miércoles, 30 de julio de 2014

Por derecha o por izquierda, pero siempre los más fumados

La supremacía numérica del toscano dentro del consumo nacional de cigarros puros a partir de 1890 ha sido más que comprobada por este blog en numerosas oportunidades, especialmente en la entrada del  25/3/2013,  cuando dimos en analizar los diferentes testimonios y documentos históricos que confirman ese predominio a lo largo de casi un siglo. Pero nunca nos imaginamos que semejante hegemonía iba a darse también el terreno de la clandestinidad. Sin embargo, como viene sucediendo desde que encaramos este espacio de búsqueda histórica,  cada nuevo hallazgo no hace más que revalidar lo dicho. El cigarro toscano fue rey en su género durante mucho tiempo, incluso en términos de contrabando. Así se desprende de las sucesivas apariciones al respecto, que pueden ser ubicadas en el Boletín Oficial  de  la  República  Argentina  durante las décadas posteriores al novecientos.   Desde luego que es prácticamente imposible efectuar un examen detallado caso por caso (son demasiados), pero la simple revisión de los hechos más importantes en términos cuantitativos es una excelente muestra de nuestros argumentos. Veamos entonces algunos de ellos.


El 25 de octubre de 1904, la Aduana de Buenos Aires realizó el decomiso de “un cajón con diez mil cigarros toscanos, tres bolsas de cigarrillos, un cajón de whisky, un cajón de naipes y seis cajas de cigarros habanos”, todo ello encontrado a Julio Dellafonte en el vapor Santa Cruz, procedente de los puertos del sur.  El aditamento de  “ex  mayordomo”   aplicado al susodicho revela que el hombre perdió su trabajo a causa del frustrado intento de matute.  Algo similar,  pero en menor escala, hallamos en la edición del 25 de noviembre de 1910, cuando se incautaron “quinientos cigarros toscanos, los que pretendía introducir en plaza clandestinamente el individuo Juan Rocco, que fue detenido en las calles Viamonte y el Puerto,   los cuales llevaba dentro de una canasta,   habiendo manifestado el arriba nombrado que los había desembarcado del vapor América”. El patrón de origen marítimo se repite con fecha 3 de noviembre de 1911, cuando un sujeto de nombre casi idéntico al anterior (“que dijo llamarse Juan Rocca”) es sorprendido portando una bolsa proveniente del vapor Re Umberto conteniendo  20 paquetes de toscanos por un total de 1000 unidades.


Vale reiterar en este punto que sólo nos referimos a la ocurrencia de casos significativos por la cantidad de puros italianos registrados, que implican apenas un porcentaje dentro de un total mucho mayor. Necesitaríamos decenas de entradas para reseñar procedimientos que se repetían casi a diario, pero lo importante para nosotros es que en cada nueva actuación de las autoridades se reproduce prácticamente lo mismo, es decir, la presencia de toscanos en cantidades llamativamente copiosas, tal cual sucedió otra vez el 10 de Agosto de 1915. Ese día los decomisos resultaron notables por la variedad de las mercaderías, entre las que se contabilizaron “800 metros de tejido de algodón, 300 gramos de hilo de plata, 346 barajas españolas, 130 botellitas de vino, 1050 cigarros toscanos, 58 botellas de refrescos, 600 latitas de caramelos” y un prolongado etcétera. En general -como resulta muy lógico- los procedimientos aduaneros se llevaban a cabo en el mismo puerto o en sus adyacencias. No obstante, la popularidad del producto tabacalero que nos convoca superaba cualquier barrera geográfica  entre  la población que habitaba el territorio patrio a principios del siglo XX.


Y para muestra basta un botón, como dice el dicho, ya que el Boletín Oficial del 30 de marzo de 1917 presenta un hecho significativo por su ubicación bien alejada de la metrópolis porteña: nada menos que la localidad  puntana de Justo Daract, en la frontera entre San Luis y Córdoba. Allí, más precisamente en la casa de comercio de los señores  Esnaola  e Izuzquiza, cierta actuación de oficio por cuenta y orden de la Administración General de Impuestos Internos halló “una partida de cigarros toscanos, bebidas alcohólicas y naipes sin los aditamentos fiscales que acreditan el pago de los impuestos correspondientes”.  No  hace  falta  agregar  mucho  más,  porque  lo  visto  revela perfectamente la importancia del consumo toscanero de la época, capaz de llevar a todo tipo de maniobras para ingresarlos o comercializarlos en forma ilegal. Tales prácticas se extendieron durante la primera mitad de la centuria  (1) para ir luego despareciendo  lentamente mientras la propia estrella del producto se apagaba. Pero en los buenos tiempos, el toscano fue líder indiscutido de los puros fumados en el país en todos los sentidos posibles e imaginables: el industrial, el comercial, el consumista y el ilegal.



Notas:

(1) En su Historia del Tabaco, escrita hacia 1940, Juan Domenech calcula el contrabando de tabacos en la Argentina de esa época según el siguiente pormenor:

Cigarrillos                                               15.000.000 de atados
Tabacos picados                                      150.000  kilos
Cigarros tipo toscano                              3.000.000 de unidades
Cigarros de hoja, menos rabillos            1.000.000 de unidades
Cigarros tipo rabillo, anís, damitas         4.000.000 de unidades               

Una mirada rápida parecería indicar que nuestro héroe tabacalero no es el “ganador” de la estadística precedente, pero se trata de un punto de vista de lo más erróneo.  Si lo vemos del modo correcto, el renglón toscanero  refleja un  producto único, específico y preciso, mientras que el resto de los puros está apuntado a través de categorías que comprenden estilos de cigarros muy diferentes entre sí. Por eso y por enésima vez, el toscano lleva la delantera aquí también.

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