Tres años y siete meses han pasado desde que iniciamos este
blog, más exactamente el 1 de enero de 2013. En ese período subimos 68 entradas
que involucraron un amplio repertorio de
temas dentro del mismo hilo argumental, desde investigaciones históricas de
tinte social y económico hasta notas de color, degustación de ejemplares
añejos, reseñas de fábricas, estadísticas antiguas y citas en el arte, sin
olvidar el desarrollo de un listado de viejas manufacturas argentinas
(actualizado con alguna regularidad), entre otros focos de interés para el
logro del propósito que nos trazamos originalmente. De ser así, vale la pena
plantearse el siguiente interrogante : ¿hicimos avances significativos? Pues
bien, si consideramos el modesto conocimiento sobre el pasado del toscano en la
Argentina que teníamos al comenzar la saga y lo comparamos con nuestra noción
actual, no podemos menos que sentirnos razonablemente satisfechos.
Muchas de las preguntas que nos planteábamos en aquella
entrada fundacional fueron contestadas mediante el hallazgo de pruebas
categóricas, como el año de la primera importación argentina de tabacos
italianos o la identidad del primer manufacturero local. Otras están en proceso
de ser respondidas, o sólo lo han sido de manera parcial y subjetiva: cuáles
eran las diferencias organolépticas entre los ejemplares argentinos y los
italianos, por ejemplo, es una de esas cuestiones muy difíciles de argumentar
mediante pruebas inequívocas. Sin embargo, sobre eso también se avanzó bastante
al conocer diversos pormenores de la elaboración en uno y otro caso, mientras
que la cata de toscanos nacionales e importados, actuales y añejos, logró
abrirnos la mente y el paladar en el mismo sentido. Hasta pudimos elucubrar la
evolución de otros cigarros italianos en relación con la de nuestro leitmotiv, a la vez que explicamos las principales razones del éxito del toscano basándonos (entre otras)
en sus incuestionables ventajas de orden
práctico.
Todos estos pequeños logros cobran una mayor dimensión
valorándolos en conjunto, a tal punto que manifestar el alcance de una cierta
“completitud” histórica no resulta, a esta altura, descabellado . En mayor o
menor medida , la historia que nos ocupa nos ha revelado sus principales
secretos. Analicemos tal afirmación puntualizando los renglones más importantes
de nuestros resultados investigativos volcados en múltiples entradas a lo largo
de tres años y medio:
- Conocemos el origen temporal de la saga toscanera
argentina, tanto de su importación (1861) como de su producción local
(1878/1881)
- Tenemos una buena idea sobre cómo se fue desarrollando la
fama del toscano frente a sus competidores de época, especialmente en relación
a los otrora célebres cigarros Cavour
y Brissago.
- Ubicamos más de cuarenta fábricas nacionales con datos
certeros acerca de domicilios, marcas y filiación de sus propietarios, en
muchos casos con reseñas detalladas de los establecimientos. De manera adicional, una
enigmática lista de otros tantos cigarreros italianos afincados en la Ciudad de
Buenos Aires hacia 1895 nos indica que la elaboración de nuestro interés debió
haber sido mucho más vasta que aquella formalmente establecida.
- Entre reseñas y descripciones industriales pudimos captar
abundantes datos sobre los procesos de
elaboración y los tipos de tabacos que se empleaban en los albores del toscano
patrio.
- Estadísticas y documentos oficiales nos ayudaron a
discernir de manera incontrovertible el aumento paulatino en el consumo de
cigarros italianos desde la década de 1860 hasta la de 1910. Por otra parte,
hallamos el momento cronológico en que la producción nacional superó
numéricamente a la importación.
- Fotografías, publicidades, menciones literarias y
apariciones en viejas obras del cine nacional hicieron que tomáramos conciencia
no solo del éxito del toscano como producto de consumo, sino también de su
papel en el estereotipo del inmigrante peninsular.
- Determinamos el hecho histórico que acabó con la
importación del toscano genuino (la Segunda Guerra Mundial), abriendo paso
inexorable al monopolio de la producción vernácula.
- Catamos añejos ejemplares pertenecientes a un puñado de
marcas emblemáticas argentinas e hicimos lo propio con numerosa versiones
actuales de toscanos italianos, siempre examinándolos con una mirada histórica.
Todo ello sin olvidamos de degustar analíticamente las dos únicas marcas que
todavía se elaboran en nuestro país.
Entonces, ¿por qué presentamos esta especie de “balance”?
¿Acaso nos conformarnos con lo hecho y sabido hasta la fecha? ¿Nos disponemos a
tirar la toalla de la investigación? De ninguna manera. Si bien le dimos forma
a una cierta armazón del pasado toscanero argentino, existe mucho material que
todavía nos es ajeno. Podríamos graficarlo en términos constructivos diciendo
que tenemos el esqueleto del edifico, su entramado fundamental, pero aún faltan
completar las paredes y los detalles de terminación. Vaya como ejemplo lo
siguiente: hemos presentado valiosos guarismos estadísticos en un sinfín de
oportunidades. No obstante, sabemos con
absoluta certeza que es posible acceder a cifras todavía más precisas (1),
aunque para ello es necesario un trabajo de relevamiento bibliográfico y hemerográfico de largo
aliento. También avanzamos listando
decenas de antiguas fábricas, pero está
claro que existieron muchas otras que aún están en las sombras, quizás
pequeñas, seguramente efímeras y tal vez escondidas en pueblos o ciudades del
interior. Tengamos en cuenta que encontrar referencias sobre viejas
manufacturas tabacaleras no es tan difícil. Lo verdaderamente complicado es
saber si elaboraban artículos específicos o especialidades del ramo. Y el
toscano era eso, ni más ni menos: una singularidad dentro de una gran familia
(los cigarros puros) perteneciente a un género inmenso (el tabaco).
Dicho en otras palabras: cada vez hay que excavar más
profundo para obtener resultados. Por lo tanto, aunque nos proponemos mantener el ritmo mínimo de una entrada
mensual (lo cual se ha cumplido rigurosamente hasta ahora), no puedo garantizar
un hallazgo constante de contenidos que así lo justifique. ¿Lo intentaré? De
eso estoy seguro. ¿Lo lograré? Quién sabe…
Notas:
(1) Entre comienzos del siglo XX y la década de 1970,
verbigracia, cierta repartición pública dependiente del Ministerio de Hacienda
(luego de Economía) publicó un informe anual sobre la comercialización de
tabacos en todo el país, con cifras específicas sobre toscanos. El grado de
detalle era tal que hasta 1940 se las desglosaba entre nacionales e importados.
Mediante internet sólo se puede acceder a mínimos fragmentos de esa invalorable
información, que sin dudas descansa en papel en la BNA, la BCN, el AGN o
algún otro reservorio público. Encontrar
y analizar dichos documentos (hablamos de un período de 50 a 70 años) es una
tarea factible, pero ciertamente lenta y engorrosa.
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