Caras y Caretas fue un semanario argentino fundado en 1898 por un grupo de notables periodistas y
escritores rioplatenses. Su primera época perduró desde entonces hasta el año
1941, aunque su mayor popularidad se ubica entre 1900 y 1920, al punto de ser
una referencia obligada para todo historiador ocupado en investigar la realidad
del país por aquellos años. La característica más saliente de la revista en
cuestión era el amplio abanico temático de sus notas, desde la más candente
actualidad política hasta la sátira humorística, el análisis de los fenómenos
sociales, las noticias sobre los últimos adelantos tecnológicos, el desarrollo
de las industrias y un largo etcétera. Desde luego, y a los fines prácticos que
nos ocupan aquí, esos textos presentados durante cuatro décadas rebosan de citas relativas al cigarro toscano,
constituido entonces como un producto de consumo masivo.
Queda claro que la mención de cada una de ellas (incluidas
en diferentes notas de interés general, cuentos, noticias y avisos publicitarios) es prácticamente imposible, además de innecesaria. Pero creemos
atractivo detenerse en algunas apariciones muy oportunas que nos permiten
conocer ciertos perfiles de personas y grupos humanos. Porque, como dijimos más
de una vez, la historia del toscano en Argentina acompaña la propia historia
nacional, especialmente en al ámbito de los fenómenos de la inmigración y el
desarrollo de la grandes urbes. Veamos entonces tres estampas que representan
sendas postales de lo que ocurría por estas latitudes en los respectivos momentos
de publicación. Dos de ellas son muy cercanas entre sí y coinciden, en cierto
modo, con la edad de oro del artículo
que nos convoca. La otra, avanzado el siglo XX, se sitúa en el período de su mayor
dispendio numérico, si bien para entonces el puro de nuestro interés iba abandonando lentamente la buena estrella merced
a un renovado consumo tabacalero que se trasladaba hacia los cigarrillos
rubios, cuanto más suaves mejor, y veía a los viejos cigarros itálicos como
algo anticuado.
El 25 de noviembre de 1911, una caricatura del célebre
dibujante español José María Cao Luaces (más
conocido bajo el apócope de Cao) nos
muestra al coronel Enrique Rostagno comandando las fuerzas destinadas en la
ocupación del llamado Gran Chaco, que
incluía a las actuales provincias de Chaco, Formosa y partes de Santa Fe y
Santiago del Estero. Al parecer, el conocido militar (1) era un entusiasta
aficionado toscanero, lo que le valió esa aparición gráfica de tono chancero con el siguiente epígrafe en
verso:
Siguiendo la ocupación
del Chaco, que en su
opinión
da resultados muy
buenos,
se fumó medio millón
de toscanos, cuando
menos
Un detalle resulta ciertamente significativo: el toscano
está siendo fumado al modo entero o maremmana,
aunque nunca sabremos si esa era su verdadera costumbre o si sólo se trata
de la interpretación artística del caricaturista.
Menos de un año después, el 27 de julio de 1912, cierto
artículo denominado El “faubourg” teatral
(2) nos transporta a la zona adyacente del viejo teatro Politeama (3), descripta como “con mucha
alegría y mucho color, con sus cafés, sus restorantes con pollos a lo spiedo y suculentos platos de
tallarines al jugo, y hasta un elegante y bien montado club.” Luego hace
hincapié en el bar Sabatino, al que
concurren actores, músicos y empresarios teatrales italianos, tales como los eximios cantantes Corti, Domingo, Recanatini, Quadranti y
el conde Tulio Quatrocchi. Esta
notable fauna artística peninsular es vívidamente delineada por sus coloridas
vestimentas (chambergos de ala ancha, bastones verdes o rojos, abrigos y pantalones a cuadros), y porque sus integrantes son vistos fumando con verdadera fruición los toscanos insecticidas, al decir
del autor de la crónica.
Finalmente, el 6 de febrero de 1937, uno de los
colaboradores más veteranos del semanario, Félix Lima, comienza su nota de
añoranza sobre cierta y antigua murga de Barracas al Norte con un sinceramiento
personal. Una confesión que no es
literaria ni deportiva para empezar: me gustan de alma los toscanos de
cigarrería y las milanesas de “ristorante” de medio pelo, el vino de la
“Riviera” de Quilmes o de Sarandí (4) y
pasar los días de carnestolendas (5) en
alguno de los pueblos suburbanos, con o sin servicio ferroviario eléctrico, dice Lima, que realmente era tal cual se describe a sí mismo, conforme lo
pintan diversas añoranzas posteriores de algunos de sus colegas. Hemos repasado así así tres siluetas argentinas del ayer, y
todo gracias al cigarro más fumado en estas tierras durante casi una centuria.
Notas:
(1) Rostagno era un militar innovador, polémico y bastante
“mediático”. Fue responsable de varias reformas en el entrenamiento y la
actualización tecnológica del ejército, pero también tuvo algunos problemas por la tendencia a manifestar públicamente sus opiniones políticas. En 1908, por
ejemplo, debió cumplir dos meses de arresto por emitir comentarios adversos al
presidente José Figueroa Alcorta. De ello da cuenta la misma Caras y Caretas en
su edición del 28/3/1908.
(2) Término del habla francesa que se usa comúnmente para
definir un barrio o suburbio.
(3) Legendaria sala de espectáculos que estaba ubicada en Corrientes 1490, casi esquina Paraná. La historia de este edificio, de su
sucesor, y del baldío que existe en el lugar desde la década de 1950 es
verdaderamente paradójica. Sugiero a los interesados ver la breve pero efectiva
reseña de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Teatro_Politeama
(4) Se refiere irónicamente a los vinos artesanales que se
elaboraban en los viñedos costeros del Río de la Plata, al sur de Gran Buenos
Aires. Desde finales del siglo XIX y hasta la década de 1970 esa producción fue
numerosa y bastante popular, casi siempre obtenida con ejemplares de vides americanas tipo Vitis Labrusca (conocida
folclóricamente como “chinche”) que daban a los vinos un sabor salvaje y
rústico. En sus buenos tiempos llegó a existir medio centenar de productores de
uva y vino sólo en el partido de Avellaneda, según estadísticas oficiales de 1950.
(5) Sinónimo de carnaval.
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