Con esta entrada se cumplen cuatro ocasiones consecutivas enfocadas en un
mismo tema, lo cual no tiene antecedentes en nuestro blog. El motivo de semejante énfasis se relaciona con uno de los objetivos esenciales que nos trazamos hace
poco menos de tres años: la búsqueda (y en lo posible el hallazgo) de antiguos
fabricantes de cigarros italianos en la Argentina del ayer. Sabíamos que eso no
iba a ser fácil, y que seguramente no faltarían oportunidades en las que
descubriríamos certezas “a medias”, o sea, registros tan convincentes sobre
la actividad tabacalera en general como poco específicos en cuanto a las
elaboraciones que nos interesan. Con una mirada crítica (mea culpa) eso mismo se podría decir de las evidencias que hemos
presentado hasta ahora para demostrar la supuesta confección de toscanos por
parte de los 41 cigarreros italianos y sus talleres ubicados en la Ciudad de
Buenos Aires.
Bien o mal, nuestra argumentación se viene sosteniendo en
tres cuestiones:
1- La
nacionalidad italiana de los titulares, remarcable pero poco reveladora en sí
misma. No obstante, debemos considerar los lazos patrióticos espirituales que
unían a los inmigrantes, quienes preferían consumir productos propios de su
país, más aún si estaban elaborados por gente de la colectividad. Por aquel
tiempo, los emprendedores italianos afincados en estas tierras que fabricaban
artículos específicos para sus compatriotas constituían una postal cotidiana y masiva. Al respecto, vale la pena apuntar un dato significativo: de los nueve establecimientos que tenemos debidamente chequeados como fábricas de toscanos
en el siglo XIX, siete tienen dueños italianos. Esa característica incluso se
aprecia entre los trabajadores en relación de dependencia que logramos ubicar
incidentalmente en el censo poblacional, con excepción de algún solitario
español o de argentinos descendientes de italianos. La imagen a continuación de
este párrafo es una muestra de ello: la cigarrería de Nicolás Bassi en el barrio de La Boca, que primero hallamos en el
censo industrial y luego en el de población, con su dueño y dos cigarreros
argentinos llamados Novella y Pappolla.
2- Una importante mayoría de los apellidos de la
nómina proviene del norte (Piamonte, Liguria, Véneto, Lombardía), donde se
concentraba la tradicional y poderosa industria de los puros típicos peninsulares, como el Cavour y el Brissago. Esto suma abundantes puntos en favor de nuestra
teoría porque sabemos bien que ese tipo de fabricación estaba invariablemente ligada a la de los toscanos.
3- El carácter
familiar casi íntimo comprobable en muchos casos (mayormente parecen trabajar
en sus propias casas), decididamente más proclive a la elaboración acotada de
puros que a la manufactura industrial de
cigarrillos por obvias limitaciones de personal, tiempo, volumen y competencia
en el mercado.
Pero hay además algunos otros puntos para reflexionar, que
son los siguientes:
- El contexto del
sector en 1895: ya desde comienzos de esa década el toscano se fortalece
como el puro más fumado del país, lo que equivale a decir que era el artículo
tabacalero con mayores ventas después de los cigarrillos de papel. La industria
del cigarro de hoja gozaba de un apogeo que no iba a durar mucho, aunque el
toscano se mantendría con éxito durante al menos seis décadas más.
- Las alusiones a la vastedad de su elaboración: incontables fuentes de la época
señalan que los cigarros italianos (especialmente los toscanos) eran
profusamente elaborados, o importados, o falsificados, o incluso
contrabandeados, pero siempre en gran número y por mucha gente diferente.
Además de evidenciar una enorme demanda, eso implica que la industria nacional
estaba fuertemente atomizada entre pequeños fabricantes.
- El misterioso origen
de los cigarreros que trabajaron en “Avanti” pocos años después: la
apertura de la gran fábrica Avanti entre
1902 y 1904 en el barrio de Villa Urquiza es quizás el dato más conocido en la
historiografía del toscano argentino. En sus comienzos, esa colosal planta (la
primera de semejante envergadura abocada exclusivamente al toscano) contrataba
cigarreros italianos de manera exceptiva, dado que tenían la destreza para
hacer su labor en forma rápida y eficaz. Si hasta entonces no existía ninguna
factoría especializada con semejante magnitud, ¿de dónde pudieron haber salido
los centenares de operarios, capataces y jefes de producción que calificaban
sólo si tenían experiencia en la materia, y que fueron contratados
prácticamente al unísono? ¿Qué hacían todos ellos en los años anteriores? La
presencia de estos pequeños talleres y cigarrerías con elaboración propia en la
década previa proporciona una respuesta tan lógica que parece casi
incontrovertible.
Sin embargo, lo único incontrovertible es aquello que se
comprueba al ciento por ciento. Por más que todo lo visto en las últimas cuatro
entradas le da un poderoso sustento a nuestra hipótesis (según la cual, la gran mayoría -por no decir la totalidad- de
los 41 cigarreros italianos que encontramos establecidos en la Capital Federal
de acuerdo al Boletín Industrial del Censo 1895 producía toscanos), no vamos a
considerarlos como fabricantes chequeados, con excepción de dos casos que hemos
separado para nuestro listado principal de establecimientos cotejados
históricamente, y que explicaremos en un futuro cercano. En todo caso, a partir
de ahora llevaremos un listado aparte con los posibles manufactureros de toscanos, que dimos en comenzar por la
Ciudad de Buenos Aires y que algún día ampliaremos a las provincias de Buenos
Aires, Santa Fe y Córdoba, donde seguramente existían otros.
Lo bueno, en definitiva, es mantener en alto el espíritu de
investigación y recordar a esas miles de personas (mujeres y hombres) que
forjaron la fama legendaria del producto ítalo
argentino más emblemático de nuestra historia.
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