viernes, 18 de noviembre de 2016

Algunas precisiones sobre la CIBA y su fábrica Avanti I

Por su carácter de mayor exponente histórica del toscano argentino, la fábrica Avanti de la Compañía Introductora de Buenos Aires ha sido objeto de numerosas entradas en este blog y también en Consumos del Ayer. De hecho, fue la primera factoría nacional del ramo tabacalero que reseñamos, así como unos pretéritos cigarros Avanti  inauguraron nuestra serie de degustaciones de productos añejos. Pero el hallazgo de nuevas fuentes de información nos sirvió para confirmar datos cronológicos, descubrir secretos del proceso manufacturero y establecer precisiones acerca de algunos puntos que hasta entonces se hallaban en la penumbra. En este caso se trata del libro Las salinas grandes de Hidalgo -La Pampa- y su desarrollo, de Walter Stauffacher, editado en 1967 por la propia CIBA. En esta primera entrada vamos a presentar la parte del texto que nos interesa y en la próxima haremos un análisis pormenorizado de todo lo que nos dicen esos datos acerca del emprendimiento fabril toscanero más importante del pasado nacional.


Queda claro que el tema central de la obra se basa en las conocidas actividades de producción salina que la CIBA llevó a cabo a partir de 1934 (con una marca famosa, Dos Anclas), pero hay un capítulo específico que relata los inicios de la empresa, coincidentes con el advenimiento del siglo XX. Ello nos permite saber que el capital inicial fue obtenido íntegramente del activo de la reconocida importadora William Paats, Roche y Cía. Luego de referirse a los primeros negocios encarados por la firma (1), el texto continúa señalando que “en septiembre de 1903 resolvió instalar una fábrica en la ciudad de Buenos Aires para elaborar cigarros italianos y ya en agosto de 1904 comenzó a producir la nueva manufactura (…) Al principio se elaboraron 25.000 a 30.000 cigarros por día, pero ya en octubre de ese mismo año se llega a 90.000 cigarros diarios.” Desde luego, era la época dorada del producto y eso se hizo notar rápidamente, llegando en 1916 a elaborar 8.500.000 cigarros por mes hasta alcanzar, entre 1922 y 1927, la suma de diez millones de unidades. ¿Con qué recursos humanos se realizaba semejante tarea? Así lo explica: “la dotación de la fábrica de Villa Urquiza sobrepasaba entonces los 1.000 obreros, en su mayoría mujeres.”


Un dato interesante es la adquisición de la fábrica de Bienvenido Yoldi (2) en 1944, que posteriormente y hasta 1957 funcionó con el nombre de “La Firmeza”. Pero aún más reveladora es la apertura de otras dos plantas conforme la porteña perdía competitividad. Al respecto, dice: “en 1945, debido al retiro de un importante núcleo de personal antiguo y ante las dificultades para para conseguir obreras en Buenos Aires dispuestas a aprender el oficio de cigarrera, se resolvió la instalación de fábricas en el interior del país…”  La primera fue en San Luis (3) y un año más tarde se sumó Posadas, que hacia 1958 llegaron a alcanzar conjuntamente volumen y calidad suficientes como para cerrar la vieja y legendaria factoría de Villa Urquiza. Un párrafo describe con cruda sinceridad el achicamiento general del negocio sentenciando: “posteriormente se resolvió ampliar la fábrica de Posadas para absorberla producción de la de San Luis pues, como en general el consumo de cigarros de hoja ha disminuido mundialmente, el de los cigarros Avanti también sufrió esa baja y por lo tanto resultaba antieconómico mantener dos manufacturas a producción no total. Fue así que en 1962 se decidió cerrar San Luis y hoy (habla de 1967) la planta de Posadas, con un  personal de 350 empleados y obreros, está produciendo la totalidad de los cigarros.”


Queda para el final otro tópico de extremo interés, que es el desarrollo de las plantaciones de tabaco. “Desde 1917, la Introductora vino realizando ensayos para plantar tabaco de la variedad Kentucky en el país (…), pero recién en 1929 se perfilaron los primeros resultados, resolviéndose entonces la instalación de una chacra experimental en Eldorado, Misiones.”  (4) Pronto las zonas de cultivo se extendieron por las localidades de Montecarlo, Puerto Rico, Wanda y Lanusse, y más tarde hacia el sur por Oberá, Cerro Azul y Campo Grande. Vienen a continuación diversas especificaciones sobre los avances agronómicos durante los siguientes años, pero nos enfocamos en una última frase tremendamente valiosa y elocuente: “desde 1960, la CIBA ha venido comprando también tabaco misionero para uso de su manufactura de tabacos y/o para exportar. La última importación de tabaco Kentucky de procedencia norteamericana se realizó en el año 1948.”


Lo apuntado parece un poco difuso, pero es cuestión de ubicarlo en el contexto adecuado de forma, tiempo y lugar, lo que nos permitirá encontrar muchas respuestas a viejos interrogantes de este blog. Todo ello en la próxima entrada, muy pronto.

                                                           CONTINUARÁ…                                

Notas:

(1) Algunos fueron importación de mármoles, mercería, comestibles, velas y bebidas, todo ello abandonado entre 1908 y 1921. Más adelante, además de los toscanos y la sal, la CIBA estuvo vinculada a la fabricación de textiles, alimentos (galletitas y bizcochos) y tuvo representaciones comerciales de diversos artículos, además de haber controlado la fábrica de enlozados Ferrum.


(2) La manufactura de B. Yoldi fue famosa por sus “toscanos suizos”, sobre los cuales subimos una de las primeras entradas a comienzos de 2013. La susodicha firma parece haberse dedicado a la importación hasta mediados del decenio de 1910, luego al negocio mixto (importación y elaboración) y finalmente a la manufactura local. Ese mismo derrotero con las etapas sucesivas “importador”, “importador-fabricante” y luego “sólo fabricante” presenta grandes similitudes con otros emprendimientos toscaneros de la época. Vale decir que la presencia de Yoldi en el Boletín Oficial como solicitante de marcas es bien profusa durante las tres primeras décadas del siglo.


(3) Lo de Misiones se entiende bien, pero ¿por qué en San Luis, sitio alejado como pocos de los centros de consumo y de las zonas productoras de tabaco? Hay una sola respuesta lógica: allí la CIBA concentraba buena parte de su actividad salera, por lo cual tenía el espacio, la disponibilidad de personal y la logística necesarios. Aunque no tengo indicios que así lo prueben, tampoco debemos  descartar la existencia complementaria de algún tipo de ventaja impositiva basada en la radicación geográfica al estilo diferimiento o similares.
(4) Sobre eso también subimos una entrada hace bastante tiempo: http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2013/03/un-yankee-en-misiones-el-tabaco.html

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