No es casualidad que el primer intercambio del rubro cigarros de hoja entre Italia y Argentina haya sido realizado
en el año 1861, pues tanto el país exportador como el importador vivían
momentos de profunda trascendencia histórica que alentaban la reciprocidad
comercial. Por su parte, una incipiente
corriente migratoria entre la península y el Río de la Plata crecía de manera
sostenida. La población total de nuestro territorio según el censo 1869 acusaba
1.877.590 habitantes, incluyendo 211.000 extranjeros compuestos por 72.000 italianos, 35.000 españoles,
32.000 franceses y un resto de ingleses, suizos, alemanes y demás. Si consideramos semejante realidad en el singular contexto
histórico y social (países nacientes, fervor patriótico, colectividad nueva,
desarraigo) de un período en el que, además, se fumaba mucho, los números que
siguen se explican por sí mismos.
Veamos entonces cómo se desarrolla la importación de
cigarros italianos hasta el final de la década, según consta en las respectivas
ediciones de la Estadística de la Aduana
de Buenos Aires.
1861
220.000
1862
402.000 +
82,7
1863
740.000 +
84,0
1864
1.028.000 +
38,9
1865
1.267.000 +
23,2
1866
2.093.000 +
65,2
1867 1.877.000 - 10,8
1868
5.279.000 + 181,2
1869
6.219.000 +
17,8
Cifras elocuentes, por cierto. Exceptuando la leve
disminución de 1867, el resto del decenio está signado por aumentos marcados y
constantes que culminan con un sorprendente porcentaje de contraste entre año
inicial y año final de la lista: nada menos que 2.726,9% . Al parecer, los
peninsulares arribados a nuestras costas se inclinaban rápidamente por el
consumo de sus productos patrios, que llegaban desde ultramar. Esto último era
excluyente en esos tiempos: la falta aún de una industria tabacalera criolla
enfocada en el segmento itálico (las primeras manufacturas de la especialidad
comenzarían recién hacia 1878/1881) dejaba el mercado completamente abierto a
las importaciones.
Ya hemos señalado alguna vez lo difícil que resulta
encontrar referencias sobre nuestro tópico en esos primeros años (1). Siendo
así, ¿qué cosas podemos sacar en limpio sobre el consumos de cigarros italianos
en tiempos de Mitre, Sarmiento, la batalla de Pavón y la Guerra del Paraguay,
más allá de los volúmenes importados? En principio, pudimos descubrir un
vestigio del embrionario interés por los puros que nos ocupan en cierta
propaganda publicada por un periódico de la Ciudad de Buenos Aires durante
1865. Se trata de la cigarrería La
Primera Porteña, de la calle San Martín N° 40, que ofrecía cigarros italianos y suizos como parte
de una modesta variedad de artículos muy populares en la época (2). La mención
del rubro es inequívoca (y también la más antigua que conozco), pero a su vez
nos lleva a un viejo tema varias veces mencionado, que es la variopinta
composición del segmento durante las tres décadas iniciales. En 1900, hablar de
“cigarros italianos” prácticamente equivalía a decir “toscanos”, pero en 1865
el panorama era muy distinto. Por ese entonces nuestro leitmotiv era un
integrante más dentro de la gran
diversidad de modelos elaborados por las factorías del Monopolio di Stato,
que incluía no sólo los puros típicos de Italia, sino también imitaciones
habaneras tipo Regalías o Londres (3). Ahora bien, determinar qué
porcentaje aproximado del total de cigarros importados desde Italia corresponde
a toscanos resulta casi imposible por la carencia de registros fehacientes, al
menos hasta 1890. No obstante, nuestras investigaciones nos permiten aseverar
con bastante certeza que prototipos como el Cavour o el Brissago fueron
más conocidos y vendidos hasta fines del decenio de 1880.
En lo que hace a la comercialización minorista, sabemos que
la colectividad italiana de entonces vivía bastante cerrada sobre sí misma, y
eso es muy lógico en tiempos tan tempranos del proceso migratorio. A los
prejuicios de una sociedad argentina aún no habituada a la llega masiva de
extranjeros se sumaba la falta de políticas sociales y culturales de
integración. Como dijimos al principio, la comunidad peninsular pionera buscaba
comer, beber y fumar sus productos típicos al modo más genuino posible(4).
Lograrlo no era tan sencillo en el caso de las comidas y las bebidas, pero no
presentaba mayores dificultades para el tabaco: como hemos visto, los únicos
cigarros italianos existentes en el mercado local provenían de Europa. Cierto
registro de comercios de la ciudad de Buenos Aires en 1870 apunta 14
cigarrerías con propietarios italianos sobre un total de 58 establecimientos
del ramo. Una en particular nos llamó la atención: la de Juan Tiscornia,
que suma la actividad adjunta de introductor, es decir, importador. No
tenemos certeza absoluta, pero tal evidencia sugiere que podría ser uno de los
primeros importadores de tabacos itálicos.
En la década de 1860 los cigarros italianos aparecieron por
estas latitudes y se desarrollaron rápidamente, aunque su popularidad estaba a
la sombra de los favoritos del público local, que eran los habanos, los
paraguayos y los de Brasil. ¿Cómo siguió la cuestión en los siguientes veinte
años? Eso lo veremos en la segunda parte de esta serie, muy pronto.
CONTINUARÁ...
Notas:
(1) Tengo pendiente un largo
trabajo de relevamiento hemerográfico entre 1860 y 1890 con el fin de ubicar
publicidades y menciones relativas al tema. Ello sólo es posible de modo
presencial (o sea, pasando horas y horas en las bibliotecas públicas), dado que
se trata de material escasamente difundido en la web. La cosa requiere mucha paciencia y muchas ganas que no siempre se dan en tiempo y forma.
(2) No puedo especificar el nombre
del medio ni la fecha exacta de publicación por tratarse de una cita dentro de
un texto fragmentado. De todos modos, además de los puros itálicos y
helvéticos, vemos charutos finos de Bahía, rapé de Burdeos y
pitos (pipas) “Flor del Brasil”.
(3) Contabilizamos nueve variedades diferentes sólo entre
los modelos nativos de Italia, según aparece en el Manuale del Fumatore de
1866 que reseñamos en una entrada del año pasado:
(4) Como es lógico suponer, el fenómeno se fue atenuando
paulatinamente, pero a principios del siglo XX todavía existía una gran
cantidad de comercios especializados en artículos para las colectividades. La
siguiente publicidad es muy ilustrativa
de su época y presenta un legendario almacén de productos italianos en Buenos
Aires.
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