“Se ha incendiado una
fábrica de cigarros toscanos. Es decir, los toscanos se han convertido en humo
y ceniza, lo cual hace innecesaria la intervención de la policía. Porque nadie
va a negarnos que han muerto de muerte natural.” Así rezaba el texto de una
breve apostilla plasmada en las sección “Menudencias” de la célebre revista Caras y Caretas, más precisamente en su
edición correspondiente al 6 de julio de 1907. En ese momento era sólo un
chiste, una frase cómica, aunque pocos años después se convertiría en la más
dura y palpable realidad para un manufacturero del sector, que además nunca
logró recuperarse económicamente del siniestro (1). Así logramos comprobarlo
luego de una serie de hallazgos concatenados que se publicaron en el Boletín
Oficial entre los años 1909 y 1912. El caso resulta ser toda una curiosidad
histórica, por lo cual decidimos volcarlo como algo diferente y singular dentro
de la saga toscanera argentina.
La factoría en cuestión era propiedad de Francisco García Cortina (hijo), sobre quien
ya sabíamos algo gracias a un par de solicitudes marcarias efectuadas entre las
vísperas y los meses posteriores al centenario. Podemos encontrar la primera el
1 de octubre de 1909, cuando realizó el trámite de rigor para inscribir su
rótulo Fioré en la clase 59
correspondiente al tabaco, sus derivados y artículos para fumadores (2). Como
puede observarse a continuación, no hay allí referencia alguna sobre cigarros
italianos, pero eso cambiaría poco menos de un año más tarde. En efecto, el 17
de noviembre de 1910 se realizó otra diligencia del mismo tenor, esta vez
incluyendo un gráfico bastante completo de la etiqueta de una caja de 50
toscanos. Entre los numerosos datos dispuestos (3) nos quedamos con los más importantes a la
hora de confirmar la existencia
inequívoca de un establecimiento tabacalero real y tangible, en especial
con la dirección Cochabamba 171 al 175,
del barrio porteño de San Telmo.
Hasta ahora todo
parece marchar viento en popa para este industrial emprendedor abocado al
negocio de confeccionar -como tantos otros de la época- el cigarro puro de
mayor éxito a comienzos del siglo XX, cuyo consumo vernáculo superaba los
doscientos millones de unidades anuales. Sin embargo, tal cual dice el viejo
dicho, las apariencias engañan.
Apenas treinta días después de su segunda solicitud de marca ubicamos cierta
resolución de la Administración de
Impuestos Internos que presenta un panorama sombrío y preocupante por
partida doble: la fábrica de García Cortina no sólo había sufrido un
desgraciado accidente, sino que además tenía abultadas deudas con el fisco.
Recordemos que desde la entrada en vigencia del gravamen que
daba nombre a esa administración, era obligatorio adquirir todos los timbres
legales necesarios para estampillar los productos tabacaleros en forma previa a
su existencia física. No sólo estaba prohibido comercializar cigarros,
cigarrillos o tabacos sin estampilla (algo obvio), sino que tampoco podían permanecer depositados en esa condición
dentro de las mismas fábricas. Frente a una requisa sorpresiva de las
autoridades fiscales, todos los productos
debían estar estampillados, so pena de multas y clausuras. Ello obligaba a
adquirir los timbres con anticipación y en grandes cantidades para cubrir las
cuotas productivas previstas y los eventuales excesos. Sin embargo, el estado
entendía que no todos los manufactureros estaban en condiciones de pagar las
sumas pertinentes al contado, por lo cual otorgaba letras de crédito para la
cancelación paulatina de tales obligaciones. Incluso, como veremos, llegaba a
conceder prórrogas adicionales para aquellos que no pudieran cumplir en tiempo
y forma. El contenido del texto que sigue, fechado el 17 de diciembre de 1910,
puede resumirse en lo siguiente: García Cortina adeudaba al fisco 22.518 pesos moneda nacional (4) y solicitaba una
prórroga de noventa días. Las autoridades accedieron, atentas al hecho de que “las causas que han motivado la falta de
cumplimiento por parte del peticionante son debidas al incendio que se ha
producido en su fábrica”.
Debió pasar más de un año para que el tema volviera a estar
presente en las páginas del Boletín Oficial, y lo que allí se ve no es bueno
para el empresario de marras. El 9 de febrero de 1912 se le niega la
posibilidad de poner en garantía una partida de 300.000 cigarros importados
(5), toda vez que la deuda aún se encontraba impaga y había ascendido a 24.417
pesos. Finalmente, el 21 de febrero, un decreto dispone iniciar las acciones
legales correspondientes contra Francisco y también contra un tal José García Cortina, que obraba en
carácter de fiador y quizás era su hermano o su primo. A partir de entonces no hay
nuevas apariciones del personaje que nos ocupa, ni de su manufactura, ni de sus
marcas.
Al final, según parece, los toscanos de Francisco García
Cortina se hicieron humo en todos los sentidos posibles, tanto reales como
figurados. No sabemos si el modesto cuerpo de bomberos que existía en
ese tiempo acudió el día del incendio, pero podemos inferir que el negocio
acabó naufragando en una mar de fuego y deudas…
Notas:
(1) La broma parece haber sido fatalmente profética en más
de una ocasión, ya que existió un caso anterior al de García Cortina, que fue
el incendio de la gigantesca y aún reciente planta de Avanti en 1909 (se había inaugurado en 1904). Pero la gran
diferencia era que ésta contaba con el respaldo de la poderosa Compañía Introductora de Buenos Aires.
El resultado es previsible: las instalaciones se reconstruyeron velozmente y en poco tiempo volvieron a
funcionar con normalidad.
(2) En 1912 hubo un reordenamiento y los tabacos pasaron a formar la clase 21.
(3) Incluyendo algunas inscripciones “de fantasía” puramente
nominales, como el uso del idioma italiano y la referencia de una supuesta
calidad de exportación. Todo eso servía para darle al producto una apariencia
de importancia internacional, pero casi nunca respondía a la realidad.
(4) Equivalente a unos 9.800 dólares norteamericanos al
cambio de 1910 (alrededor de $ 2,36 por dólar). Según los conversores
históricos de dólar a dólar disponibles en la web, eso equivale a casi 240.000
dólares de hoy.
(5) ¿Indica eso que también era importador? Tal vez, pero resulta más lógico considerar
que había trastocado su actividad a causa del siniestro. Si no pudo reconstruir
su fábrica (y eso parece), quizás encaró la importación para cumplir
compromisos de venta y continuar en el negocio. No olvidemos que en ese
entonces la importación de tabacos era muy abundante y variada.
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