Tal cual señalamos en el posteo de junio titulado Desventuras de un investigador, el Boletín Industrial del censo 1895 es tan
útil para ubicar manufacturas de tabaco como inútil para saber si se dedicaban
a alguna especialización determinada. Dicho en otros términos, prácticamente
ningún dato allí plasmado nos ofrece indicios sobre la eventual elaboración de
productos italianos (1). No obstante, aquella adversidad inicial se convirtió en un marcado entusiasmo por averiguar algo más sobre esos cigarreros
peninsulares que tenían toda la aureola de fabricantes toscaneros. La primera fuente complementaria que consultamos fue el
capítulo poblacional del censo en cuestión (que es un censo aparte, en rigor de
verdad), donde los habitantes quedaron asentados en los domicilios junto con
sus grupos familiares (2). Sabiendo que nuestro sondeo se limitaba a la Capital
Federal iniciamos la exploración de nombres
y apellidos. Un dato histórico nos ayudaba bastante: la gente de la época solía
vivir en el mismo lugar de trabajo o muy cerca de él, especialmente si se
trataba de empresas pequeñas y familiares. Era más que probable encontrar a estos
cigarreros italianos habitando en la misma sección donde desarrollaban sus
labores cotidianas.
Y así fue que dimos con muchos de ellos, quienes declaraban siempre tener como oficios los de cigarrero o comerciante. Eso es una buena confirmación de su existencia en tiempo y lugar, pero no implica ningún rastro
concreto del tema que más nos interesa. Un cigarrero a secas podía hacer
cualquier tipo de puro y no necesariamente uno italiano, e incluso era
capaz de armar cigarrillos de papel. Lo mismo sucede con los comerciantes dedicados al rubro, que
podían elegir entre cientos de ítems tabacaleros para confeccionar y vender. La
nacionalidad italiana es un dato que apunta en la dirección que queremos,
pero no lo suficiente, al igual que la condición de talleres artesanales con
pocos empleados. ¿Qué más pudimos encontrar? Pues bien, la siguiente etapa de
la búsqueda nos llevó a la misma Italia (virtualmente hablando, claro), donde logramos
descubrir algunas cosas harto interesantes. Verbigracia, que la nómina presentada
en la entrada anterior está repleta de apellidos originarios del norte de
Italia, especialmente del Piemonte, la Liguria, la Lombardía y el Véneto. Y
eso, como veremos, no es casualidad.
Señalamos hace algún tiempo que la primera gran inmigración
desde Italia, entre 1860 y 1880, estuvo compuesta por nativos del norte, y que
a partir de entonces empezó a venir la gente del centro y el sur. En la Argentina de 1895, quince años después del comienzo de esta segunda oleada, era igualmente sencillo encontrar personas de cualquier región
de ese país. ¿Por qué, entonces, la mayoría de los cigarreros italianos era del
norte? Por algo muy simple: la industria
tabacalera se encontraba allí mucho más desarrollada, había más fábricas y
existía una mayor tradición en la manufactura de ciertos cigarros emblemáticos, como el Cavour, del
Piemonte, o el Brissago, del Véneto. Ergo, esos artesanos tabacaleros llegaban
empapados de una tradición laboral claramente inclinada hacia los puros de sus
respectivas regiones. No eran especialistas en los tipos habanos, ni en
cigarrillos de papel (3), sino en los cigarros que consumían ellos, sus
hermanos, sus padres, sus abuelos, y que seguramente habían aprendido a armar
cuando todavía eran niños. Veamos a modo de ejemplo gráfico un par de casos: el de
Francisco Queirolo y Cayetano Sturla. En ambos podemos apreciar una selección de la página
correspondiente al censo de población y luego la ubicación geográfica de sus
apellidos en Italia, de acuerdo con el sitio www.gens.info
(4)
Exactamente lo mismo sucede con Ricotti, Aime, Cavanenghi, Rotta, Corso, Bonani, Montini, Camillo,
Dodero, Ferrando, Pancini, Carrega, Capra, Bertolazzi (apuntado
erróneamente en la ficha del censo con una sola zeta) Gambetta y Nicolodi,
sumados a los socios y cuñados Caligaris y
Terzano, cuyo caso especial
trataremos en la próxima entrada. Empezamos hablando de cigarreros italianos.
Luego, de cigarreros italianos artesanales. Ahora ya tenemos a cigarreros
italianos artesanales mayormente del norte, lo que nos va llevando lentamente
hacia donde queremos llegar…
CONTINUARÁ…
Notas:
(1) Hay excepciones muy puntuales. En aquella misma ocasión
señalábamos el sugestivo nombre de la Cigarrería
de la paja, de Botti y Ramírez, y poco tiempo después dimos con algo
parecido, pero mucho más explícito: nada menos que el inestimable y legendario
establecimiento La Argentina, de Juan
Otero y Nicolás Cavalleri, pionero en la industria nacional de puros itálicos.
En el padrón que nos ocupa aparece como Fábrica de cigarros denominados de la paja, es decir, Brissagos. Semejante rótulo viene a confirmar que cualquier
referencia de la época sobre la elaboración de alguno de los tres cigarros
italianos más famosos indicaba inexorablemente la confección simultánea de los
otros dos. En el caso de La Argentina lo
sabemos bien porque conocemos la reseña de su establecimiento según una
importante guía industrial publicada ese mismo año de 1895, cuyo contenido volcamos
hace un par de años bajo el título Manufacturas
pioneras del toscano nacional . Volveremos sobre este punto en la cuarta y
última entrada de la presente serie, cuando expongamos conjuntamente los
indicios que avalan nuestra hipótesis de que todos los integrantes de la lista de cigarreros italianos
afincados en Buenos Aires producían toscanos.
(2) Esa información es de libre acceso en el sitio familysearch.org. La parte específica
del censo 1895 está en el siguiente enlace que lleva al motor de búsqueda de nombres
y apellidos: https://familysearch.org/search/collection/1410078
(3) De hecho, los cigarrillos son la más remota de las
posibilidades, por dos razones. La primera es que en Italia no gozaban de un
consumo extendido: según las estadísticas presentadas por el profesor Luca
Garbini (cuyo excelente trabajo académico hemos citado varias veces), en 1895
Italia vendió en su mercado interno cigarros puros por un total equivalente a
5.845.851 kilos de tabaco, mientras que los cigarrillos apenas alcanzaron los
390.712 kilos. El segundo motivo es que la manufactura argentina del cigarrillo
estaba en ese entonces sumamente mecanizada y en manos de fábricas grandes.
Para un cigarrero artesanal, elaborar semejante
tipo de artículos era poco o nada competitivo.
(4) Si alguien desea buscar un apellido deber ir al botón Cognome.
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