El bloque conocido históricamente como “aliado” no fue
similar en las dos grandes guerras del siglo XX. Al respecto, las mayores
contradicciones estuvieron encarnadas por Italia y Japón, que pasaron de ser
naciones aliadas en la Primera (junto
a Francia, Gran Bretaña y USA) a formar parte del llamado eje durante la Segunda, en franca colaboración con Alemania. El
caso italiano es particularmente interesante debido a un dato no siempre
conocido: su principal enemigo entre 1914 y 1918 fue una “superpotencia” de la
época destinada a desaparecer: el Impero
Austro Húngaro (1). La rivalidad entre ambos países era de larga data, toda
vez que los peninsulares habían logrado reconquistar una importante porción del
Véneto y el Friuli como parte del proceso de unificación nacional culminado hacia 1870. Esas disputas parecían
superadas para 1910, pero la chispa encendida en Sarajevo el 18 de junio de 1914
(2) reavivó la vieja llama del odio entre italianos y austríacos, junto con
tantas otras.
En semejante contexto, el llamado frente italiano de la Primera Guerra Mundial comprendió casi
excluyentemente la parte noreste del país, cuyo relieve accidentado hizo
protagonistas a las divisiones alpinas entrenadas para combatir en alta montaña. El desarrollo de los eventos bélicos puede
resumirse en tres etapas, comenzando por las primeras ofensivas italianas que
culminaron con la dramática derrota de Isonzo
(1915) . La situación se hizo estable hacia 1916 e incluso permitió a las
armas de la península obtener algunas victorias. Frente a ello, el ejército
alemán acudió en auxilio de los austro húngaros para realizar una ofensiva
conjunta y forzar el repliegue italiano hasta el río Piave (1917). No obstante
una eventual superioridad estratégica, el desgaste físico y moral iba minando
la capacidad militar austríaca y alemana, lo cual no fue desaprovechado por su
contraparte. Pocas semanas antes de firmarse el armisticio, las fuerzas de
Italia irrumpieron por toda la región y
derrotaron definitivamente al enemigo en la batalla de Vittorio Véneto, librada a lo largo de varios días entre fines de
octubre y principios de noviembre de 1918.
Tales sucesos fueron seguidos con extremo interés por la
colectividad italiana establecida en nuestro país. Siendo el típico cigarro toscano
un producto de amplísimo consumo, tampoco resulta extraña la consecuente correlación
entre el conflicto armado y las marcas
del sector. Así sucedió al menos en dos oportunidades que pudimos acreditar
fehacientemente gracias a viejas ediciones del siempre útil Boletín Oficial. El primer caso
corresponde a Leopoldo Raffo, un
fabricante poco documentado en el pasado tabacalero argentino, pero del que al
menos sabemos algo: el 12 de marzo de 1915 realizó una primera solicitud para
el rótulo A Trieste, apoyada el 19 de
noviembre del mismo año con otra presentación donde constan colores y diseño.
Por si había alguna duda, en esta segunda ocasión se aclara el carácter de
puros toscanos.
Al año siguiente, el manufacturero Adolfo Estapé Amat hizo lo propio con cierta etiqueta más parecida a un eslogan comercial que una
marca propiamente dicha. La misma reza textualmente “fumen toscanos A Goritzia,
son los mejores”. Tenemos algunos datos sobre el empresario tabacalero de
marras, quien era propietario de La
Mulata, una fábrica que funcionó durante las décadas de 1910 y 1920. En ese
período acredita dos domicilios en los barrios capitalinos de San Cristóbal y
Parque Patricios, a la vez de realizar diversas gestiones para el registro de
cigarros y cigarrillos (3).
Ahora bien, ¿cómo sabemos que esas marcas hacían referencia
a los episodios del frente italiano en la Primera Guerra Mundial? Porque los indicios
al respecto son contundentes, tal cual comprobaremos a continuación. En primer
lugar, las ciudades de Trieste y Goritzia (más conocida como Gorizia) estaban situadas en pleno
territorio disputado, según puede observarse en el mapa. Si consideramos que ambos
eran topónimos, el uso de la preposición “a”
cobra claramente el mismo significado de “ir hacia”, con un fuerte ingrediente de avanzar, marchar y acometer. Además, las fechas son
perfectamente coincidentes con los progresos y retrocesos experimentados por el
ejército italiano: Trieste estaba en
la mira de los primeros éxitos de 1915, mientras que Gorizia fue fugazmente
conquistada por la fuerzas del general Luigi
Cadorna (4) en agosto de 1916. Un último testimonio nos da plena seguridad
del sentimiento patriótico de la época: en 1918, el mismo Adolfo Amat tramitó su
rótulo Piave junto con la imagen de
un soldado defendiendo el río homónimo, que fue frontera bélica durante los meses
previos al avance final de las tropas peninsulares.
La guerra en Europa, la colectividad italiana y los
toscanos. Tres elementos que alguna vez estuvieron conectados de manera
singular, aquí, en la Argentina.
Notas:
(1) El Impero Austro
Húngaro, también conocido como Austria-Hungría,
fue un estado monárquico creado a
mediados del siglo XIX en función de alianzas, tratados y conquistas
territoriales que abarcaban prácticamente todo el centro de Europa. Tal cual el
nombre sugiere, sus protagonistas eran los reinos de Austria y Hungría, pero el
vasto territorio en cuestión contenía asimismo -total o parcialmente- a las actuales Eslovaquia, República Checa,
Croacia, Eslovenia, Polonia, Bosnia Herzegovina, Montenegro, Ucrania, Rumania y ciertos dominios temporales en el noreste
de Italia. Es sencillo imaginar las dificultades administrativas (y de toda
índole) que implicaba la tarea gubernativa frente a tamaña multiplicidad de
etnias y culturas. Como dato ilustrativo basta el siguiente: aunque sus lenguas
oficiales eran el alemán y el húngaro, en el impero existían otros once idiomas
activos, sin contar los dialectos regionales.
(2) Que fue el asesinato del Archiduque Francisco Fernando (heredero del trono austro-húngaro) y su esposa a manos de un nacionalista
serbio.
(3) Es posible chequearlas en el
catálogo de fabricantes del CPCCA:
(4) No vamos a presentar una biografía del general Cadorna,
pero vale la pena destacar su curioso caso, ya que el término cadorna se utiliza en la jerga lunfarda
argentina para definir algo de baja calidad. Y no es para menos: las sucesivas
derrotas sufridas por las fuerzas a su mando en 1917 hicieron que acabara
siendo relevado. Su reemplazante fue el ítalo español Armando Díaz, vencedor en Vittorio
Véneto.
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