Desde aquel venturoso día en que logramos ubicar la primera
importación argentina de cigarros italianos (1) se sumó a nuestro interés un nuevo
terreno de investigación, que es el desarrollo local de los tres ejemplares emblemáticos
del segmento: el Cavour, el Brissago y
el toscano. Incluso antes de ese hallazgo ya veníamos insinuando que, tal vez, el
toscano no había sido siempre el más exitoso del grupo. Con el paso del tiempo
y el avance de nuestros conocimientos pudimos confirmar plenamente dicho
presagio, tal cual hemos plasmado en la entrada anterior de este mismo tema
hace un par de meses. Allí vimos que los registros documentales al respecto no
son muchos, pero que su escasez se ve ampliamente compensada con la
contundencia de los respectivos contenidos. Ya no hay dudas: Cavour y Brissago
fueron más vendidos y fumados que el toscano desde 1861 hasta 1890, pero a
partir de entonces nuestro héroe comenzó una vertiginosa carrera de popularidad
hasta convertirse en el cigarro de mayor éxito a lo largo de ochenta años.
En aquella oportunidad prometimos examinar las causas de ese
cambio histórico bastante súbito, ya que hablamos de un período no mayor de
diez o doce años. En 1887 el Cavour era
presentado como emblema de los puros peninsulares y ni se hablaba del toscano,
pero para 1898 este último encabezaba con holgura las ventas de puros en
Argentina. ¿Qué ocurrió en apenas una década para que un producto “del montón”
pasara a ser el más consumido del país? Bien, el abordaje del tema implica
atacar las dos puntas. En primer término, tenemos que saber por qué razón
Cavour y Brissago fueron más famosos durante treinta años, y luego, en segundo,
debemos descifrar los fundamentos históricos que motivaron el crecimiento del
toscano desde fines de la década de 1880 en adelante. Vayamos al núcleo de la
cuestión, entonces, ordenadamente.
Existe un dato fundamental que prácticamente explica por sí
solo la fama rutilante de Cavour y Brissago en los primeros tiempos y su neta
superioridad frente al toscano. Se trata del fuerte componente regional del
norte en la primera oleada de la inmigración italiana. En efecto, como bien
señalan muchos investigadores y estudiosos de esa etapa (2), entre 1860 y 1880
predominaron ampliamente los
piamonteses, genoveses, lombardos y vénetos. O sea -nada más y nada menos- las dos regiones originarias de los cigarros
en cuestión: el Cavour, típico del Piamonte, y el Brissago, típico del Véneto y
la Lombardía (estas dos últimas bajo dominio austríaco hasta 1866, lo que
refuerza la lógica de todo lo antedicho: recordemos que el Brissago es un
cigarro nacido en Austria por 1840 con el nombre de Virginia) Mientras tanto, el toscano provenía de una zona
mediterránea (la Toscana) carente de
puertos y aún entonces en proceso de integración cultural al incipiente estado
italiano unido. Por lo tanto, no es de extrañar ese estado de cosas en materia
de consumos cigarreros frente a semejante panorama social, cultural y humano.
Pero a partir de1880 la estructura inmigrante se fue
modificando de modo veloz: la ola del norte perdía protagonismo merced a un
arribo masivo desde el centro y el sur, integrado mayormente por abruzos, pulleses, napolitanos y
sicilianos. En esas regiones no se fumaban ni Cavour ni Brissago (de hecho,
eran casi desconocidos), pero sí el toscano, que poco a poco iba tomando
relevancia y cobertura de alcance nacional en toda Italia. En el trabajo del
profesor Luca Garbini (que hemos mencionado varias veces) queda claro que por 1889
la Argentina incrementó sus importaciones de manera significativa y que ya
entonces el toscano se constituía como el cigarro italiano más fumado y más
exportado, sobre todo hacia el puerto de Buenos Aires, que absorbía entre el 75
y el 80 por ciento de los embarques internacionales de tabaco peninsular. Así, es evidente que la procedencia específica de los italianos arribados a nuestras
costas resulta ser un elemento fundamental, cuya importancia basta para aclarar
por qué el toscano sólo obtuvo su fama
plena en el último decenio del siglo XIX y no antes. Por supuesto que existen
otras razones adicionales de orden práctico: porte pequeño, sabor potente y
precio moderado, entre otras, a las que oportunamente les dedicamos una entrada
completa (3).
Piamonteses y vénetos, napolitanos y abruzos, entre otros,
fueron los primitivos fumadores de Cavour, Brissagos y toscanos en la
Argentina. Ellos poblaron con ese aroma inconfundible los bares, bodegones y
muelles de Buenos Aires, Rosario y demás ciudades del país. Y también
escribieron su página en la historia de los cigarros italianos, seguramente
sin saber que estaban iniciando una
verdadera saga con algo de conquista, porque hoy, a más de 150 años del
desembarco primigenio, los toscanos aún se importan, se fabrican y se fuman en
este rincón de América.
Notas:
(1) Eso fue en septiembre de 2013, cuando subimos una
entrada relativa al asunto de marras, cuyo enlace es el siguiente: http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2013/09/el-dato-que-tanto-buscabamos-la-primera.html
(2) Por ejemplo, el excelente trabajo de Marcelo Weissel “Arqueología de la Boca del Riachuelo”,
que se puede consultar en el link que sigue. Advierto que es un trabajo
científico, con toda la precisión y la data complementaria que ello implica,
por lo cual puede resultar engorroso para aquel que no esté verdaderamente muy interesado
en el tema. http://www.fundacionazara.org.ar/img/libros/arqueologia-de-la-boca-del-riachuelo.pdf
(3) Fue en la entrada del 28/1/2014 “El triunfo del cigarro
urbano” http://traslashuellasdeltoscano.blogspot.com.ar/2014/01/el-triunfo-del-cigarro-urbano.html
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