Como bien saben nuestros seguidores más veteranos, entre los
compromisos históricos irrenunciables de este blog se encuentra el de buscar
antiguas factorías argentinas de cigarros italianos. Ello supone un minucioso
análisis de testimonios capaces de acreditar inequívocamente su funcionamiento
en algún momento del pasado, tales como añejas
publicidades, menciones en guías de la industria, solicitudes para el
registro de marcas comerciales o citas en documentos públicos de corte
impositivo y jurídico. Mientras tanto van apareciendo nuevos datos sobre
manufacturas bien chequeadas como tales, relativas a fechas de apertura y
cierre (1), cambios de domicilio e identidad de sus propietarios. Por lo tanto,
aunque presentemos nuestro listado de fábricas muy de vez en cuando, éste sufre
pequeñas modificaciones y se actualiza de manera constante.
Luego de quince meses desde su última publicación, ciertos
hallazgos ameritan una nueva entrada sobre el tema, incluyendo un hecho inédito hasta ahora. Así como
logramos ubicar otros tres viejos
establecimientos toscaneros (dos de ellos, de existencia irrefutable), también
descubrimos indicios que nos llevan a eliminar una de las firmas que teníamos en la nómina . Pero vayamos
ordenadamente en tiempo y forma. Pudimos ubicar al primero de estos
emprendedores tabacaleros merced a una fuente que parece inagotable: aquel
juicio por falsificación que el importador exclusivo de tabacos italianos W Paats, Roche y Cía promovió a fines
del siglo XIX contra diversas fábricas nacionales encabezadas por La Suiza, de la ciudad de Rosario.
Gracias a dicha causa judicial habíamos descubierto el establecimiento de Francisco
Quaranta, y ahora (luego de una lectura más profunda de sus muchas páginas)
hicimos lo propio con el taller de Félix
Marcovecchio, llamado “La Nacional” (2). El fragmento del texto expuesto a
continuación hace innecesarias mayores explicaciones respecto a la completa
seguridad de que tanto Quaranta como Marcovecchio confeccionaban toscanos y
demás puros peninsulares.
Un punto curioso es que ambos tenían domicilio declarado en
la sección 15ª, conformada entonces por parte de los actuales barrios de Retiro
y Recoleta. Si según los denunciantes -además de Rosario- había tantos
imitadores y falsificadores del genuino cigarro itálico haciendo de las suyas
en la Ciudad de Buenos Aires, ¿por qué eligieron justamente a esos dos? Vale
añadir que Marcovecchio estaba incluido en la lista de cigarreros italianos del
censo 1895 que subimos y analizamos en septiembre de 2015, por lo que su
confirmación viene a respaldar
nuestra teoría de que todos los
nombres involucrados eran fabricantes de toscanos, aunque sus respectivas
fichas censales no lo dijeran explícitamente (3). Verificamos asimismo que
permaneció en el rubro por al menos una década y media más, ya que el 14 de
abril de 1910 tramitó la solicitud para el registro de su marca Veri (en español, Real -de realidad-).
El segundo caso es tan simple como categórico. Se trata de Juan Bertolotti, su fábrica La Imperial y sus toscanos Per Tutti (en español, Para Todos), elaborados en la calle
Maipú 1195 de la ciudad de Rosario.
Primeramente habíamos encontrado una solicitud de registro tipográfico
(únicamente texto) en 1907, y así estuvimos por bastante tiempo, rumiando el
hecho de que ese nombre por sí solo sonaba
a toscanos. Pero eso, por supuesto, no era suficiente. Tiempo después y
sondeos históricos mediante se cumplió nuestra corazonada: otra solicitud de
marca presentada en 1910 exhibe la imagen completa del paquete. De modo bienaventurado,
Bertolotti no escatimó caracteres ni espacio a lo hora de colocar todos los
datos necesarios para formar parte de nuestra lista: la indubitable palabra “toscanos”, cinco imágenes de sus
siluetas (por si fuera poco), el
domicilio de la firma y su propia identidad como dueño, amén de la singular
leyenda “elaborados con puro tabaco
Virginia”. La fecha de publicación en el Boletín Oficial nos brinda además
una valiosa orientación sobre su época de funcionamiento, al menos en los
comienzos de la empresa (4).
El tercer hallazgo resulta mucho menos rotundo: una única y
aislada solicitud para registrar cierta etiqueta de toscanos con precisión
sobre sus colores (dos bandas violetas bordeando una blanca), pero sin ninguna
referencia nominal. El trámite fue efectuado en agosto de 1910 a nombre de Castagnola y Cía, razón social de la
que, por ahora, no encontramos referencia alguna, tanto anterior como
posterior. Por tal motivo lo incluimos como una establecimiento semi-chequeado hasta tanto logremos
ubicar domicilio, marcas y otros datos
básicos de constatación. En nuestro listado, las empresas con dichas
características son las que aparecen en color rojo y letra cursiva.
Hacer clic para ampliar
Y uno de estos semi-chequedos
era Lampe y Gaertner, del cual
hallamos un par de solicitudes marcarias para sus toscanos Abruzzi y Aída allá por
2014 (entrada del 16 de junio de ese año). Sin otras referencias
confirmatorias, la misteriosa firma permaneció en esa condición latente durante
mucho tiempo. Pero había en ella algo que no
me cerraba. Decidido a aclarar el asunto empecé a buscar otras menciones en
textos y publicaciones de época, y poco a poco fui incrementando la sensación
de que los señores Enrique Lampe y
Rodolfo Gaertner no eran manufactureros sino importadores. Sería muy engorroso
señalar aquí cada uno de los pasos que me llevaron a semejante conclusión, pero
basta mencionar el último y definitivo: una solicitud efectuada por los
susodichos en 1915 para el registro de la marca Reliance, referida no a tabacos sino a… sardinas. ¿Qué clase de
fabricante de cigarros solicita una marca para nominar sardinas? Solamente
aquel que no es fabricante sino importador, de tabacos, bebidas y alimentos.
Con esa certeza decidí retirar a Lampe y Gaertner de la lista. Eso no les quita
méritos como protagonistas de la historia toscanera nacional, pero ya no desde el costado de la elaboración, sino
del de la importación. No está de más decir que resulta tanto o más difícil encontrar precisiones
sobre importadores que sobre fabricantes, teniendo en cuenta que a comienzos
del siglo XX, además de los genuinos ejemplares italianos , se introducían
toscanos suizos y de otros orígenes exóticos (ya hablaré de eso algún día).
Además, el negocio importador suele ser mucho más efímero e irregular que el de
la manufactura.
Con tres ingresos y una salida, nuestro repertorio acusa al
día de hoy 44 ítems, de los cuales 38 están chequeados al 100% y los otros seis
están en proceso “de prueba”. Seguramente habrá novedades en el futuro,
mientras vamos construyendo lentamente la historia del cigarro más popular en
la Argentina de los últimos ciento cincuenta años.
Notas:
(1) Un reciente hallazgo relativo a ese dato abre cierto
interrogante que analizaremos próximamente: ¿cuál fue la primera fábrica
argentina de cigarros italianos? Hasta ahora asumíamos que era La Argentina, de Juan Otero, fundada en
1878, pero resulta que su competidora cronológica más cercana, La Virginia, no comenzó sus labores en
1883 de la mano de Donato Didiego (como pensábamos hasta ahora), sino también
en 1878, y a cargo de Enrique Didiego,
padre de Donato. Sobre esta pequeña intriga histórica (que nos atrae
sobremanera) haremos una entrada dentro
de poco.
(2) En el censo fabril de 1895 Marcovecchio declara tener un
solo empleado bajo su órbita. Por eso hablo de “taller” y no de fábrica, aunque
para el caso y en un sentido general significan lo mismo.
(3) Hay varios personajes de aquel registro que estoy
investigando con cierto detalle en función de indicios que podrían corroborar
su actividad toscanera, si bien por ahora no puedo confirmarlos
fehacientemente. Ellos son Botti y
Ramírez, Caligaris y Terzano, Carlos Ricotti, Bernardo Corso, Severo Bonani, Cayetano
Sturla y Tito Zabini.
(4) A falta de vestigios posteriores, prudentemente le asigné
una vida extendida hasta 1930, aunque es muy probable que el producto haya
logrado subsistir por varios decenios más. Hace tiempo encontré cierto sitio de
internet que rememoraba viejas marcas de artículos populares en Rosario por la
década de 1960, incluyendo los “Toscanitos
Per Tutti”. No había allí imágenes de ningún tipo para avalarlo (una foto
del paquete, una publicidad gráfica o un añejo cartel callejero hubieran sido
suficientes), y por eso se trata sólo de probabilidades, pero bien
fundamentadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario