Independientemente de sus efectos altamente negativos por la pérdida de vidas humanas, las guerras
generan además una serie de secuelas sociales y económicas que permanecen vigentes
luego de su finalización. En el caso del conflicto bélico más devastador de la
historia -la Segunda Guerra Mundial- dichas consecuencias golpearon al planeta
en casi todos los aspectos imaginables. Si hablamos del tema central de este
blog, no falta tampoco una derivación de tipo mercantil relacionada al comercio
internacional del tabaco, que fue el fin de la importación de toscanos
legítimos. En efecto, los registros disponibles no dejan dudas al respecto,
dado que los tiempos de la posguerra trajeron consigo profundos cambios en la
península itálica con su correspondiente equivalencia por estas latitudes.
Hace bastante tiempo, cuando realizamos una degustación de
viejos toscanos Regia Italiana en el blog Consumos
del Ayer (1), apuntamos algunos datos que hoy nos ayudan a acomodar el
orden cronológico en el que los hechos se fueron desarrollando. Recordemos que
el año 1928 marca el inicio de las operaciones en Argentina de la Societá Anonima Tabbachi Italiani (SATI),
empresa dependiente del propio gobierno peninsular encargada de distribuir
todos los artículos del ramo en diferentes capitales del mundo. Para nuestro país, eso significó el punto final de los importadores privados que tenían el negocio a su cargo desde 1861 (2). Las
estadísticas de la época dejan claro que la Argentina era el mayor consumidor
mundial de tabacos italianos fuera de su propio territorio de origen, por lo
que la nueva compañía debe haber captado rápidamente las enormes posibilidades
que tamaño dispendio ofrecía. Así, en 1933, la SATI levantó una espaciosa
planta en el barrio de Villa Real para complementar la importación con
abundante manufactura local especializada en cigarrillos.
Ahora bien, hoy tenemos como propósito delinear el momento
en el que la importación toscanera desde Italia fue abandonada por completo y sólo se mantuvo la elaboración de la factoría porteña. Debe quedar claro que no hay
modo alguno de establecer fechas específicas, pero parece indudable que la Segunda
Guerra Mundial marca una bisagra entre ambas actividades con bastante
aproximación. La lógica histórica apoya esa teoría, ya los aconteceres bélicos suelen generar todo tipo de inconvenientes en
las industrias convencionales, como la desviación de recursos hacia la manufactura
de pertrechos militares y la falta temporal de mano de obra por el
reclutamiento masivo de hombres. De esa manera, podemos afirmar con total
convencimiento que en algún punto entre 1940 y 1946 los toscanos legítimos del
país del Dante dejaron de arribar a la Argentina y fueron completamente
reemplazados por sus émulos criollos. Es muy posible que semejante fenómeno no
se haya producido de un día para el otro sino más bien paulatinamente, conforme
los combates se hacían más duros y crecían las complicaciones para el comercio
internacional. Incluso debe haber existido un breve intervalo de tiempo (quizás
algunos meses) durante el cual los últimos Regia
Italiana importados convivieron con los nacionales en las estanterías de
almacenes, cigarrerías y kioscos.
Como dijimos, el gigantesco taller tabacalero de la ciudad
de Buenos Aires erigido en 1933 estuvo mayormente enfocado en los cigarrillos
hasta fines de ese decenio, toda vez que
los toscanos seguían llegando desde el reino italiano. Pero a partir del
nefasto enfrentamiento europeo la situación se modificó en forma radical y la confección toscanera de la SATI argentina
pasó a tener un protagonismo vertiginoso,
primero para sustituir los originales importados y más tarde como el único modo
de continuar en el país, ya que los
legendarios cigarros no podían ser provistos por una Italia arruinada. Sin embargo, ¿hay pruebas concretas de ello? Por supuesto que las hay, si la
investigación es seria, minuciosa y atenta a esos detalles que muchas veces son
dejados de lado (3). Observemos, por caso, dos añejos prototipos de
contraetiquetas adheridas al fondo de las clásicas cajas de 50 toscanos que
comercializaba Regia Italiana en la
primera mitad del siglo XX. Entre ambas no distan más de diez o quince años, ya
que la primera se puede datar entre 1940 y 1946, y la segunda entre 1950 y 1958,
como veremos a continuación.
En este primer rótulo (fotografiado por el que suscribe de
una antigua caja de su propiedad) se pueden apreciar varios detalles reveladores, que resumiremos rápidamente. Primero, la leyenda Regno de Italia, o sea “Reino de Italia”, categoría que la
península abandonó en 1946 con la abdicación de su último rey Victor Manuel III y la consecuente formación de un estado republicano. Luego, la inequívoca frase
Industria Italiana, y finalmente el
precio de $ 0,20 por unidad, representativo de la década de 1940. No hay dudas: estos toscanos eran 100%
importados y fueron comercializados en el decenio mencionado, más precisamente durante
la guerra o la inmediata posguerra (a lo sumo uno o dos años a partir de 1945).
La segunda etiqueta fue obtenida en un sitio de remates de
internet y pertenece a los años cincuenta. Analizándola detectamos las frases Ley 11275 (que todos los envases tabacaleros llevaron entre 1950 y
1958) e Industria Argentina sobre la mancha de humedad del costado
izquierdo, así como un valor de $ 0,60
por cada toscano entero, producto de la incipiente inflación que sufría por
entonces la economía nacional. Aquí tampoco hay motivos para la incertidumbre,
ya que los datos apuntados despejan cualquier duda respecto del valioso
testimonio, en especial sobre su ubicación cronológica y sobre la manifiesta
confección local del producto (4). Como para confirmar aún más lo indiscutible,
la leyenda monárquica desapareció del encabezamiento.
Así fue que los fumadores patrios vieron (paradójicamente)
hecha humo la posibilidad de acceder al gusto genuino del toscano italiano
original allá por 1945 o 1946. Y si bien es cierto que los ejemplares
vernáculos elaborados por la SATI se contaban entre las imitaciones más
logradas (tal cual pudimos apreciar cuando los degustamos), nunca fue sencillo
replicar ese sabor único, potente y terroso. Pero las guerras son como son, con
todas sus consecuencias económicas incluidas. Y los consumos cotidianos también
han sido víctimas de ello, desde siempre.
Notas:
(1) Fue en la entrada del 13/7/ 2012, “Los toscanos ítalo
argentinos de la SATI, crónica de una degustación”
(2) Aunque hablamos de un período de 67 años, no son muchas
las precisiones que he podido obtener en cuanto a la identidad de los viejos
importadores. Con absoluta certeza, sólo podemos citar a W Paats Roche y Cía. en el lapso 1898-1903, a Roberto de Sanna desde 1904 hasta 1915 y a Bunge
& Born entre 1915 y 1928. Las dos últimas firmas llegaron incluso a
operar conjuntamente, la primera como “concesionario” y la segunda como “introductora”. Antes de 1898 el gobierno de Italia no firmaba contratos de
exclusividad para el comercio de sus tabacos en Argentina, por lo que éstos
podían ser importados por cualquier persona o sociedad que pagara y se hiciera
cargo de los embarques correspondientes. No estoy todavía completamente seguro
de ello, pero todo indica que era así.
(3) Modestia aparte.
(4) El eslogan Tabaco
nacional e importado que se puede leer fue muy propio de la SATI en todos
sus productos (incluso en los cigarrillos) y no debe llamar a confusiones. En
el caso de los toscanos manufacturados a partir de 1946 implica que una parte
de la materia prima llegaba desde ultramar (posiblemente tabaco Kentucky de
USA, según nos explicó alguna vez Heraldo Zenobi, de la fábrica Luchador), pero el mayor contenido
estaba constituido por tabaco misionero.
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