En este blog hemos hecho referencia frecuente a uno de los
mayores interrogantes sobre la historia del cigarro toscano en nuestro país:
¿cuál fue el año de la primera importación desde Italia? Debo decir que hasta hace poco no tenía muchas esperanzas de
encontrar la correspondiente respuesta, ya que para ello consideraba inevitable
el trabajo de investigar en los antiguos archivos del Monopolio di Stato, los cuales son asequibles en bibliotecas
especializadas y dependencias oficiales italianas. Dicho de otro modo: la
solución iba a llegar el día que contara
con el tiempo y los recursos necesarios para viajar hasta aquel país con el
propósito de acceder a los registros en cuestión. Con ese panorama
poco alentador en perspectiva, grande fue la sorpresa al toparme con una
información de primer orden, antigua, oficial e irrebatible, y todo ello sin
moverme de mi silla ubicada frente a la computadora. Como dice un amigo, San Google fue el principal responsable
del venturoso e inesperado descubrimiento.
Fue así que realizando una búsqueda bastante ajena al tema
de referencia vine a dar con un antiquísimo volumen titulado “Estadística de la Aduana de Buenos Aires”
(1), que consiste en el resumen de todos los movimientos del comercio exterior
argentino durante el período 1861-1865. El compendio es ciertamente extenso
(755 páginas), pero constituye una verdadera joya para quienes nos gusta
sondear en esos viejos temas, dado que presenta todos los artículos importados
por nuestro país de acuerdo con sus distintos tipos y procedencias. No nos
extenderemos ahora sobre la enorme y valiosa información plasmada en cuanto a alimentos y bebidas (2),
sino que haremos hincapié en un rubro específico: el de los “cigarros de hoja”.
La observación detallada del informe indica que el comercio tabacalero era
sumamente importante y que sus protagonistas eran muy diversos. Italia es uno
de los países destacados en productos como aceites, vinos, quesos, papeles y
textiles, pero lo bueno es que ya en 1861 se declara un ingreso del ítem cigarros de hoja (puros), por
la cantidad de 220 millares, es decir,
220.000 unidades. No es mucho si
la comparamos con los productos equivalentes
importados de otras naciones en el mismo período anual: 2.632.000 de
Paraguay (3), 1.609.000 de Cuba (4), 1.482.000 de Holanda, 1.285.000 de
Alemania (5) y 1.053.000 de Brasil, citando sólo las principales.
No obstante, el renglón tabacalero correspondiente a Italia
continúa apareciendo en los años siguientes y muestra un aumento paulatino que
refleja la buena repercusión obtenida entre su masa de consumidores, compuesta
seguramente por miembros de la entonces
incipiente colectividad peninsular radicada en nuestras tierras. Las
siguientes son las cantidades de cigarros italianos importados desde 1861 hasta
1865:
1861
220.000
1862
402.000
1863
740.000
1864
1.028.000
1865
1.267.000
Ahora bien, a falta de mayores especificaciones, surge una duda: ¿podemos estar seguros de que el renglón “cigarros de hoja”
incluye a los toscanos? Aunque la Italia de 1861 manufacturaba varios tipos de
puros, sabemos que los más populares eran el Cavour, el Toscano y el Virginia o
Brissago. Tal vez sería suficiente
con decir que tengo esa certidumbre, pero siempre me gusta brindar indicios
históricos más concretos que mi sola palabra. Hay muchas pruebas documentales
para señalar desde 1818, el año en que los cigarros toscanos fueron
“descubiertos” (6), pero elijo una que
me parece bastante reveladora por su valor testimonial y su coincidencia
con la época de nuestro interés. En la obra Ressegna
storica del Risorgimiento, Ricardo Rocca deja constancia del reclamo
elevado por los combatientes durante la guerra contra Austria de 1866. Según el
autor, la queja fue originada por el hecho de que en la remesa de tabaco
enviada por la intendencia del ejército “non
vennero spediti sigari Cavour da 5 e 7 centesimi, Virginia e Toscani”. Más
claro imposible: los soldados
protestaban por la falta de sus puros favoritos, que no eran sino los
tres más populares en ese tiempo. Así, por motivos de lógica elemental, es
francamente poco probable que las importaciones argentinas de esa misma década
omitieran a los módulos más exitosos y con mejores posibilidades de venta.
Para terminar, cabe preguntarse si no habrán llegado
cigarros italianos con anterioridad a 1861. Tal vez, pero de ser así se trató
de ingresos ocasionales, en cantidades muy pequeñas y en forma totalmente
aislada. Recordemos que el año 1861
marca el comienzo de la unidad italiana (hasta entonces estaba dividida en
varios estados independientes), y que en esa misma fecha se constituyó el
estanco del tabaco en todo el reino, junto al control de la promoción, del
comercio y de las 14 manufacturas dispersas por el territorio bajo una única
administración estatal. Difícilmente se puedan encontrar registros de
importaciones anteriores, dado que, de haber existido, provendrían de pequeñas
naciones carentes de relación comercial con nuestro país. Por eso y por todo lo
visto, bien podemos tomar a la de 1861 como la primera importación local de cigarros italianos, que dio inicio a
la historia del toscano en la Argentina.
(1) Como no tengo mucha confianza en la durabilidad de los
links generados a partir de búsquedas, prefiero ofrecer aquí la frase exacta
para realizar el sondeo que va directo al libro, en caso de que alguien esté interesado.
Debe buscarse del siguiente modo: “Estadística de la advana de Buenos Aires”,
siempre entre comillas y con la palabra advana
textual, con v.
(2) Oportunamente le vamos a dedicar varias entradas en el
blog Consumos del Ayer.
(3) Paraguay es el único de los países cuyo número de
cigarros no se asentó en unidades sino en arrobas,
la antigua unidad de medida que aquí correspondía a unos 12 kilos.
Igualmente plasmé el número en unidades, haciendo la cuenta de las arrobas
multiplicadas por 12 (para pasarlas a kilos), y luego por 200, que es la
cantidad aproximada de cigarros que contiene un kilogramo de tabaco.
(4) Correspondiente al año 1862.
(5) En el siglo XIX Alemania era una potencia productora de
puros con base en las ciudades de Bremen y Hamburgo. Muchas antiguas
publicidades argentinas de la época señalan la oferta de aquellos cigarros,
especialmente de los renombrados Hamburgueses.
(6) Dicen que los toscanos nacieron accidentalmente luego de
que cierto chaparrón empapó unos fardos de tabaco expuestos a la intemperie.
Esa materia prima fermentó por la humedad y los cigarros resultantes hicieron
furor entre el público. De acuerdo con esta especie de leyenda, así habría dado
comienzo la saga toscanera italiana. La versión es tan simpática como poco
creíble por muchísimas razones que no nos pondremos a enumerar. De todos modos,
hay registros fehacientes de que en la década de 1820 ya se los producía de
modo regular en su terruño de origen: el entonces Granducato di Toscana.
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