La supremacía numérica del toscano dentro del consumo
nacional de cigarros puros a partir de 1890 ha sido más que comprobada por este
blog en numerosas oportunidades, especialmente en la entrada del 25/3/2013, cuando dimos en analizar los diferentes testimonios y documentos históricos que
confirman ese predominio a lo largo de casi un siglo. Pero nunca nos imaginamos
que semejante hegemonía iba a darse también el terreno de la clandestinidad.
Sin embargo, como viene sucediendo desde que encaramos este espacio de búsqueda
histórica, cada nuevo hallazgo no hace
más que revalidar lo dicho. El cigarro toscano fue rey en su género durante
mucho tiempo, incluso en términos de contrabando. Así se desprende de las
sucesivas apariciones al respecto, que pueden ser ubicadas en el Boletín Oficial de la República Argentina durante las décadas posteriores al
novecientos. Desde luego que es prácticamente imposible efectuar un examen
detallado caso por caso (son demasiados), pero la simple revisión de los hechos
más importantes en términos cuantitativos es una excelente muestra de nuestros
argumentos. Veamos entonces algunos de ellos.
El 25 de octubre de 1904, la Aduana de Buenos Aires realizó
el decomiso de “un cajón con diez mil
cigarros toscanos, tres bolsas de cigarrillos, un cajón de whisky, un cajón de
naipes y seis cajas de cigarros habanos”, todo ello encontrado a Julio
Dellafonte en el vapor Santa Cruz, procedente de los puertos del sur. El
aditamento de “ex mayordomo” aplicado al
susodicho revela que el hombre perdió su trabajo a causa del frustrado intento
de matute. Algo similar, pero en menor escala, hallamos en la edición del 25 de
noviembre de 1910, cuando se incautaron “quinientos
cigarros toscanos, los que pretendía introducir en plaza clandestinamente el individuo
Juan Rocco, que fue detenido en las calles Viamonte y el Puerto, los cuales
llevaba dentro de una canasta, habiendo manifestado el arriba nombrado que los
había desembarcado del vapor América”. El patrón de origen marítimo se
repite con fecha 3 de noviembre de 1911, cuando un sujeto de nombre casi
idéntico al anterior (“que dijo llamarse
Juan Rocca”) es sorprendido portando una bolsa proveniente del vapor Re Umberto conteniendo 20 paquetes de toscanos por un total de 1000
unidades.
Vale reiterar en este punto que sólo nos referimos a la
ocurrencia de casos significativos por la cantidad de puros italianos
registrados, que implican apenas un porcentaje dentro de un total mucho mayor.
Necesitaríamos decenas de entradas para reseñar procedimientos que se repetían
casi a diario, pero lo importante para nosotros es que en cada nueva actuación
de las autoridades se reproduce prácticamente lo mismo, es decir, la presencia
de toscanos en cantidades llamativamente copiosas, tal cual sucedió otra vez el
10 de Agosto de 1915. Ese día los decomisos resultaron notables por la variedad
de las mercaderías, entre las que se contabilizaron “800 metros de tejido de algodón, 300 gramos de hilo de plata, 346
barajas españolas, 130 botellitas de vino, 1050 cigarros toscanos, 58 botellas
de refrescos, 600 latitas de caramelos” y un prolongado etcétera. En
general -como resulta muy lógico- los procedimientos aduaneros se llevaban a
cabo en el mismo puerto o en sus adyacencias. No obstante, la popularidad del
producto tabacalero que nos convoca superaba cualquier barrera geográfica entre
la población que habitaba el territorio patrio a principios del siglo
XX.
Y para muestra basta un botón, como dice el dicho, ya que el
Boletín Oficial del 30 de marzo de 1917 presenta un hecho significativo por su
ubicación bien alejada de la metrópolis porteña: nada menos que la
localidad puntana de Justo Daract, en la
frontera entre San Luis y Córdoba. Allí, más precisamente en la casa de comercio
de los señores Esnaola e Izuzquiza, cierta actuación de oficio
por cuenta y orden de la Administración General de Impuestos Internos halló “una partida de cigarros toscanos, bebidas
alcohólicas y naipes sin los aditamentos fiscales que acreditan el pago de los
impuestos correspondientes”. No hace falta agregar mucho más, porque lo visto revela perfectamente la importancia del consumo toscanero de la época,
capaz de llevar a todo tipo de maniobras para ingresarlos o comercializarlos en
forma ilegal. Tales prácticas se extendieron durante la primera mitad de la
centuria (1) para ir luego
despareciendo lentamente mientras la
propia estrella del producto se apagaba. Pero en los buenos tiempos, el toscano
fue líder indiscutido de los puros fumados en el país en todos los sentidos
posibles e imaginables: el industrial, el comercial, el consumista y el ilegal.
Notas:
(1) En su Historia del
Tabaco, escrita hacia 1940, Juan Domenech calcula el contrabando de tabacos
en la Argentina de esa época según el siguiente pormenor:
Cigarrillos
15.000.000 de
atados
Tabacos picados 150.000 kilos
Cigarros tipo toscano 3.000.000 de
unidades
Cigarros de hoja, menos rabillos 1.000.000 de unidades
Cigarros tipo rabillo, anís, damitas 4.000.000 de unidades
Una mirada rápida parecería indicar que nuestro héroe
tabacalero no es el “ganador” de la estadística precedente, pero se trata de un
punto de vista de lo más erróneo. Si lo vemos del modo correcto, el renglón
toscanero refleja un producto único, específico y preciso,
mientras que el resto de los puros está apuntado a través de categorías que comprenden
estilos de cigarros muy diferentes entre sí. Por eso y por enésima vez, el
toscano lleva la delantera aquí también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario