo se realizó la transferencia del comercio?
Hubiera sido imposible saberlo con certeza si no fuera por aquel pleito entre W
Paats, Roche & Cía y “La Suiza”, que analizamos en una entrada de Consumos del Ayer el 3/12/2012. En esa
oportunidad no lo mencionamos porque no
venía al caso, pero el escrito en cuestión también involucra a Didiego y a los
Brambilla como testigos de la causa. Sin entrar otra vez en los vericuetos
legales de referencia, digamos simplemente que
el texto judicial ofrece una respuesta por partida doble: don Donato
Didiego transfirió todas sus marcas a los Cónyugues Brambilla en diciembre de
1894, y éstos liquidaron definitivamente La
Virginia en el mismo mes de 1898, o sea que sólo la dirigieron por cuatro
años (3). Tenemos ahora la certidumbre sobre la fundación y el cierre de una antigua y prestigiosa manufactura de
cigarros, cuya vida se desarrolló desde 1883 hasta 1898, así como los nombres
de quienes dirigieron su destino en ese período.

En dos entradas conocimos a
La Argentina y La Virginia, probablemente las dos primeras
fábricas de toscanos emplazadas en el territorio nacional, que iniciaron la
saga productiva del cigarro más popular de nuestro país a lo largo de su
historia.
Notas:
(1) Ya son varios los testimonios de fines del siglo XIX en
los que resulta frecuente la mención del
Cavour y el Brisago (o “de la paja”) en detrimento del toscano, a pesar de que
en esa época se vendía y fumaba mucho más este último. Tal vez (sólo es una
teoría), se debe a que el toscano era un cigarro asociado a los sectores de bajos
recursos del centro y el sur de Italia, en contraposición con sus distinguidos
competidores del Piamonte (Cavour) y el Trentino (Brisago).
(2) En diferentes documentos aparece como De Diego o como Didiego. Creo más en la segunda opción por ser el apellido plasmado en las fojas del juicio. Imagino que, como testigo del mismo, Didiego habrá tenido que presentar allí algún tipo de documentación que acreditara su identidad.
(3) ¿Cuál pudo haber sido el motivo del cierre? Difícil
saberlo a ciencia cierta, por ahora, pero es bien factible que haya sido una de
las tantas fábricas de cigarros puros que vieron fuertemente comprometida su rentabilidad
luego de la entrada en vigencia de los impuestos internos, en 1895. A eso debe
sumársele una dura crisis en las plantaciones de tabaco ese mismo año y la
creciente presión de los artículos similares importados.