El personal ocupado en cada establecimiento es quizás el más
significativo de los datos apuntados en la lista de cigarreros italianos que venimos analizando desde las últimas dos
entradas, ya que nos permite vislumbrar
el grado más o menos modesto, artesanal y familiar de cada establecimiento. De
todos modos, no tenemos dudas sobre el común denominador de “micro-empresa” que
envuelve a la inmensa mayoría. En el repertorio de 41 talleres notamos que 20 declaran tener 1 o 2 empleados, mientras que otros 17 cuentan con 3, 4 o 5
personas ocupadas. Dos de los cuatro restantes apenas superan la media decena,
con 6 y 7 empleados, y finalmente nos queda la única dupla de firmas con un
plantel de cierta consideración: Cayetano
Sturla (11) y Caligaris y Terzano (25).
Este último número sobresale del resto y nos dio la excusa para investigarlo de
manera particularmente puntillosa, cosa que hicimos con los resultados que
siguen.
Como dijimos en la entrada anterior, la segunda fuente de
información para verificar datos es la
parte poblacional del mismo censo 1895, felizmente digitalizada en internet. En el caso Caligaris y Terzano, la ficha
del Boletín Industrial indicaba la
sección 7ª, y allí nos adentramos con mucha suerte, al punto de hallarlos habitando en el mismo domicilio y descubrir
que eran parientes. Eso nos permitió además sumar un indicio geográfico de cierta especificidad: la calle Corrientes. Por desgracia no se llega a leer el
número, pero tratándose de la mencionada sección 7ª tiene que ser algún punto entre las actuales José Evaristo Uriburu y Rodríguez Peña. Yendo a la información
concreta, el primer apuntado es Giuseppe
Caligaris, italiano de 36 años y profesión comerciante, junto a su esposa Teresa Terzano, de 31 años e igual
nacionalidad, y sus hijos Aída, Carmen,
Alfonso y Adolfo, todos nacidos en Argentina. Luego sigue el otro grupo
familiar encabezado por Carlo Terzano, también italiano y comerciante, de 32 años, unido en matrimonio con Giovanna Bianco, italiana de 26, y su descendencia argentina encarnada por los pequeños Josefa, Giovanna y Federico. Seguidamente
aparecen Juan Marelleno, cigarrero
español (22), Francesco Amerio, carpintero
italiano viudo (55), y las que parecen ser hijas de este último: Emma (26) y Giuseppina (20), ambas cigarreras de oficio. No hay después de esto
otras referencias de nuestro interés.
No caben dudas de que los Caligaris y Terzano registrados
en el Boletín Industrial son los
mismos que hallamos luego en el censo de población. Tenemos, en el primero, a
dos socios que declaran ser italianos y conjugan sus nombres a modo de razón
social, y luego, en el segundo, a dos
individuos con idénticos apellidos y nacionalidades, domiciliados en la misma
sección, que viven juntos, que parecen ser cuñados y que se definen como
comerciantes, o sea que sobre ese punto no hay dudas. Ahora bien, ¿por qué comerciantes
y no cigarreros? En realidad, los dos
rótulos son correctos si una persona elabora cigarros y también los vende, ya
que es indistintamente una cosa o la otra y puede elegir la que guste al
manifestar su profesión. Un panadero de oficio con local propio de venta al público bien puede
indicar que es panadero, pero también puede decir que es comerciante, sin
mentir en ninguno de los dos casos. De todas maneras, la presencia de otros
cigarreros en el lugar confirma nuestra hipótesis, aunque genera una nueva pregunta
relativa a notorias diferencias numéricas: si en la compulsa de población fueron
censados nada más que tres cigarreros y un carpintero, ¿dónde están los otros
21 empleados? Si bien no tenemos la certeza de que fábrica y casa sean exactamente
lo mismo -espacialmente hablando- sabemos que por aquel tiempo la gente
buscaba tener su domicilio aledaño al trabajo e incluso, si era posible, en el
mismo inmueble, en piezas situadas al fondo, arriba o al costado, pero casi siempre en la inmediata cercanía. Quizás
la cigarrería estaba muy cerca y sólo fueron censados los cigarreros que vivían
allí mismo, mientras que otros se domiciliaban algo más alejados. Esa es una de
varias posibles explicaciones (1), pero lo que nos interesa aquí es que hasta
ahora todo huele a tabaco, por
decirlo de alguna manera, y si hilamos un poco más fino huele a cigarro puro (2).
La vez pasada destacamos el ingrediente septentrional de los
apellidos comparecientes en nuestra lista, de neta mayoría piamontesa, ligur,
lombarda y véneta, es decir, donde existía la mayor tradición itálica de
cigarros puros. Y en este caso es aplastante: una búsqueda muy minuciosa en
sitios especializados nos indicó que de los 339 Caligaris existentes hoy en la península, 309 (90%) corresponden al
Piamonte, la Liguria y la Lombardía. En el mismo sentido, los Terzano son 174 en total, de los cuales
122 (70%) pertenecen a las susodichas regiones del norte. También revisamos el
apellido Amerio de las dos jóvenes
cigarreras presentes en el lugar. La distribución gráfica de esa gracia en el
territorio italiano, que podemos ver a continuación, habla por sí sola.
Hemos verificado así, a modo de muestra representativa, uno de los establecimientos
en tiempo, forma y lugar, conocido a sus titulares, sus familias y a algunos de
sus empleados, todo reforzado por indicios que apuntan a la producción de
cigarros puros italianos sin descartar al resto de los artículos tabacaleros.
Es casi seguro que en las cigarrerías de nuestra lista se confeccionaban, además del Cavour, el Brissago y el toscano, otro tipo de cigarros de hoja e
incluso, quizás, cigarrillos. No obstante parecería que nada indica de manera
inequívoca una cosa o la otra con excepción de algunas conjeturas, ciertas suposiciones
y determinados hechos circunstanciales
ocurridos hace 120 años. Pero, ¿qué pasa si unimos todas las pistas obtenidas hasta ahora con otras reflexiones sobre la
industria toscanera de la época, muchas de las cuales vimos hace tiempo en este
blog, y las confrontamos conjuntamente? Eso mismo vamos a hacer, a modo de epílogo, en la próxima entrada de la
serie.
CONTINUARÁ…
Notas:
(1) Tal vez el censo se hizo un domingo (que en ese entonces
se trabajaba medio día) y solamente estaban presentes algunos de los operarios.
También es posible que la cifra de 25 empleados incluyera a personas que
elaboraban cigarros en sus propias casas y luego los llevaban a la fábrica,
donde se efectuaba un control y se pagaba
por cantidad y calidad entregada. Esa práctica era muy común dentro de la
industria tabacalera.
(2) La presencia de carpinteros, como el apuntado Francesco Amerio, resultaba
imprescindible en las manufacturas de cigarros puros, ya que éstos solían ser
envasados en cajas de madera conteniendo 20, 25 o 50 unidades, según el modelo. Las reseñas de establecimientos célebres como La Argentina o La Virginia, que hemos repasado oportunamente, hablan de sectores propios y específicos de
carpintería destinados a dicha labor.
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