El 4 de enero de 2013, apenas tres días después de haber
iniciado este blog, subimos una entrada relativa a la fábrica de toscanos que
funcionó en la ciudad bonaerense de Campana durante el segundo decenio del siglo XX. El establecimiento, llamado Resistencia
en sus comienzos, supo pertenecer a los socios fundadores Pilade Stecchi, Francisco Barbero y Luis Comelli, quienes iniciaron las
actividades mediante un contrato celebrado el 25 de mayo de 1911. Gracias a
una extensa investigación realizada por un habitante de esa ciudad (1) y publicada en el diario La Auténtica
Defensa, logramos acceder a numerosos datos históricos sobre las
características y el funcionamiento de tan notable factoría. Más adelante, independientemente de esta primera fuente, pudimos ubicar una solicitud para el
registro de la marca Solferino,
creada por los socios Barbero y Comelli cuando Stecchi decidió retirarse de la
sociedad, en 1913, ya que el rótulo Resistencia
era de su propiedad.
No hubo más novedades al respecto hasta hace pocos días,
pero un vistazo a la fuentes del tráfico que recibe nuestro espacio virtual me
llevó a cierta página de Facebook que se denomina Historia de Campana (2). Y allí encontré dos joyas gráficas que
responden muchos de los interrogantes hasta ahora pendientes. La primera fotografía, que reproducimos a
continuación, muestra el frente de la
fábrica en su emplazamiento coincidente con la esquina de las calles Mitre y
Castelli de esa ciudad (3). La parte visible de las leyendas sobre el frente
del edificio indica de manera bastante manifiesta las palabras TOSCANOS RESISTENCIA, lo cual despeja cualquier duda sobre la
autenticidad de los documentos. El numeroso grupo que posa ante el fotógrafo, de abrumadora mayoría femenina, parece estar compuesto por empleadas y/u operarias retratadas en forma previa o posterior a su horario laboral, ya que
visten ropas de calle en todos los casos.
Y si quedaba algún espacio para la incertidumbre, la segunda
imagen no solamente termina de aclarar por completo la situación , sino que
además constituye uno de los vestigios visuales más notables sobre la antigua
industria toscanera argentina que he logrado ver hasta el día de hoy. En ella
apreciamos una espaciosa sala donde alrededor de cuarenta mujeres se encargan
de confeccionar los toscanos en sintonía con el típico método artesanal , insustituible en esa
época. Sin embargo, una mirada detallada da cuenta de muchas otras cosas,
empezando por la niña que está en el “pasillo” del medio sosteniendo una jarra
de color claro, similar al de las tazas
dispuestas en cada uno de los pupitres. ¿La explicación? Desde luego que no
tengo la certeza plena, pero lo más lógico indicaría que se trata de sendos
recipientes llenos de la goma vegetal líquida utilizada para pegar las hojas
que cubrían los cigarros. La niña, por lo visto, sería la encargada de reponer
constantemente el material en las tazas de sus compañeras ubicadas sobre los
márgenes internos de la hileras (4).
También vemos cajones de madera colocados en el piso junto a
las dos trabajadoras sentadas en primer término, quienes parecen realizar el
control de calidad que precede a la colocación de las piezas en dichos cubículos. En principio, ateniéndonos a todos los registros disponibles sobre el proceso
de producción tradicional, no debemos pensar que éstos eran depositarios
finales del producto, sino contenedores provisorios para llevar los toscanos aún frescos y húmedos a las estufas de leña que completaban la fase del secado y el
estacionamiento. Finalmente nos preguntamos si entre los masculinos adultos
parados en ambos flancos no estarán los mismísimos Stecchi, Barbero y Comelli.
Dado el carácter formal y documental que aparenta tener la toma, la presencia
de los dueños de la empresa es una posibilidad bastante lógica.
Ya lo habíamos dicho: en los años de oro de la actividad, nuestro país llegó a contar con una
cantidad de firmas dedicadas a la elaboración de toscanos cuyo número exacto
aún desconocemos, pero que cada día nos resulta mayor. Y en esa lista no sólo
se encuentran las grandes y conocidas, sino también decenas de fábricas
pequeñas, talleres minúsculos y cigarrerías minoristas con elaboración propia, muchas de ellas (quizás la mayoría) establecidas en pueblos y ciudades del
interior. Miguel Campins en Tucumán, Emilia de Forte en Rafaela, La Honradez en Colón (ER), Peirano Hermanos en San Nicolás y la
propia Resistencia de Campana, son
algunas de ellas. ¿Seguiremos corriéndole el nebuloso velo del tiempo a otros
establecimientos? Siempre confiamos en ello, porque sabemos que las fotos, los
documentos y los testimonios están allí, en alguna parte. Sólo hace falta sondear, investigar y estar atento. Y para eso estamos nosotros en Tras las huellas del Toscano.
Notas:
(1) El señor Ángel García.
(3) Inicialmente habíamos tomado como domicilio un probable
anexo de la librería El Progreso, de
Luis Comelli (Rivadavia 140), según lo sugerido por el autor del
artículo.
(4) Las operarias sentadas del lado de la pared no cuentan
con tazas entre sus utensilios de trabajo, ya que parecen estar efectuando un
tipo de tarea diferente.
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